Participó y lució su talento en La Voz Argentina y otros programas de televisión, desde Cantaniño hasta Operación Triunfo. A los 27 años, dice que no la seduce grabar un disco y exhibe un fuerte compromiso social.

Con sus coloridos vestidos de flores, el pelo al viento y una sonrisa contagiosa, Guadalupe Espeja (27) en su perfil de Instagram les pregunta a sus seguidores: “¿Qué esperan para ir detrás de eso que los hace felices?”. A ella todavía le dura la felicidad de haber participado en La Voz Argentina, donde fue parte del equipo de Ricardo Montaner y deslumbró al público en tres presentaciones, a pesar de no haber ganado. Asegura que siempre se trata de un aprendizaje y que el camino sigue.

A la hora de definirse, aunque apuesta de lleno a su carrera musical, empieza por otra faceta: “Soy militante y feminista”, asegura. Y le cuenta a DIA 32 que el compromiso y la lucha por diversas causas sociales la convocan desde muy chica.

Su amor por la música también lo descubrió temprano. Fue en un restaurant que tenían sus padres en Villa Gesell, donde los fines de semana había cena show. Una noche, con apenas 5 años, se acercó al escenario: “Me subieron a una sillita, me paré ahí arriba y no me bajé más”, recuerda.

Cuenta que nunca la rebotaron de un casting: a los 7 años participó del programa infantil de “Caramelito” Carrizo, después estuvo en Pop Kids, un ciclo de Canal 7 conducido por Pipo Cipolatti. También pasó por Cantaniño y por Operación Triunfo.

Nació en San Miguel de Tucumán, porque su abuelo ejercía allí como obstetra y sus padres decidieron viajar para el parto. Después vivieron en Capital y cuando tenía 6 años se mudaron a Ingeniero Maschwitz. Guadalupe destaca constantemente la importancia de su familia en cada paso que da, alentando y confiando en ella.

Sus referentes son Charly, Spinetta y admira profundamente a Mercedes Sosa: “Lo sintetizo todo en ella: todo lo que ‘la Negra’ pudo haber interpretado, todo eso me gusta interpretar”.

La noche de su última presentación en el reality show de Telefé entonó Una canción diferente, de Celeste Carballo: “La disfruté muchísimo, me fui feliz porque tenía que ver conmigo”, confiesa.

-¿Por qué es tan importante para vos alentar e inspirar a los otros para que hagan lo que les gusta?
-A mí me entristece mucho ver que la gente no trabaja de lo que ama y que eso es un común denominador. Cuando te gusta lo que hacés, las responsabilidades se asumen desde otro lugar. Yo tenía un novio que me decía que su sueño era ser taxista. A mis 18 años, eso me parecía un poco raro. Y a medida que lo fui conociendo y entendiendo, aprendí que ese sueño estaba buenísimo. Creo que cualquier sueño es el mejor si realmente es lo que amás hacer.

-¿En qué medida tu familia tiene que ver con el camino que elegís hoy?
-Todo lo que soy ahora es gracias a ellos. Me transmitieron la sensibilidad social, que la aprendí de chica y pesa de grande, porque yo puedo dar el mensaje de que las personas luchen por lo que quieren, pero otra cosa que para mí es fundamental es luchar por el otro. Lo que soy hoy tiene que ver con la Guadalupe que se dedica a la música, pero al mismo tiempo soy la otra, la que levanta la bandera feminista, la que asume un compromiso con la sociedad. Por momentos pienso que adherir a determinadas causas puede hacer que menos gente me siga, pero esta es mi postura. No soy un parlante donde suena mi música, tengo voz también para hablar.

-¿Qué experiencia tuviste en La Voz Argentina?
-Aprendí mucho, y esto me pasó en todos los programas en los que participé. Creo que lo más lindo fue que te permitían decidir varias cosas, como la ropa y las canciones, para que no traicionáramos nuestra personalidad, nuestra impronta. Yo les expresé que me gustaban los colores y llevar el pelo así, como es, un poco revolucionado. Eso me hizo sentir muy cómoda. Tuve tres presentaciones en el programa: empecé con If ain’t got you, de Alicia Keys, después canté un tema de Cristián Castro, que no era mi estilo, pero bueno, también es parte del juego, y terminé con una canción que elegí yo. Fui muy feliz por haber participado y haber llegado a donde llegué.

-¿Cómo descubriste que querías dedicarte a la música?
-A los 18 empecé con la militancia y trabajé dando clases de apoyo escolar en Garín. Cuando los chicos se enteraron de que era cantante, me pidieron que les diera clases. A mí nunca se me había cruzado por la cabeza enseñar. Pero me enamoré de la docencia. También propuse incluir lo artístico en lugares donde milité, como en el Centro Cultural Macacha Güemes. Y más tarde me llamaron de institutos privados. Ahora estoy en un momento en el que no puedo elegir si cantar o enseñar, tengo el mismo amor y deseo por las dos cosas.

-¿Cuándo decidiste apostar exclusivamente a esto?
-Fue en un momento que trabajaba como camarera. Lo disfrutaba mucho porque estaba en contacto con la gente y ganaba muy buenas propinas. A la gente le encantaba cómo la atendía… Pero un día dije ‘necesito enfocarme en mi carrera, en la música, que es lo que quiero para mi vida’. Entonces empecé trabajando en trenes y subtes, donde tuve una muy buena experiencia, las personas te lo agradecen mucho. Aparte, estoy en la movida local del blues hace diez años, doy clases, y canto y paso la gorra en el Mercado de Maschwitz.

«A mí me entristece mucho ver que la gente no trabaja de lo que ama y que eso es un común denominador. Cuando te gusta lo que hacés, las responsabilidades se asumen desde otro lugar. Creo que cualquier sueño es el mejor si realmente es lo que amás hacer».

-¿Expectativas para 2019?
-En principio, buscar un nuevo formato de banda con guitarra acústica, percusión y teclado para hacer música latinoamericana, al estilo Mercedes Sosa. Como también soy compositora, quiero mostrar mis canciones.

-¿Sueños? ¿Te gustaría grabar un disco?
-Tengo muchos sueños, y no sé si se pueden cumplir todos. Pero nunca pensé en grabar un disco. Más bien me encantaría viajar por el mundo con mi música para sentir el recibimiento de las personas. Lo mío es estar en contacto, abrazar, por eso lo del disco no me atrae… Necesito estar ahí, presente, para ver qué le pasa al otro cuando me escucha.

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