Son tan importantes en el mundo del fútbol que hace cinco años el gremio UTEDYC implementó que el 11 de noviembre sea el Día del Utilero, algo muy merecido para estos trabajadores, que con bajo perfil y mucha dedicación son fundamentales en el día a día para los jugadores.
Adrián Garín (44) vive en Ingeniero Maschwitz y es el utilero de Deportivo Armenio hace 26 años. Entró sin ningún tipo de conocimiento sobre la tarea, pero con el tiempo se convirtió en una pieza clave del vestuario. No hay un solo futbolista que haya vestido la camiseta del tricolor que no hable maravillas de él, por su predisposición, actitud positiva y, principalmente, su calidad humana.
“Entré a Armenio el 14 de noviembre de 1994. Como vivo a unas cuadras del estadio, venía todos los sábados a verlo jugar y tenía un vecino (Alberto Vallejos) que era el masajista de toda la vida del club. Le habían pedido algún chico de confianza para trabajar y me preguntó si me animaba. Tenía 18 años y me gustó la idea, era un mundo nuevo para mí”, le cuenta a DIA 32.
Garín inició así una historia de fidelidad con el club de la colectividad que pareciera no tener fin. Noray Nakis ya era el presidente de la institución y le dio el okey para el trabajo. “A pesar de que dudaba porque decía que era muy chico todavía, me aceptó. El día anterior a empezar era mi cumpleaños y me fui a dormir bien temprano para arrancar con todas las pilas”, confiesa, mostrando la motivación que tenía para cumplir con su nueva responsabilidad en el deporte que lo apasiona.
Cada año van pasando por el club alrededor de 30 futbolistas y él fue el utilero de todos. Vivió cientos de anécdotas y conoció personalidades muy distintas. “Cuando arranqué había jugadores de mucha experiencia. Me ayudaron mucho, me tenían paciencia”, sostiene, repasando sus inicios.
En la utilería hay decenas de fotos de diferentes planteles que tuvo el club y Garín recuerda el nombre de cada uno de ellos. Increíble.
El fútbol tiene más sinsabores que momentos dulces. Y en un club del ascenso como Armenio, cuando llega la buena se disfruta el doble. Desde que está como utilero, sus mayores alegrías fueron la obtención del Clausura ´98 de Primera B y el ascenso de 2019, tras tres temporadas en la C. “En el título de hace 22 años había un muy buen equipo, perdimos con El Porvenir que subió a la B Nacional, pero los muchachos merecían ascender”, comenta, resignado.
“Sufrí mucho el descenso de 2016 y creo que el logro de volver a la B Metro lo disfruté más todavía. A la vuelta Maschwitz era una locura: nos esperaron en la entrada y los hinchas nos acompañaron hasta el estadio en caravana. ¡Hasta la autobomba de los Bomberos estaba!”, agrega sobre su momento más feliz.
Su día a día arranca siempre dos horas antes de que lleguen los jugadores. Junto a Adrián Salto, su compañero de utilería, prepara cada uno de los canastos de los futbolistas, que incluyen ropa interior, calzas, short, remeras térmicas, buzo y botines. A veces también se encarga del desayuno, de acuerdo al cronograma de entrenamiento y al horario. “Doy una mano. Como somos pocos, tratamos de ayudar en todo”, asegura, orgulloso.
Durante las prácticas les acerca hidratación a todos y ayuda al DT con la colocación de conos, vallas y demás elementos de utilería. Pasado el mediodía finalizan los entrenamientos y allí se encarga de juntar la ropa, ponerla a lavar, colgarla, recogerla seca, limpiar los botines y ordenar el vestuario otra vez para el día siguiente. Una rutina que disfruta y realiza con alegría.
“Los días de partido hago lo mismo: tengo que tener todo preparado para que ellos nada más salgan a la cancha a jugar. Si el partido es a las 15, yo llego a las 7 para prepararles los tapones de los botines, ver si va a llover o no, acomodar el vestuario y darle la ropa a los que quedan afuera de los 18 y tienen que entrenar”, narra el “Enano”, como cariñosamente lo llaman los jugadores, por su 1,55 metro de estatura.
Oscar Ruggeri, en su labor de panelista deportivo, declaró hace poco que los utileros son clave en los clubes. Que saben todo lo que pasa puertas adentro y que los jugadores se confiesan con ellos. Adrián Garín da fe de que es así.
“Escuché esa nota y los utileros nos sentimos identificados, es así. Dentro del vestuario uno maneja todo. Yo trato de aconsejar a los chicos, se cuándo se enojan porque quedan afuera, cuándo están contentos. Tengo muchos secretos que me los voy a llevar conmigo. Laburamos en silencio, somos los primeros en llegar y los últimos en irnos”, confiesa, con picardía y sin contar nada más para no romper códigos.
Dice que Hugo Smaldone, Eduardo González, Miguel Cisterna, Fernando Ruiz, Jorge Luna y Mauro Matos son los mejores futbolistas que vio pasar en estos años. “Todos cracks, dentro y fuera de la cancha”, afirma, quien además es fanático de Independiente.
Los más de ocho meses sin fútbol fueron muy duros para él, pero la espera llegará a su fin en diciembre. “Se extraña tanto que vuelva a rodar la pelota… Esta es mi casa, mi vida, yo me voy a morir acá”, afirma Adrián, un pequeño gigante, querido por todos.
Con él en un vestuario, nada queda librado al azar.