Como todo en la vida. Belén de Escobar también cambia. Y mucho. Ya no es aquel lugar donde todos se conocían, como añoran sus antiguos pobladores. La fenomenal explosión demográfica en la provincia de Buenos Aires arrastró la denominada mancha urbana hacia estas latitudes y en las dos últimas décadas el distrito duplicó su población, que en la actualidad supera largamente las doscientas mil personas. Dentro de este contexto, en su principal localidad ya no solo proliferan barrios de precarias viviendas y countries. Ahora, el casco céntrico se va plagando de edificios en altura que van de cuatro a trece pisos, lo cual sin dudas generará un sensible impacto en las redes de servicios públicos, algunas casi al borde de su límite operativo, y también en el tránsito vehicular, que día a día se toma más dificultoso.
La decena de torres en construcción o por habilitarse, en un radio de escasas cuadras, demuestra inobjetablemente que la ciudad está en crecimiento. La duda es si su estructura, su traza y diseño, están en condiciones de absorber y dar una respuesta adecuada a esas miles de personas que habitarán en sus zonas neurálgicas. El último verano, por caso, no dio buenos indicios: en muchos hogares hubo problemas de presión y largas interrupciones en el servicio de agua corriente. Con más usuarios conectados a la red, es de sentido común suponer que este tipo de problemas se agravaría.
Pero esta incertidumbre, y los temores que de ella derivan, no existirían si el partido de Escobar contara con un código de planificación urbana, una herramienta indispensable para el desarrollo ordenado, armonioso y programado de los municipios.
Sin embargo, a excepción de algunos discursos electoralistas, este tema solo ha sido puesto en el tapete por un conjunto de instituciones intermedias, que en 2006 dieron forma a un espacio de intercambio al que bautizaron “El Escobar que queremos”. Jornadas abiertas a la comunidad, conferencias de prensa, una publicación y reuniones con el anterior y el actual intendente son algunas de las actividades que llevaron a cabo para pregonar la impostergable necesidad de definir el perfil del partido y el uso de sus tierras, ante el rápido avance del sector inmobiliario. Así. la cuestión se inscribió en la agenda pública, pero los resultados siguen sin aparecer.
Miradas
Desde su origen, «El Escobar que queremos» está compuesto por la Asociación de Arquitectos (ASAE), la Cámara de Comercio (CCISE). la Unión Industrial (UIDE) y el Centro Urbanístico de El Cazador (CUDE), más la adhesión y participación de la Administración de Parques Nacionales (APN) y la agencia Delta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), a quienes más adelante se sumó el Consejo de Apoyo al Desarrollo Local de Escobar (CADLE). DIA 32 entrevistó a varios de sus integrantes, que sobre la proliferación de las torres marcaron sus serios interrogantes, a la vez que aportaron distintas propuestas.
“Belén de Escobar tiene una estructura urbanística armada sobre lo que era un pueblo de estación. Lo que está sucediendo es que está creciendo en forma indefinida sin ningún control, como lo está haciendo el 90% del conurbano bonaerense. Y de no mediar una acción de protección de los espacios verdes o productivos que quedan en el paisaje urbano, Escobar va a terminar siendo una enorme mancha edificada y al Municipio le va a costar cada vez más brindar infraestructura», analizó el presidente de ASAE, Víctor Berisso.
Desde una óptica similar, el abogado Víctor Berardi, que representa al CUDEC, manifestó su ambigua sensación ante el auge edilicio.»Me parece que es una señal de crecimiento para la ciudad, porque en algún aspecto le da una imagen de mayor modernidad y más importancia. Ahora, si la infraestructura no se adecúa a eso, quedamos en una máscara. Me da gusto ver que la ciudad crezca, pero que lo haga desordenadamente y con torres que florecen como hongos es un problema. Sobre los hechos consumados no se puede ir para atrás, porque no se pueden derribar los edificios», advirtió.
La misma preocupación, expresada con más severidad, comparte el vicepresidente de la UIDE, Roberto Sosa: «Modernidad es tener una ciudad organizada, en donde haya un lugar para cada cosa. Yo no quiero un Chicago para Escobar, quiero una ciudad ordenada y organizada», señaló.
Luis Paupy, que trabaja para APN en la Reserva Natural de Otamendi, aportó como escobarense otras inquietudes. “No estamos teniendo en cuenta la zona histórica y se está perdiendo el patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad. Casas muy antiguas en las avenidas principales están siendo perdidas para ser remodeladas como edificios modernos, que también tienen su valor, pero sin ningún tipo de escrúpulos porque no se ponen límites. Escobar se caracterizó históricamente por la Fiesta de la Flor, el turismo de fin de semana o de un día, el verde, y lo está perdiendo a pasos agigantados», alertó.
Por su parte, Juan Antonio Geerneck, que participa del CADLE en nombre de la Asociación de Militantes Sociales (AMIS), aludió a la pérdida de identidad de la ciudad, a la que miles de habitantes llegaron atraídos por su verdeja disponibilidad de viviendas con jardines para la recreación y el esparcimiento familiar y el contacto directo con la naturaleza y el aire libre. “Estas construcciones anulan ese modelo», indicó.
Para Berisso, “las torres no son sinónimo de modernidad ni de crecimiento” porque “hay ciudades que se han desarrollado y aumentado su densidad notablemente sin la necesidad de torres”. El arquitecto sostuvo que se trata de “un negocio inmobiliario frente a una demanda lógica de pedidos de inversores de colocar dinero en la plaza”. Ante esto, advirtió que se debería estudiar seriamente la radicación de edificios en altura en la ciudad y. en caso de aprobarse, crear un área específica para esos emprendimientos.
DIA 32 también consultó a Agustín Biglieri, uno de los agentes inmobiliarios más reconocidos de la ciudad, quien tiene a su cargo la comercialización de tres edificios que superan los ocho pisos de altura. En su explicación, “la aparición de las torres se debe al gran valor que han tomado los lotes céntricos, que hacen necesario optimizar lo que se haga arriba de ellos para que la influencia del metro cuadrado de construcción en función del valor de la tierra tenga un menor impacto. Ya no sirve hacer una casa en un lote que vale 200 mil dólares. Fundamentalmente, las torres tienen este auge porque la tierra es escasa y el precio es alto”.
Antecedentes
En noviembre de 2006, cuando los únicos edificios altos de la ciudad eran la torre de la plaza y Le Park (Irigoyen y César Díaz), la Municipalidad de Escobar dispuso suspender por cuatro meses los permisos para otros emprendimientos similares. Lo hizo a través de un proyecto de ordenanza, firmado por sus dos máximas autoridades de entonces: el intendente Silvio González y el secretario de Gobierno y Hacienda. Sandro Guzmán, que el Concejo Deliberante homologó enseguida. Los altos funcionarios explicaron en conferencia de prensa que en ese plazo se intentaría que las empresas proveedoras de agua, gas y electricidad garantizaran su capacidad operativa para incorporar como usuarios a los habitantes de los futuros complejos multifamiliares. Como la contestación habría sido positiva, se activó la luz verde para los inversores.
Paradójicamente, a días de terminar el año 2007. cuando Guzmán daba sus primeros pasos en la Intendencia, el Concejo Deliberante sancionó la ordenanza 4.492, cuyo noveno articulo habilitó a construir en altura nueve metros más de lo permitido por la ley provincial 8.912. “En vez de dar una respuesta a lo que pedía la gente, de rever la alta densidad de las torres, le dieron un espaldarazo más”, se quejó Berisso. Además, esta nueva norma derogó otra de similar tenor del año 1977, que prohibía edificaciones con una altura superior a doce metros (cuatro pisos).
Sin código
Mientras el partido de Escobar aparece en el podio de los municipios con mayor crecimiento poblacional de la provincia, la elaboración de un plan de ordenamiento territorial continúa en lista de espera. El único intento en esa dirección ocurrió en 1998, cuando el entonces intendente interino Jorge Landau contrató los servicios de la Facultad de Arquitectura. Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Pero las pulseadas políticas del momento hicieron naufragar la iniciativa.
“El gran trabajo de los urbanistas, en todo el mundo, es convencer a los políticos que realizar un buen proyecto urbano es conveniente para ellos mismos, porque el planeamiento es una herramienta que les va a permitir generar más y mejores políticas. Si seguimos así, en veinte años Escobar va a ser un ejemplo de lo que es el resto del Conurbano bonaerense. O sea, un lugar con baja calidad de vida. Hasta que no se entienda eso, no se va a poder avanzar”, sentenció Berisso.
Biglieri, por su parte, reconoció que las torres se encuentran localizadas “en el lugar más apto desde el punto de vista de la rentabilidad del inversor y no necesariamente desde el punto de vista de la conveniencia de una zonificación”. Por ello coincidió con Berisso en que se debe “asignar zonas a las cosas” mediante una política de planificación municipal. Y agregó: “Las torres son una necesidad que hay que ordenar para que funcione bien. No se van a detener, pero hay que acompañarlas con un buen manual para poder convivir”.
Sosa, en tanto, no acalló su pesimismo: “nuestros funcionarios no les importa ni el presente ni el futuro de Escobar. Solo les interesan sus beneficios. No puede ser que después de tres años estemos en el mismo lugar que cuando empezamos. Escobar está involucionando», protestó el empresario industrial, quien se manifestó convencido de que «hay una decisión política de dejar pasar el tiempo».
Berardi, en cambio, espera que el intendente cumpla el compromiso que asumió en octubre del año pasado, cuando en declaraciones al semanario El Mensajero aseguró que “en los próximos días” estaría dando a conocer un plan maestro para el distrito, que aún no se conoce. “Estoy ansioso porque lo saquen a la luz, porque como vecino creo que esto se está descontrolando”, expresó.
En la misma sintonía Geerneck sostuvo que “es el momento oportuno para que el Municipio se reúna en una mesa grande con las instituciones que representan a los distintos sectores de la sociedad y empezar a elaborar el plan estratégico para el desarrollo de Escobar. Esto es, de nosotros mismos y nuestras familias”.
Apatía ciudadana
Qué consecuencias reales producirán las torres en la calidad de vida de la ciudad es una pregunta que se repite sistemáticamente en sus calles, donde incluso no faltan pronósticos apocalípticos, pero todas esas inquietudes no parecen suficientes para que la gente se movilice como sucedió y sigue pasando en algunos barrios de la Capital.
Para Edgardo Pacentrilli, de la Cámara de Comercio, esto se debe a que “todavía nadie planteó salir a la calle por este tema”, dando por sentado que para que la gente se movilice solo hace falta convocarla. Sosa, en ese aspecto, se preguntó: “Cuando no haya agua, ¿a quién le vamos a echar la culpa? ¿Al que construyó el edificio o a los funcionarios públicos que no supieron controlar?”.
Por lo pronto, el auge de las torres es un icono del gran debate que la comunidad tiene pendiente para definir su futuro. Y lo que está en juego, nada menos, es la calidad de vida de todos los escobarenses.
Pedido de informes
El bloque de concejales vecinalistas presentó en el Concejo Deliberante un pedido de informes para que desde el Municipio se solicite a la empresa ABSA “la solución estructural” de la red cloacal en Belén de Escobar y un detalle de las inversiones previstas por la empresa para esa red y la de agua corriente. Los concejales de AVE dijeron haber iniciado esta acción “alertados por la gran cantidad de nuevos emprendimientos edilicios y urbanísticos privados que se están llevando a cabo y teniendo en cuenta el colapso de los servicios de cloacas y aguas”.
Redes al limite
Consultado por los posibles impactos de las torres, Biglieri centró su preocupación en lo que pasará con la red de cloacas. “Creo que es lo más grave, porque es más difícil de solucionar en tiempo y en costo, ya que depende de una planta de tratamiento de efluentes cloacales que hoy ya está desbordada. Los entendidos dicen que la red no tiene el diámetro que debería tener, pero la planta de La Chechela tampoco resiste más trabajo”, afirmó. Biglieri también señaló que para evitar más falta de agua habría que frenar el derroche colocando medidores. Pero la empresa Aguas Bonaerenses los cobra a 400 pesos, por lo que muchos usuarios desisten de instalarlo y pagan el consumo del vital elemento con una tasa sobre la valuación fiscal de sus viviendas.
Promesa renovada
El gobierno municipal prefirió guardar silencio y que ningún funcionario hiciera declaraciones sobre este tema a DIA 32 aunque un interlocutor con llegada al intendente aseguró que “Guzmán está muy metido con eso. Con un grupo de profesionales está terminando un plan maestro para trazar el futuro urbanístico de Escobar” aseguró el informal vocero, quien consideró que “de un momento a otro” podría darse algún anuncio oficial sobre ese trabajo.