Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web
Comúnmente se dice que los pescadores suelen agrandar las cosas. Que siempre adjetivan con grandilocuencia, que adornan sus historias con circunstancias que nunca sucedieron y que con sus manos marcan tamaños que multiplican al de las piezas que capturan. Sin embargo resulta difícil resistirse a la tentación de escuchar sus relatos, tan fervorosos y divertidos.
Seguramente, en el almuerzo que el Club de Pescadores de Escobar realizará este domingo 4 para festejar su 50º aniversario, las anécdotas de este tipo formarán parte del menú. Por eso, como aperitivo, DIA 32 fue hasta las orillas del Paraná de las Palmas, tiró el anzuelo y recolectó de sus protagonistas un puñado de vivencias risueñas e increíbles, propias del folklore de la pesca.
La boga milagrosa
José Mosser: “Fue hace muchos años, estábamos en pleno concurso y yo venía muy parejo con otros pescadores. En esa época se podía tener una caña de repuesto arriba del muelle. Faltaba muy poco y cuando tiro engancho y corto la línea. Cantaron que faltaba un minuto para que termine, agarro la otra caña, que tenía una lombriz medio seca. Cuando voy a tirar se me hizo una galleta y cayó al lado del muelle. “Cañas arriba”, dijeron, y cuando la levanté había una boga así (…), tuve que pedir copo para levantarla. ¡Pesaba como un kilo y medio y me hizo ganar el concurso!”.
Record y lamento
Alejandro Pantalone: “Una noche vinimos con mi viejo a pescar, metimos 42 bogas en toda la noche, lindas, todas de 2 a 4 kilos. Y entre los otros pescadores que había habrán sacado tres. Otra fue cuando estaba el muelle viejo: mi papá, con una caña hecha bolsa, enganchó un surubí, después de una hora de luchar, el bicho hizo una aureola gigante en el agua, cortó la línea y se fue. No lo pudimos agarrar…”.
La carpa que se pescó sola
José Mosser: “Vinimos a pasar un domingo con Daniel Castorani y él sacó una carpa de seis, siete kilos, que se había enganchado la aleta dorsal con el nylon (tanza). Se ve que chocó el nylon, dio una vuelta y se enlazó sola. El anzuelo estaba lejos, metido en el río, pero la carpa estaba anudada y la pudimos sacar. Lo más grande que yo saqué fue un tiburón de 106 kilos, en el mar”.
A falta de peces… gallinas
Guillermo Fabbi: “Antes, hace muchos años, la gente venía caminando al club, pasaba el día y comía lo que sacaba. Una vez, con la barra de mi viejo, gente buenísima como Takasi Gallo, Roberto Fragalo, Martínez, Larrondo, ‘el Negro’ Peralta, ‘Tito’ Caveggia y su hijo Daniel, vinimos a pescar. Eramos chicos y queríamos comer; comida no había y no salía nada. Entonces Fragalo tiró la línea de pejerrey a unas gallinas que estaban picoteando atrás, no eran del club sino de una señora que vivía cerca. En la línea había lombrices e isocas y las gallinas, al ver los bichos, picotearon enseguida. Dos se engancharon. Roberto fue y las mató. ‘Señora, mire lo que pasó, se las pago, se las pago’, le dijo a la dueña. Al final, ese día comimos puchero de gallina. Y se las pagaron a la señora, por supuesto, como correspondía”.
Sacó 7, pero se llevó 1
Guillermo Fabbi: “La misma barra, con otros amigos más, vino a pescar bogas. Ese día estaba ‘Cacho’ Lucero, un excelente pescador. Sacó una boga, dos bogas, ¡llegó a siete! La barra nuestra… ni una. Ya se habían comido los salamines, la morcilla que trajeron, todo… Entonces agarraron las siete bogas de ‘Cacho’ y le dijeron ‘danos, que ahora te sacamos más para vos’. Se las comieron todas, eran las seis de la tarde y todavía estaban esperando pescar alguna para que Lucero se la lleve a la madre. Hasta que Gallo sacó una y se la dieron, limpia y todo. Había mucha inocencia….”.
¿Y las cañas?
Raúl Domenech: “Volvíamos de representar al club con Daniel Ferreira en la Costanera. Nos había ido bien: el equipo había salido segundo en el concurso. Cargamos todo en un Renault 12 con las U en el techo y cuando íbamos por la cancha de River nos preguntamos: ‘¿vos ataste las cañas?’, ‘no’, ‘yo tampoco’. Volvimos en contramano y las encontramos hechas pelota en la calle. Se volaron y las habían pisado todas. Fue increíble, ¡qué bronca!”.