Desde hace algunos años las barberías han ido ganando terreno en el rubro de la estética y la belleza masculina. Los locales se fueron multiplicando, muchos de ellos respetando un estilo moderno, llamativo para jóvenes y brindando una atención rápida en cortes a máquina.
Del otro lado de esta moda están los peluqueros escobarenses de la “vieja escuela” que resisten, estoicos, manteniendo su clientela y cuidándola para seguir trabajando de la mejor manera en tiempos de dura competencia interna. Esos que cortan a tijera y navaja, como Alberto Puzzo (66), que el 5 de septiembre cumplirá 50 años dedicados a este oficio que eligió cuando era chico.
“Beto” es el tercer hijo de Irene Lemme y Juan Bautista Puzzo. Cuenta que su primer corte lo hizo a los 13 años, después de haber terminado la primaria en la Escuela Nº2 y cuando ya había empezado a cursar en una reconocida academia de San Martín. Siguió cortando a domicilio a conocidos y allegados, hasta que a los 16 abrió el local delante de su casa paterna.
“No sé por qué siempre quise ser peluquero, las cosas vienen con uno. Me acuerdo de doña Margarita, la esposa de Luis Monti, que me preguntaba siempre qué iba a ser de grande y yo a los 8 años ya le decía que quería cortar el pelo”, le comenta a DIA 32, que lo visitó en su peluquería de la calle Libertad 61, a una cuadra del hospital provincial Enrique Erill.
El gran referente
“Beto” Puzzo es el peluquero en vigencia más antiguo de la ciudad. “Si no me equivoco, después viene Omar Lavena, pero yo llevo más tiempo”, señala. Uno de sus clientes más fieles es el médico Hernando Rozzo Rodríguez, a quien comenzó a cortarle cuando solo tenía 17 años. “Y con otros ya voy por la tercera generación, le corté a abuelos, padres e hijos, todos vienen acá, como los Staffa, por ejemplo”, remarca el peluquero escobarense, que se entusiasma al nombrar a su distinguida clientela.
Asegura que su mejor momento entre fines de los ‘70 y los ’80. En esa época le cortaba a entre 15 y 20 personas por día y, claro está, había muchos menos peluqueros. “Apareció el corte a navaja, me perfeccioné en eso y, como era una moda, venía mucha gente. Siempre trabajé bien, creo que la gente viene porque soy buena persona, decente y, además, les gusta como corto. Los atiendo, no los despacho, con cada uno me tomo el tiempo necesario”, sostiene, convencido de su forma de trabajar.
“Debe haber unos cien peluqueros en Escobar, entre los negocios y los que cortan en las casas. Yo lo máximo que puedo hacer en un buen día son 9, 10 cortes. Más ya no podría y, además, no me da el físico. En promedio, una persona viene cada dos meses; los jóvenes se cortan mucho más seguido”, señala.
En tantas décadas fueron pasando muchas modas: pelo corto, largo, canas, tinturas, patillas. Hoy se estila el degradé, con la nuca pelada y cortes a cero con la máquina eléctrica. “Ahora se usan los sombreados, los hago, pero prefiero más la tijera y la navaja. Hay hombres que les queda bien ese corte y a otros no”, resume, sobre lo más pedido por chicos y adolescentes.
Además, se diferencia de las nuevas camadas: “Hoy los barberos no saben usar navaja porque ya no se usa. Las barberías están de moda, pero surgieron 100 años atrás, las inventaron los yankees y vinieron para Argentina”.
Enfermedad y resiliencia
Salvo los lunes y los domingos, “Beto” trabajó siempre. Mañana y tarde, al pie del cañón. Sin embargo, en 2015 tuvo un parate obligado, producto de una enfermedad que supo afrontar y sortear con valentía.
En un chequeo médico le detectaron un tumor maligno en su pulmón derecho. Lo operaron y pudo recuperarse, pero cuatro años después le apareció otro en la tercera vértebra de la columna. También se curó por completo. Hasta que en 2021 tuvo su tercer diagnóstico de cáncer, otra vez en el pulmón. Por eso sigue un tratamiento de quimioterapia.
“No sé por qué siempre quise ser peluquero, las cosas vienen con uno. Me acuerdo que me preguntaban qué iba ser de grande y yo a los 8 años ya decía que quería cortar el pelo”.
“Cuando me enteré lo que tenía no le di bolilla, no me hice problema, si no, es peor. Me hago estudios cada seis meses para ver cómo va todo. Ando mejor, me están aplicando menos suero de la quimio”, confiesa sobre su problema de salud, que igualmente le permite trabajar y casi no le deja secuelas post tratamiento.
“Si no me muero, voy a seguir trabajando de por vida, me gusta trabajar y estar en contacto con la gente, charlar… Mientras me dé la vista, las piernas y los brazos, seguiré cortando el pelo. Jamás me cansó hacerlo. Me levanto y estoy feliz porque tengo que trabajar de lo que me gusta”, asegura, con una definición que lo pinta de cuerpo entero, mentalmente fuerte, optimista y siempre con ganas de seguir haciendo lo que eligió hace ya medio siglo.
“Me gustaba más el Escobar de antes”
Como buen vecino escobarense, “Beto” Puzzo no esquiva el tema cuando se le pregunta cómo ve la ciudad y, al igual que la gran mayoría, añora el antiguo espíritu pueblerino. “Escobar creció mucho. Hoy te parás en la plaza y no conocés a nadie. Me gustaba más el de antes. Hay edificios por todos lados, mucho tránsito. ¿Qué le agregaría? Un centro oncológico”, declara.
Apasionado por la pesca, colabora con el Club de Pescadores de Escobar, haciendo de fiscal en los concursos del ranking general y siendo mozo en los asados de fin de año.
Aunque reconoce que ya no sale tan seguido, suele vérselo cenando con sus amigos de toda la vida en los bufetes de los clubes escobarenses, siempre soltero. “No es que no me haya querido casar, no se me dio. Una vez le pregunté a un psicólogo y me dijo que era el destino. Creo que pasa por ahí el tema. Igual estoy abierto, si llega, llega”, razona, entre risas y con picardía.