Es una de las pediatras más reconocidas de Garín y del distrito. Se recibió de grande, a los 42 años y con cuatro hijos a cuestas. Afirma que “el ‘me salvaste la vida’ no existe” y asegura que no podría tener pacientes adultos “porque mienten”.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

1 ¿Cuándo supiste que querías ser médica?
Son esas cosas que te vienen desde muy chica. Tenía una prima médica que admiraba y de ahí viene la elección. En quinto año del secundario hice la orientación vocacional y tenía para elegir entre Matemática y la parte asistencial, que también me gustaba. Y me quedé con Medicina.

2 ¿Por qué la especialidad en Pediatría?
Era lo único que me gustaba. Además, porque tenía a mi marido que estuvo toda la vida con la pediatría y hablábamos todos los días de los pacientes.

3 ¿Cuántos años te llevó recibirte?
Dejé de estudiar en la UBA en tercer año y con algunas materias aprobadas de cuarto. Después me casé y me vine a vivir a Garín, sin pensar que podía volver a empezar. Y en el ‘84, cuando volvió la democracia, llamaron a todos los que habían dejado en esa época y me presenté. Me aprobaron las materias que ya tenía, empecé a cursar y me recibí en dos años y medio. O sea, dejé a los 21 y terminé la carrera a los 42.

4 ¿Cuáles fueron tus primeros trabajos cómo médica?
Cuando terminé la carrera pensé que no iba a trabajar de esto. Ya había cumplido con mis padres y estaba tranquila en casa con mis cuatro hijos. Y un día me llamaron de la Municipalidad para hacer la guardia en la sala de Fonavi. Yo no quería, porque tenía mucha teoría pero nada de práctica, como cualquiera que recién sale de la facultad. Al final acepté y estuve dos años, pero como encargada administrativa. Así empecé. Ya llevó 25 años y estoy contenta trabajando.

5 ¿Es difícil ser pediatra, acertar el diagnóstico, medicar?
Pienso que como cualquier especialidad. Igual, yo no podría atender a un adulto, porque miente y el chico no. Está enfermo, llora y a lo mejor ni habla, pero no miente. Vos escuchás al padre, pero más ves al chico, es así. A veces, cinco minutos más de charla y observación te dan el diagnóstico justo. Es como algo innato, algo natural más de lo que te pueda dar la ciencia. Podés ser una enciclopedia caminante y no darte cuenta de algo sencillo.

6 ¿Recordás algún caso difícil o que te haya dado una gran satisfacción?
No me acuerdo de alguno puntual. Igual eso que te dicen en la calle de “me salvaste la vida” no existe. Los padres lo ven así y te lo dicen, pero uno no salva a nadie. Acertar con el diagnóstico no es salvar a la persona.

7 ¿Cómo se manejan la preocupación y los nervios de los padres?
Tratando de tranquilizar y demostrando cómo son las cosas. Pero cuando se ponen “pesados” hay veces que corto y esa persona por ahí no vuelve. Eso pasa. Yo no puedo gustarles a todos y no todos me gustan a mí. Nunca eché a nadie, pero hay gente que cuando le decís algo que no le gusta no viene más.

8 ¿Los padres “modernos” son verdaderamente responsables de sus hijos?
En general sí. Seguramente hay muchos que no vemos, pero al menos los que atendemos están comprometidos. Hoy con el tema del internet, muchos padres ya “preguntaron” antes de venir.

9 ¿Desde cuándo atendés en el consultorio privado?
Desde 2005, pero Horacio lo abrió en 1970. No empecé enseguida acá porque siempre trabajé en salas municipales.

10 ¿Cuántos chicos “escuchás” por día?
En el consultorio, más o menos doce personas. Y en la sala Resio los martes y jueves atiendo más de veinte. Te juro que vuelvo destruida.

11 ¿Crees que si vivieras en municipios como San Isidro u Olivos sería menos desgastante?
No sé. Yo tengo compañeras que son mucho más jóvenes, que podrían ser mis hijas, y no se deciden a ponerse un consultorio, trabajan en dos o tres lugares para poder subsistir. Igual, a mí me gusta más la labor municipal, aunque discuta porque te piden “hacer producción”, como si trataras con objetos en vez de humanos. La medicina no es producción.

12 Tenés fama de hacer honor al juramento hipocrático por tu compromiso con los pacientes…
Cuando Horacio vino acá no había nada, entonces atendíamos hasta de madrugada. Yo guardias no hago, porque tengo mis horarios, pero sí le digo a la gente que me pueden encontrar en el consultorio o en la sala. Si estoy en casa, atiendo el teléfono a cualquier hora, pero se los doy cuando me tienen que llamar.

13 ¿Pensás que la comunidad médica actual ya perdió esa responsabilidad?
La verdad que no sé cómo trabajan los demás. Hay de todo, como siempre, pero no creo que esté peor que antes.

14 ¿Cómo está Escobar en materia de educación sanitaria?
Los chicos que vienen están todos vacunados y llegan bastante limpios; cuando yo recién empecé no era así. Cuando vos ves que hay desidia en la familia, por lo general es porque hay problemas psiquiátricos, sea alcoholismo u otra cosa. Y desde el punto de vista gubernamental, hay muchas cosas que se hicieron pero que no tuvieron continuidad. Nosotros no podemos ni espiar por el agujerito para ver qué están haciendo porque no damos abasto. Es entrar a las ocho de la mañana y son las dos de la tarde y ni te levantaste, salvo que hayas ido a buscar algún papel. Algún día cambiará.

15 Con toda la información que hay disponible, ¿por qué crees que se dan tantos embarazos juveniles?
Después de recibirme hice un curso de Adolescencia y la profesora de Obstetricia decía: “El adolescente adolece”; no podés pretender que cumplan un tratamiento anticonceptivo porque son adolescentes. El chico que hace un tratamiento anticonceptivo, sea varón o mujer, aunque tenga 13 años, si lo cumple es un adulto. En general, los embarazos juveniles no son deseados, a pesar de que tienen todo para cuidarse.

16 ¿Pensaste qué vas a hacer el día que te jubiles?
Ya tengo edad para jubilarme, pero no pienso hacerlo. De la sala hasta que no me echen no me voy a ir. Y en el consultorio voy a dejar el día que me dé cuenta que me olvido de todo. Ahora ya me olvido de algunos nombres, pero es algo que la pasa a mucha gente, incluso jóvenes. Me gusta lo que hago y no lo estoy haciendo por dinero.

17 ¿Cuándo llegaste a Garín?
En el año ‘71. Me vine cuando me casé, yo era de Barracas.

18 ¿Cómo lo ves?
Creció muchísimo desde que vine. Hoy salís a la calle y no conocés a nadie; es muy raro encontrarte con la gente de antes. Y podría estar mejor. Las calles son un desastre. Y estaría bueno algún día tener cloacas.

19 ¿Cómo imaginás al país en 2015?
Yo no soy de los que dicen que está todo mal, porque yo no estoy mal y hay mucha gente que tampoco. No sé qué pasará este año, pero espero que los que vengan, no me importa quién, continúen con muchas cosas y no tiren lo que está bien hecho, como la AUH.

20 Yendo a tus gustos, ¿qué te apasiona?
Me gusta viajar, pero no lo hago seguido.

21 ¿Cómo te definirías políticamente?
De base soy socialista, aunque no hay ningún partido que me conforme. Me crié en una familia socialista, mi padre vino escapándose de Mussolini.

22 ¿Un hobby?
No tengo. ¡Qué aburrida que soy! (risas).

23 ¿Una salida impostergable?
No tengo. ¿No te dije que soy aburrida? (risas).

24 ¿Radio, televisión o gráfica?
Radio. Hace algunos años empecé a entusiasmarme a la noche con Basalo en Radio 10. También me gustaba escuchar a la tarde a Hanglin. Y hace poco empecé a escuchar, a la medianoche, a Dolina en Del Plata.

25 ¿Mirtha Legrand o Susana Giménez?
Ninguna de las dos.

26 ¿Cómo te llevas con la tecnología?
Y… muy bien no. Si te muestro el teléfono que tengo… Aprendí a usar la computadora cuando nacieron mis nietos, porque me mandan las fotos.

27 ¿Tu mayor virtud?
No tengo.

28 ¿Y tu peor defecto?
No saber decir que no. Y después las tengo que pagar y no sé cómo hacer.

29 ¿Todo tiempo pasado fue mejor?
No, yo pienso que puede haber tiempos mejores.

30 ¿Qué harías si ganaras un millón de dólares?
Lo gastaría todo, en lo que sea. La plata está para gastarla y a mí me quema en la mano (risas). Andaría repartiendo y viajaría más, eso sí.

31 ¿Un deseo?
Que las cosas mejoren y que no haya tanta queja.

32 ¿Cómo te gustaría que te recuerden?
Como lo que soy y nada más. Ya es bastante el hecho de que te recuerden.

FICHA PERSONAL

Norma Miletich nació el 1º de mayo de 1945 en el barrio porteño de Barracas, donde sus padres -José Miletich y Drusiana Stocovich, de origen italiano- decidieron asentarse en la década del ‘20. Llegó a Garín en 1971 de la mano de su marido, el reconocido doctor Horacio López -fallecido en 2008-, con quien tuvo cuatro hijos: Fernando, Mariano, Carlos y Ulises. Tras un intervalo prolongado, se recibió de médica en la UBA a los 42 años y, “sin querer”, comenzó a trabajar en las salitas del distrito. Desde 2005 también atiende en su consultorio de la calle Larroca 1110. Rozando los 70 abriles, dice que aún no piensa en jubilarse. Hay pediatra ilustre para rato.

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