Hay comercios que son tan legendarios, que cuando cierran pareciera que un pedacito de la ciudad se apaga, que algo ya no será igual. Con Diosma pasó algo por el estilo cuando, a través de las redes sociales, su dueña comunicó a fines de septiembre que le pondría punto final a este emblemático centro de belleza femenina escobarense.
¿Qué mujer no fue al local de Sarmiento al 500 para prepararse ante un casamiento, cumpleaños, aniversario o simplemente para renovar su look y sentirse más linda? Diosma siempre se caracterizó por su gran atención, el buen trabajo de su personal y un resultado final acorde a la expectativa de las clientas más exigentes. Tres puntos clave en un rubro tan delicado como la estética personal.
“Decidí dejar porque ya tenía que hacerlo. A esta edad se sienten los años, el estar parada todo el día repercute en las piernas y la cintura. Por eso decidí cortar definitivamente”, le explica a DIA 32 Diosma González (70), con más de medio siglo de trayectoria sobre sus espaldas.
Su madre, Elida Colacilli, también tuvo una peluquería. De una de sus empleadas ella aprendió el oficio. A los 14 años ya cortaba el pelo en su casa y a los 20 comenzó a trabajar en Modas Elizabeth, de María Curzi, donde tenía su lugar para la atención de mujeres. Después se independizó y desde allí no paró más. Pasó por un local en la calle Rivadavia y por otro en Spadaccini, hasta llegar a su centro de belleza propio.
“Muchas señoras llaman preocupadas para saber qué me pasó, otras se enteraron y me dicen que no pueden dormir o que se quedaron paralizadas. Pero ya está, me jubilo y les dejo el lugar a otras chicas más jóvenes”, afirma, muy segura de esta decisión, que hace más de dos años rondaba por su cabeza y la de su marido, Roberto Perretta.
“El negocio era muy grande y hablamos con varias personas para que siguieran. La idea era vender el fondo de comercio, pero nadie quiso, les daba miedo agarrar. Después vino la pandemia y menos. Ahora llegó el momento, había que hacerlo. Tengo que cuidar mi salud y seguir adelante”, cuenta, sobre los pormenores de esta determinación.
En su centro de estética no sólo se realizaban trabajos de peluquería, como cortes, color o planchado; también se hacía depilación definitiva, esmaltado de uñas, masajes, pedicuría y maquillaje. Además, tenía cama solar. Era un verdadero spa de belleza y renovación.
“Las chicas jóvenes no tienen un solo lugar para ir, van cambiando, probando distintas peluquerías. Pero las señoras se acostumbran a una y no quieren cambiar, son fieles. Yo hace 50 años que atiendo a algunas clientas, desde abuelas hasta bisnietas de una misma familia. Esa gente es la que más lamenta el cierre, éramos referentes para ellas”, sostiene Diosma.
A tan solo algunas semanas de haber bajado la persiana de su local, asegura que no atenderá clientas en su domicilio y que a quienes le pida un consejo les recomendará a colegas de confianza. “Aunque yo hacía cosas que las peluqueras modernas no hacen, como permanentes o cortes determinados en cabellos cortos. Hoy se enseña de otra manera y hay mujeres que no quieren eso”, explica, con el conocimiento que le dieron sus cinco décadas de experiencia trabajando con mujeres, y también en las cabezas de algunos hombres.
El amplio local de la calle Sarmiento ya lo alquiló a la Clínica Fátima, que lo está remodelando para abrir un centro médico. “Vinieron a preguntar, necesitaban un lugar y les dimos el sí”, confiesa, mientras un par de albañiles hacen distintas tareas de refacciones en el lugar, acondicionándolo para su nueva etapa.
Con setenta años, la escobarense tomará este retiro como una jubilación atrasada y ya tiene en claro qué hacer en el corto y mediano plazo. “Descansaré y solucionaré algunos asuntos médicos que tengo. Quiero viajar y estar con la familia, con mis nietos. No sé si extrañaré. Todavía estoy con el envión de acomodar todo, después veré qué me pasa”, declara sincera y, por ahora, sin nada de nostalgia.
Sobre el final, Diosma deja en claro que lamenta más el cierre del negocio por sus clientas que por ella, ya que ahora podrá contar con más tiempo libre. “Tengo una personalidad que cuando digo basta es basta, no lloré para nada. Lo que me emociona son los planteos de las señoras. Ahí me di cuenta de la verdadera trayectoria que hice. Yo trabajaba y punto, venía gente siempre, pero ahora caigo en el servicio que brindaba”, comenta, emocionada y feliz por la huella que dejó.