Cuando apenas despuntaba el 2 de abril de 1982, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quien comandaba de facto al país, anunciaba por radio y televisión que las Malvinas habían sido recuperadas por tropas argentinas. La sorpresa fue enorme: hubo quienes se alegraron y festejaron; otros se desorientaron o les fue indiferente. Pero a los chicos que mandaron a la guerra, la vida les cambiaría para siempre.
Todos los varones que estaban involucrados en el mundo militar, incluso los que transitaban o acababan de terminar con el año de colimba creyendo que luego de cumplida la obligación retomarían sus proyectos, debieron marchar al frente de batalla.
La mayoría no tenía la más mínima idea de adónde iba. Con una formación básica y deficiente en el manejo de armas y artillería pesada, irían a enfrentarse hasta con los temerosos Gurkhas, esos soldados sanguinarios que degollaban al enemigo con un cuchillo de cocina aún si el otro acababa de rendirse.
Los soldados que fueron a la guerra perdieron contacto con su familia desde el minuto cero. Cuando pudieron mandar alguna carta, la censura militar impedía que contaran la verdad. Escribían sobre los fuertes vientos, el frío, el amor por la patria y la victoria, porque les hicieron creer que Malvinas era una tierra ganada.
Estaba prohibido relatar sobre la sangre corriendo, los gritos de dolor, la oscuridad infinita o el pánico a la muerte inminente. La censura no permitía que describieran en sus cartas lo que era estar con el estómago vacío, las extremidades heladas, el terror en las trincheras y las bombas que hacían saltar en pedazos las tripas del compañero.
Ocupación sin estrategia
El territorio del Atlántico Sur estaba tomado por Inglaterra desde 1833. Cuando las fuerzas argentinas desembarcaron en las islas instauraron un gobierno local bajo el mando del general Mario Benjamín Menéndez.
Inmediatamente, la primera ministra británica, Margaret Thatcher, envió a sus tropas desatando una guerra cruenta que se extendió hasta el 14 de junio. No hubo negociación de por medio. Hablaron las bombas y las armas.
Fue una guerra horrible en los confines del mundo. Finalizó con la rendición de Argentina luego de que las fuerzas armadas celestes y blancas quedaran diezmadas. Murieron 649 soldados argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños.
Entre los combatientes hubo más de ochenta hombres relacionados al partido de Escobar. A lo largo de los años, muchos de ellos contaron a DIA 32 la experiencia vivida en las islas. A cuatro décadas del inicio de aquella guerra, recordamos los testimonios de quienes la sufrieron en primera persona.
Daniel D’Ángelo
Daniel D’Ángelo fue uno de los 1.200 tripulantes del portaviones Veinticinco de Mayo, el buque insignia de todas las operaciones. Poco tiempo antes de que comenzara el conflicto había sido admitido en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y se estaba especializando en municiones. En Malvinas era de los que montaban las bombas y los misiles para engancharlos a los aviones.
“El 2 de abril de 1982 tocó un zafarrancho de combate cerca de las 3 de la mañana. Apagaron las luces y las calderas, navegábamos a oscuras y en silencio. Tipo 7 de la mañana se escuchó por altoparlante la voz de Galtieri diciendo: ‘Hemos recuperado parte de Argentina, hemos recuperado las Islas Malvinas’”, recordaba en una entrevista de 2021.
D’Ángelo decía que no tomó verdadera dimensión de la guerra hasta el hundimiento del crucero General Belgrano. Y afirmaba que “las guerras no sirven para nada, son el fracaso de las palabras y de la política”.
Para él y para la mayoría de los soldados que lucharon, lo más difícil fue reinsertarse en la sociedad como ex combatientes. “Hubo gente, vecinos de toda la vida, que hasta dejaron de saludarme por haber perdido”. Un ejemplo que lo dice todo.
Omar Morán
Fuera de la zona de disputa, el crucero General Belgrano fue atacado ilegalmente por el submarino nuclear Conqueror, en un crimen que terminó con la vida de 323 argentinos. Ocurrió el 2 de mayo. En la tripulación viajaban cuatro jóvenes escobarenses. Dos de ellos murieron: Jorge Sosa (21) y Orlando Dechiara (20), en tanto que otros dos sobrevivieron: Carlos Ramón Barrios, de Ingeniero Maschwitz, y José Romero, de Garín.
En 2012, Omar Morán repasaba los hechos: “Eran las 4 de la tarde y estábamos con dos conscriptos en cubierta escuchando el partido de Boca y Estudiantes. En ese momento llegó el torpedo y la explosión. Vimos cómo se cayó la proa. Cuando fue el impacto estábamos abajo del puente de comando, donde estaban las defensas antiaéreas”.
Entre el griterío y la confusión corrieron para rescatar a los heridos y buscar una balsa. Unas 33 personas lograron subir a la embarcación auxiliar. “Una segunda balsa estaba enganchada con una soga a la nuestra, pero ante el hundimiento del crucero cortamos la soga. La segunda balsa, con unos 25 compañeros, también cortó la soga que los ataba a cubierta y, en lugar de alejarse, chocaron contra el casco del crucero. La cadena del ancla le cayó encima y se hundió con el crucero”.
Pasaron unas 60 horas antes de que los rescataran.
Miguel Lío
Miguel Lío se enteró de que entraban en guerra cuando el 2 abril, alrededor de las dos de la madrugada, los hicieron formar y embarcar en el portaaviones 25 de Mayo. Solo se informaban por los partes oficiales, porque la interferencia no les permitía escuchar radio para tener otras versiones.
“Todo es distinto desde un portaaviones, porque las sensaciones comienzan cuando entrás a navegar y no sabes en qué momento se termina. Solo se veía la nada y le temíamos a los submarinos. Pero lo peor fue que los nuestros, quienes tenían mayor rango, parecían una cosa y cuando estalló el conflicto nos defraudaron. Había algunos buenos, pero la mayoría no lo eran”, comentó.
En 2010 afirmaba: “Peleábamos contra la OTAN”.
Jorge Castro
El Batallón Logístico10 lo tuvo como protagonista de Malvinas. “En mi caso, aunque mi tarea era logística y estaba a la retaguardia, también viví momentos inesperados. Recuerdo el día que estaba en la carpa y sentí el silbido de una bomba que me cayó a unos metros: mató a dos suboficiales e hirió a otros dos. Los primeros días lloré, porque a esa edad no estábamos preparados psíquicamente. Hasta que el 5 de mayo murieron tres compañeros, con uno de los cuales habíamos compartido todo el servicio militar”.
“A partir de ahí solo me interesaba recuperar las islas. No me importaba si moría, quería que la muerte de ellos no fuera en vano”, expresaba Jorge Castro a DIA 32 en 2010.
Juan Carlos Monti
“La guerra siempre la hacen los jóvenes. Ningún país manda a los viejos a combatir por una cuestión de resistencia, de aptitud, de vista, de todo”, explicaba Juan Carlos Monti en 2011. Durante el conflicto prestó servicios como cabo segundo maquinista en el destructor Bouchard, que custodiaba al crucero Belgrano cuando fue hundido.
“La orden que tenían los comandantes de los barcos era que si alguien fuera herido de gravedad, el resto tenía que abandonar la zona y salvaguardar a su tripulación. Tanto el comandante del Piedrabuena, que era la custodia de estribor, como nosotros, desobedecimos esas órdenes y fuimos a la zona del hundimiento para buscar sobrevivientes. Durante 24 horas no encontramos a nadie por el oleaje jodido de ese mar”.
“A partir de ese momento, las noches comenzaron a ser insoportables. El encierro del barco es desesperante, estás encerrado en un cuarto de hierro. Dormíamos de día y a la noche nos quedábamos memorizando el camino para salir en caso de una emergencia. Un barco tiene 20 metros de altura y hay muchas escaleras, pasadizos y compuertas por donde pasar hasta llegar arriba. Y rogar que tu balsa se abra, a veces fallaban por falta de mantenimiento”.
Eduardo Villar
Le faltaban 19 días para terminar la colimba cuando tuvo que presentarse en su cuartel. Tomó un colectivo y durante meses no volvió. Combatió en el rancho de tropa, preparando las comidas para el batallón. “No elegimos ir a Malvinas. Habíamos jurado la bandera, lo que significa defender la Patria hasta perder la vida”, aseveraba en 2018.
Eduardo Villar recordó que al llegar les dieron comida enlatada: poca y fría. La cocina no había llegado. Los primeros días cocinaron en dos tachos de combustible. “Éramos una compañía de apoyo en combate y teníamos que estar retirados de la zona donde había acciones bélicas. Pero a nosotros nos cagaron a tiros desde el 1º de mayo hasta el día de la rendición”.
En 2018 fue uno de los escobarenses que regresó a las islas, en un viaje que sirvió para entender mejor cómo se habían desarrollado los combates y para finalmente visitar las tumbas de los caídos, en el cementerio de Darwin.
Leoncio Ávalos
Él también participó que aquella visita a Malvinas. Leoncio Ávalos contó que durante la guerra vivían con miedo a no saber. La perversidad de los ataques consistía en disparar desde barcos o cañones a una distancia muy lejana o con los aviones que volaban a semejante altura que no los podían ver ni escuchar, por eso eran permanentemente sorprendidos por las bombas.
“Ni nosotros ni nuestros jefes pensamos que realmente íbamos a la guerra, si no hubieran pensado en mejores estrategias para la defensa de las islas y los ingleses no nos hubiesen atacado de la forma en que lo hicieron”, declaraba en 2018.
“Eso es lo que después más afecta a la cabeza, algo muy jodido para lo psicológico porque cuando caía la bomba movía la isla, pero no teníamos idea de dónde venía el ataque. Vivías con miedo”.
Claudio Mediavilla
Estaba de baja desde el 23 de diciembre del ’81 y trabajaba en una empresa de construcción en Campana, pero lo fueron a buscar a su domicilio y tampoco tuvo opción. Claudio Mediavilla quedó acuartelado y al mes partió a la guerra sin siquiera poder avisarle a sus padres.
“Al ver ese lugar reviví todo. Vi la cantidad de cruces que hay, todas de los ingleses, la gente les deja flores, fotos, botas y hasta botellas de whisky. Me di el gusto de plantar la bandera de mi unidad ahí. Agarré una de las botellas, me tomé lo que había adentro y grité que esos hijos de puta no se la llevaron de arriba. Brindé por mis compañeros de Malvinas”, relató sobre su viaje a las islas en 2018.
A pesar de la condena mundial hacia el colonialismo, el exhorto de la ONU que desde su Comité Especial de Descolonización anualmente llama al Reino Unido y a la Argentina a retomar las negociaciones para encontrar una solución pacífica sobre la soberanía de las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, la realidad es que en cuarenta años la situación sigue siendo la misma.
El tema de la soberanía de Malvinas es una bandera que muchos gobiernos han levantado en estas cuatro décadas, se amagó infinidad de veces con intentar nuevos convenios. Sin embargo, nada ha llegado a buen puerto. Algo que demuestra que las guerras, definitivamente, son en vano.
LA HISTORIA DE CUATRO ESCOBARENSES
Morir en Malvinas
El conflicto bélico con Inglaterra duró 74 horrendos días. Hubo 649 muertos en combate y más de 2.500 suicidios entre los que volvieron y no pudieron soportar el dolor. Cuatro de los caídos estaban directamente relacionados con el partido de Escobar.
Rodolfo Manuel De la Colina tenía 41 años y rango de vicecomodoro. A los 15 años ingresó a la Escuela de Aviación Militar de Córdoba. En 1965 ya era instructor de vuelo y más tarde fue piloto de LADE (Líneas Aéreas del Estado). Murió el 7 de junio, cuando ejecutaba su octava misión como miembro del escuadrón Fénix. Fue el oficial de más alto rango que falleció en la guerra.
Jorge Roberto Inchauspe tenía 19 años. Integró el Batallón Comando de la Brigada de Infantería de Marina N° 1. Murió el 14 de junio, el mismo día de la rendición, en monte Longdon. Su cuerpo recién fue identificado en 2018, junto a los de otros 87 soldados.
Orlando Dechiara, de 22 años, se había alistado como aspirante naval en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma). Cuando se desató el conflicto fue destinado al crucero General Belgrano, en cuya sala de calderas falleció el 2 de mayo mientras cambiaba un flexible de gasoil al término de su guardia.
En ese hundimiento también perdió la vida Jorge Roberto Sosa, quien se había inscripto en la Esma a los 17 años y tenía solo 22 cuando murió.