El 2012 viene movido y de eso no hay duda alguna. Se escucha en la calle, en el colectivo, en el supermercado e incluso entre los miembros de centro-izquierda de los wachiturros. Esta incertidumbre generalizada se estuvo haciendo escuchar el mes pasado mediante una nueva serie de conciertos para muchedumbre y cacerolas. Expresiones colectivas que fueron convocadas esta vez a través de redes sociales, medios digitales varios, clubes de jazz y el folletín de la logia masónica de la avenida Quintana.
Los caceroleros tuvieron su pico en los primeros días de junio, cuando llegaron a agruparse de a miles para reclamar contra la inseguridad, la inflación y la corrupción, entre un cocktail de diversas consignas, aunque estuvieron faltos de un planteo puntual. Incluso se oyeron varios coros retrógrados como “que se vayan todos” y “basta de la dictadura K”. Bajaron desde los refinados barrios pro del norte de la Capital Federal hacia la Plaza de Mayo, algo que luego fue revisado por aquellos que convocaron, ya que debido a las rebajas y liquidaciones de invierno perdieron a muchas manifestantes que no pudieron evitar quedarse mirando las vidrieras que circundan la esquina de Callao y Santa Fe.
El quid de la cuestión es que, casualmente, los cacerolazos volvieron acompasados a las crecientes restricciones que el gobierno puso para la compra de esos verdes Benjamines que tantos nos gustan a los argentinos. Muchas veces nos declaramos antagonistas del sueño americano, pero no hace falta que Obama tenga un poco de acidez estomacal para que la psicosis colectiva azote la city porteña y las cuevas se llenen como fiesta de 15. No trascendió en los medios que allá por el ‘98, luego del estreno de Impacto profundo, hubo una corrida cambiaria y Susana tuvo pesadillas. No hay que ser Axel Kuschevatzky para darse cuenta del mensaje implícito del filme: presidente negro = fin de la raza humana.
Algo para destacar fue la pobre cobertura de los medios televisivos y la falta de entrevistas en vivo a los manifestantes. Este recurso es un arma de doble filo y por eso se evitó disimuladamente, usando en la mayoría de los casos tomas panorámicas, sin interacción con la gente. Caer en reflexión sobre la parcialidad de las corporaciones mediáticas está un poco gastado ya, por eso es interesante recurrir a la información en internet que es producida por los mismos usuarios.
Mechar un poquito de cacerolazo entre “Tano” Pasman y el famoso “¿Y Candela?” puede venir bien al momento de formar opinión, una tarea cada vez más difícil en la sociedad actual, donde parece no haber una tercera posición con respecto al gobierno: o estás bautizado con la gracia de Néstor o sos un nazi pro corporación que quiere violar a la Patria. ¿No será demasiado? Quizá la tercera posición se acerque a pensar que este es el mejor gobierno que podemos tener en este momento, pero que aún tiene por saldar muchas deudas sociales y políticas, y muchas situaciones dudosas para aclarar.
La manifestación colectiva es un arma clave para la defensa y la expresión del pueblo, pero de poco sirve sin consignas claras y propuestas concretas para el cambio. De todas maneras, mas allá de aquel delirante que pedía -en vivo y en directo- ayuda a los Estados Unidos para salir de la crisis y aclaraba que “amamos el libre mercado”, hay que destacar que puede uno estar de acuerdo o no, pero es siempre mejor manifestarse que quedarse quieto y solo quejarse. Eso sí, nada justifica la violencia que algunos ejercieron contra trabajadores de prensa de medios vinculados al oficialismo. Como diría Mirtha, “así no”.
Quizá ensuciando un poco las cacerolas de teflón con un guiso de olla popular se logre acercar a las distintas posturas. En definitiva, somos todos argentinos y ¿quién no disfruta de un plato caliente de un buen guisacho?