Siguiendo los pases de su padre, lleva más de cuarenta años en un rubro al que se dedica con pasión y esmero. “Cuando estoy arreglando, estoy en mi mundo”, afirma, en su nuevo local de Cronos.

Arnaldo Aroldo Silva (64) tiene la capacidad de reparar todo tipo de relojes. Aprendió de su padre, René, y hace más de cuarenta años que está en el oficio. Sean pulsera, de bolsillo, de pared, cucús, despertadores o cronómetros, lo que haya dejado de funcionar él lo vuelve a la vida.

“Mi papá tenía su negocio primero en la calle Travi y después en Tapia de Cruz al 1000. Yo aprendí de él en mi infancia. A los 12 años ya rompía relojes para ver cómo eran por dentro. Le sacaba canas verdes, pobre, pero así fui aprendiendo. Y después estudié para saber más”, le cuenta “Lalo”, como todos lo conocen, a DIA 32.

Desde 1993 y hasta hace unos meses tuvo el local de Cronos sobre la calle Rivadavia, casi Tapia de Cruz. En mayo se mudó al lado de donde su padre tuvo la relojería, en la avenida principal de Belén de Escobar. Varios relojes antiguos ornamentan el interior; al fondo, tras el mostrador, la mesa de trabajo de Arnaldo, llena de repuestos y herramientas de todo tipo y modelos.

-¿Cuál es el encanto de ser relojero?

-En este trabajo todos los días se está aprendiendo algo nuevo. Cuando estoy arreglando, estoy en mi mundo, concentrado, escucho mucho la radio y me hace compañía. Paro un ratito, tomo mate, descanso la vista y sigo. Ya de grande cuesta un poco más concentrarse mucho tiempo.

-¿Arreglás todo tipo de relojes?

-Todos menos los electrónicos, porque son muy sofisticados, a esos los mando a un especialista. Los cucús son muy complicados también, llevan mucho trabajo. Esas cosas se tienen que cobrar por el tiempo que lleva repararlas y la gente no quiere pagar eso.

-En el negocio hay varios aparatos antiguos, ¿son tuyos o para arreglar?

-Muchos han quedado de gente que nunca los vino a buscar, me quedaron, y después de 20 años de esperar a los dueños, los vendo.

-¿Todo defecto se puede reparar?

-Depende, cuando los relojes de pared viejos tienen la cuerda cortada, no. Hasta hace 30 ó 40 años se conseguían las cuerdas en la calle Libertad, en Capital. Después, esas casas cerraron y ya no hay más repuestos. Ahora, si tienen otro tipo de defecto se puede inventar algo.

-¿La gente tiene mucho valor afectivo con sus relojes?

-Eso cuenta bastante, pero también están los que le gustan mucho los relojes antiguos y los arreglan. Tengo algunos míos de manufactura alemana muy bonitos que me tengo que poner a verlos y repararlos.

-Sos como un artesano de los relojes…

-Y sí, cambiar una pila lo hace cualquiera que esté en el tema, pero yo vivo de esto, es mi oficio y me gusta arreglarlos. Otra cosa nunca hice, mi mundo es la mesa de trabajo y mis herramientas.

-También vendés despertadores de hace 50 años…

-Sí, tengo para la venta algunos de esos. Restauré varios y descubrí que hay gente a la que les interesan, ya compraron un par.

-¿Hay como un submundo de coleccionistas?

-Claro que sí. Tanto gente mayor como jóvenes, es un hobby que muchos tienen. Acá hay suizos, a cuerda, automáticos, de bolsillo, que muchas personas guardan como reliquias y quieren que les anden.

-¿Cuál fue el reloj más sofisticado que reparaste?

-De los más complejos fue un Seiko automático, antiguo, que es, a su vez, cronómetro y tiene dos pulsadores, uno arriba y uno abajo. Es como tres relojes en uno, de pulsera, con todas las partes combinadas, el rodaje básico, el automático y el cronómetro. En su momento eran caros y estaban de moda.

-¿Te tocó algún Rolex?

-Arreglé algunos, pero muy pocos. Son muy caros y los dueños quieren que el arreglo sea barato, yo los dejo en condiciones, pero no los hago sumergibles ni nada parecido, para eso que vayan a la calle Suipacha. También reparé Omega, y otras marcas muy importantes.

-En los ´80 y ´90 hubo relojes que traían radio, calculadora, hubo muchas modas…

-Y hoy están los que te cuentan los latidos, con mucha electrónica. Pero a mí me gusta meterle mano a lo que puedo hacer y reparar. He hecho macanas, pero es la única manera de aprender.

-¿Tenés una clientela muy amplia?

-Sí, tanto de Escobar como de otras ciudades. Han venido nietos de personas que yo le arreglaba hace muchos años, algunos hasta conocían a mi papá. Van viniendo y ahora se enteran que me mudé…

-¿Crees que los teléfonos celulares mataron el uso de relojes?

-No diría tanto, pero sí que influyeron en la venta y el uso. Hay chicos jóvenes que no tienen el hábito de usarlos, es más seguro mirar la muñeca que sacar el celular en la mitad de la calle. Pero una cosa es segura: el celular nunca va a reemplazar a un reloj pulsera.

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