2017 fue el año de popularidad de este innovador sistema de dinero virtual, que crece exponencialmente en todo el mundo. Ya tiene 10 millones de usuarios y cada unidad llegó a valer casi 20 mil dólares.

Un día de 2009, un joven estudiante noruego llamado Kristoffer Koch buscaba información en Internet sobre cifrado de datos para una tesis, hasta que dio con un proyecto que llamó su atención. Bitcoin era el nombre de aquella idea por la que, sorprendido, decidió invertir 180 coronas (poco más de 386 pesos). Cuatro años después, vio un anuncio y recordó su compra. Al entrar a su cuenta, no lo pudo creer: su saldo había ascendido a cinco millones de coronas.

Esta es solo una historia de tantas ocurridas en torno a la moneda virtual por excelencia de la que todo el mundo habla, dice y opina. Sin intervención de ningún Estado ni de bancos, esta herramienta digital fue la protagonista de 2017, aunque muchos advierten sobre sus efectos secundarios. Sea mito o realidad, con su aparición el futuro está entre nosotros.

Bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, un usuario de Internet ideó en la década pasada este sistema con el fin de sacarle protagonismo a las terceras partes involucradas en las transacciones entre personas. “Una versión puramente electrónica de efectivo permitiría que los pagos en línea fuesen enviados directamente de un ente a otro, sin tener que pasar por medio de una institución financiera”, explica el documento fundacional de Bitcoin.

En ese mismo artículo se destacan siete principios fundamentales: nunca podrán existir más de 21 millones de unidades, las transacciones no se pueden censurar, tiene código abierto -accesible para todos-, cualquiera puede utilizarlo, los propietarios no están obligados a dar su identidad, todas las unidades son intercambiables y los pagos son irreversibles.

Una gran cantidad de desarrolladores le dieron impulso a esta moneda libre, que con el correr del tiempo fue cobrando notoriedad en el mercado y en el mundo entero. Su cotización pasó de ser de seis centavos de dólar por unidad a mediados de 2010 a los recientes u$s 19.891 con los que tocó su techo en diciembre, antes de desplomarse a 10 mil en apenas un día.

“Desde 2016, la moneda sigue creciendo en uso, pero también su aceptación dentro del mercado financiero tradicional. Creemos que esta es una de las variables que ha generado un incremento en su valor”, asegura Franco Amati, cofundador de la ONG Bitcoin Argentina.

Muchos dan por hecho que el efecto de esta moneda virtual en la actualidad no es más que una burbuja pronta a explotar y toman como ejemplo la mencionada caída de su valor en los principales mercados económicos. “Ante una subida de precio tan considerable, es lógico que existan correcciones, pero tarde o temprano siempre se recupera el valor”, afirma Amati.

Una billetera digital

Desde una aplicación móvil o una computadora, se abre una cuenta y se maneja un monedero personal en el que se pueden enviar y recibir estas monedas virtuales. El sistema está asegurado por un elemento llamado blockchain, una especie de base de datos que contiene cada una de las transacciones realizadas y permite verificar su veracidad.

En casas de cambio, intercambios con otras personas o la venta de algún bien o servicio se pueden adquirir bitcoins, que suelen usarse en sitios de e-commerce -comercio vía web- y hasta en varios negocios de Capital Federal y sus alrededores, donde ya los aceptan como medio de pago.

La libertad, sus bajas tasas, su -hasta ahora- bajo riesgo y su transparencia son las ventajas que convencieron a más de 10 millones de usuarios a sumarse a este nuevo universo monetario. Mientras las tradicionales monedas y billetes experimentan su ocaso, Bitcoin sigue haciendo ruido.

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