Se inició en el comercio en la década del ‘80 y sobrevivió a varias crisis, pero ninguna como esta. Por eso, decidió reconvertir el bar Del Polaco con un anexo de verdulería. Presente y pasado de un escobarense de toda la vida, emprendedor y sociable.

Las secuelas que sigue causando la pandemia de coronavirus son muy graves. Uno de los sectores más afectados es el comercio minorista, que entre las restricciones y la caída del consumo empieza a dejar un tendal de locales con persianas bajas y carteles de alquiler. Los que resisten, en tanto, en muchos casos han tenido que reconvertirse para salir a flote. Uno de los tantos ejemplos que pueden verse en Belén de Escobar es Del Polaco, en pleno corazón de la avenida Tapia de Cruz.

“Mirá que sobreviví a todas las crisis pero como esta no vi nunca. Es demoledora”, le cuenta el “Polaco” Alberto Babasz (71) a DIA 32. El bar dejó atrás las mesas, los cafés y las hamburguesas para convertir su salón en verdulería, panadería y pollería, todo en uno. Lo que se llama mutar ante la necesidad.

“Fue una idea de David, mi sobrino. Sino no hubiera podido seguir abierto. Los bares y restaurantes van a tardar mucho en volver y tendrán distanciamiento social. Con cinco o seis mesas ocupadas no cubrís los gastos, por eso cambiamos. Traemos lo mejor, aunque salga más, porque bueno y barato no existe”, afirma el experimentado comerciante, que se inició en el rubro de panadería en la década del ´80.

El cambio de piel para Del Polaco fue en mayo, cuando se veía que la cuarentena iba para largo y ya era hora de tomar una determinación crucial. A más de dos meses de la transformación, su dueño está contento con el resultado: “La gente aceptó el cambio. Ves menos plata, sí, pero tenés muchos menos gastos, achicamos horas de trabajo y pagamos menos luz. Con la verdulería se encaminó el negocio, renegás menos. También ofrecemos desayunos y comidas para llevar”, detalla Babasz, mientras bromea con los empleados durante la sesión fotográfica.

Historia de vida

Alberto es hijo de inmigrantes. Su abuelo paterno fue gobernador de un pueblo en Polonia y su padre combatió en la II Guerra Mundial, porque justo estaba haciendo el servicio militar. “Estuvo en la batalla de Montecassino peleando para los aliados en Italia, bajo el mando del general Anderson. Ahí conoció a mi mamá”, cuenta el “Polaco”, orgulloso de las vivencias de su papá por el mundo.

“Italia estaba destruida y ellos tuvieron que emigrar, se subieron a un buque y llegaron a Argentina. Acá los terratenientes buscaban inmigrantes para trabajar y a mi papá lo agarró un médico que tenía una quinta en El Cazador y fue de casero. Después empezó a trabajar en la fábrica Dacunto y a los pocos años nací yo”.

Años atrás él tuvo la chance de conocer Europa y recorrer algunos de los lugares que tanto le había contado su padre.

-¿Cómo fue tu infancia? ¿A qué colegio fuiste?
A la Escuela 2. Hice la primaria y la terminé a los 15 años, porque no tenía tiempo de estudiar y repetí tres veces. A la mañana iba al colegio y a la tarde trabajaba en la panadería de Bertolotti con mi hermano Antonio. Empaquetábamos las galletas marineras. Yo tenía 10, 11 años.

-¿Cuál fue tu primer emprendimiento?
-Un puesto en la Fiesta de la Flor, cuando se hacía en lo que ahora es el polideportivo. Vendí hamburguesas, pero fue un desastre. Nos llovió y mi mamá tuvo que pagar el crédito que me había sacado porque no recaudé casi nada. Empecé en la textil Dragui y justo me tocó la colimba.

-¿Cómo seguiste después?
-Estuve un tiempo más en Dragui y entré a Cerámica Pilar. ¡Hacía 45° ahí adentro! Tenían un horno que cocinaba a 2.000 grados. Transpiraba mucho y me agarraba unas gripes impresionantes. Dejé y entré en Ford, hasta que me despidieron y empecé a trabajar con el tractor de mi viejo. Después me compré un camión, repartía ladrillos para Olivera, buscaba leña en Entre Ríos, así me iba arreglando.

-¿Cuándo arrancaste con la panadería?
-En la época de Alfonsín no se vendía nada de ladrillos ni se hacían fletes y con mi pareja de ese momento decidimos empezar a hacer pan. Entregué el camión y el tractor como parte de pago y compré el fondo de comercio de la panadería La Nueva, que estaba en Belgrano casi 25 de Mayo. Estuve 6 ó 7 años y construí mi propio local, enfrente, donde sigue estando ahora.

-¿Ese fue tu proyecto comercial más exitoso?
-Sí, pero después empezó a caer. En la época de Alfonsín me fue muy bien, en un año me hice la casa arriba del negocio. Después me separé y vino Luis (Patti), diciendo que necesitaba una casa para alquilar como sede porque iba a lanzar su campaña para intendente. La terminó comprando y la remodeló toda.

Con Luis (Patti) seguimos siendo amigos, lo he ido a ver a la cárcel. Siempre estoy al lado de él, es una persona de bien”.

-¿Llegaste a ser socio comercial de Patti en la panadería como se rumoreaba?
-Nada que ver. También decían que yo era el testaferro de él y no es así. Yo tengo mi panadería y esa casa ahora es de Luis, su hijo mayor. Seguimos siendo amigos, lo he ido a ver a la cárcel. Siempre estoy al lado de él, es una persona de bien.

-¿Tenés otras panaderías?
-Sí, tengo la de 25 de Mayo y Alberdi y otra en la entrada de Maschwitz. Tenía La Americana, ahí alquilaba. Cuando hicieron Burger King me taparon el desagüe fluvial, al otro día llovió, se empezó a inundar y se cayó el techo, un desastre. Perdí los muebles, todo. Le dije al propietario y no se hizo cargo. Ahora estamos en juicio.

-¿Cómo surgió la idea de abrir Del Polaco?
-Fue hace 9 años. Jet Set ya había cumplido su ciclo, lo hablé con mi sobrino David y reformamos todo hasta que inauguramos.

-¿Invertiste mucho?
-Fortuna, siempre invertí en Escobar. Creo que si hubiera especulado tendría más de lo que tengo.

-¿Fue redituable Del Polaco?
-No, para nada. No llegué a recuperar la plata. Gasté unos u$s 400 mil entre obras, llave, máquinas y amoblamiento. Saqué como 30 camiones de tierra para que quede a la misma altura de la vereda, porque no es bueno tener un negocio con escalera, a la gente le cuesta subir. Hice cloacas, desagües, todo nuevo. Siempre con el aval del Club Independiente, que es dueño del local.

-¿Cómo ves al comercio local con el efecto de la pandemia?
-Veo cualquier cantidad de negocios cerrados, es impresionante. Los que hicieron bien las cosas por ahí se pueden aguantar un poco más. Yo tengo una cultura gringa, si ganás 10 guardá 5 porque no sabés lo que va a pasar mañana.

FICHA PERSONAL

De oficio panadero

Alberto Babasz nació el 9 de octubre de 1948 en la salita de primeros auxilios que estaba al lado del Palacio Municipal. Está divorciado y tiene una hija de 5 años. Panadero desde hace casi cuatro décadas, de joven jugó al fútbol como wing izquierdo en Independiente de Escobar. Hace ocho años que no se toma vacaciones. “Por falta de tiempo”, explica.

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