Por FLORENCIA ALVAREZ
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Ale y Joe producen en Escobar las mejores flores de cannabis del país. No por nada, con su variedad Peyote Purple, ganaron dos copas en 2014: la CABA y la Del Plata. Ambos son expertos en sacarle el mayor provecho a la planta, no solo con fines recreativos sino también medicinales y terapéuticos.
Como llevan a cabo una actividad que en nuestro país está prohibida, DIA 32 acordó para esta nota no revelar sus verdaderas identidades, el lugar geográfico ni los detalles personales. En el circuito cannábico ellos se manejan con nicks: Blanka Flor (46), a quien se aludirá como Ale, no tiene problema en decir que es ingeniero agrónomo; mientras que Joe Baglivo (43) prefiere conservar en secreto su actividad profesional.
Ambos cultivan cannabis con el espíritu de obtener de la planta -a la que consideran sagrada- lo mejor que su flor puede dar. Para fumarla, por supuesto. Pero también con el interés de conservación de las especies, con fines medicinales, para incentivar el autocultivo y adquirir experiencia que pueda serle útil a los consumidores que decidan tener sus propias plantas y dejar de comprar “de contrabando”.
Ale y Joe trabajan en equipo desde hace ocho años. En 2014 ganaron dos copas cannábicas, la CABA y la Del Plata, competencias de cata donde se elige a la mejor flor. En ambas fueron campeones con la variedad Peyote Purple, que hicieron crecer al aire libre sobre una cama de cultivo cuidadosamente preparada.
La Copa del Plata va por su edición número catorce. La empezó a organizar en secreto “El Argentino”. Solo participaban una decena de personas con las que coordinaba un punto de encuentro -como ser Plaza Italia,- las subía a un micro sin saber el destino, confiscaba los teléfonos móviles y allí marchaban, cada uno con su muestra. “En aquella época había mucho miedo. Después de todo, somos ‘faloperos’”, admiten Ale y Joe.
Pero con el tiempo, al compás de cierta desestigmatización social, las cosas fueron cambiando. Hoy los encuentros se hacen en estadios y boliches y la concurrencia supera las mil personas. Hasta permiten ingresar con celulares, aunque piden que no se saquen fotos ni se postee en las redes sociales en tiempo real.
Copados con la mota
En los concursos, cada cultivador presenta una muestra de entre 5 y 10 gramos, perfectamente manicurada -así se le llama al proceso de sacarle las hojitas con lupa y una tijerita de punta de costurera- y los jurados, avezados cultivadores y expertos fumadores, comienzan con la evaluación.
“La primera selección se hace mediante la vista. Se comprueba que no haya tenido mucha fertilización y detalles por el estilo. Si hay muestras que no están presentables, se devuelven. Después de la imagen visual se evalúa lo olfativo, si está definido el aroma. A continuación se cata el sabor, si sigue prendido, si raspa o no la garganta. Si la tuca sigue teniendo gusto o ya está fea”, explica Joe.
Los jueces no prueban un porro detrás de otro durante la elección sino que lo van haciendo en las jornadas previas, a razón de tres variedades por día (a la mañana, a la tarde y a la noche).
Las copas comenzaron hace décadas en Amsterdam y en Estados Unidos. Hoy son muchos los países que tomaron la costumbre. Por eso en los eventos hay gente de todos lados que viene a compartir sus experiencias, más que nada. Porque si se trata de traer muestras, la cosa puede complicarse con la ley. Para evitarlo portan diminutas dosis de BHO, una extracción del tetrahidrocannabinol (THC) que rindió la planta. Se consume en una pipa de titanio o en cualquier artefacto que permita calentarlo. Un sistema muy utilizado en EE.UU.
Estas copas son importantes para los cultivadores porque son fuente de conocimientos. Hasta participar y ser rechazo es un aprendizaje, porque siempre recibirán una devolución, a veces hasta por escrito.
“Al principio, el mayor problema de las copas era la falta de comida -dice Joe-. Un consumidor de cannabis de buena calidad y en cantidad, necesita comer tres veces más que una persona común y tomar mucha Coca Cola. Si no puede desmayarse. Ahora ponen colchones para los que se quieran recostar un rato, y hay ambulancias, como hacen en los de artes marciales”.
Puertas adentro
Por las dificultades legales y la falta de espacios abiertos, una modalidad de cultivo muy extendida es el indoor (puertas adentro, en inglés), donde un cuartito de unos 6 m2 hace de invernadero.
El sistema de iluminación, junto a los medidores de temperatura y de humedad, se encargan de manipular las estaciones del año controlando la cantidad de horas de luz. Veinticinco plantas de cannabis lucen esplendorosas, con cogollos fuertes, blancos y llenos de pelitos. Los tallos más largos están cuidadosamente inclinados. Es una técnica que genera un callo en la rama, sin maltratarla demasiado, para que el arbusto se extienda hacia a los costados y no hacia arriba, porque no tendría lugar.
Ale y Joe estudiaron y experimentaron hasta el cansancio. Se conocieron en el foro solocannabis y sus primeros encuentros cara a cara fueron en una plaza, pasándose semillas de canuto. Así llegaron a tener 60 variedades. Cuentan que se pueden caracterizar por el lugar de procedencia, pero sobre todo por su genética. La división básica es Sativa e Índica; las primeras provienen de zonas ecuatoriales, cálidas, y las segundas de Pakinstán, Afganistán, lugares con otro clima. Esas floran más rápido.
Uno los aspectos que más investigan de la marihuana es su uso medicinal. Ale, que es el alquimista, se encarga de hacer galletitas, de lograr los aceites y el que gusta de mantener vivas especies casi en extinción, dice que hasta su madre utiliza el cannabis con fines terapéuticos.
“Mi vieja superó el duelo de mi viejo, que falleció en febrero. Fue a psicólogos y psiquiatras, le dieron una lista interminable de antidepresivos. Pero no los quiso tomar y me pidió que le prepare algo con las plantas. Ahora está re contenta, duerme bien, descansa bien, hace yoga, escribe libros y anda para todos lados”, afirma.
En estos casos, el cannabis suele utilizarse en forma de aceite (hachis oil), un concentrado de las glándulas de resina sin material vegetal, que es donde está la mayor cantidad de THC, uno de los principales compuestos activos. Se utiliza en pequeñas porciones sacadas, generalmente, de una aguja de jeringa e incluso vuelta a diluir.
“Yo explico mucho que para una persona que va a utilizarlo medicinalmente hay que bajarle la concentración. Si te pasás, el efecto puede ser feo, te puede agarrar paranoia”, agrega Joe.
Además de sus efectos relajantes, los cultivadores aseguran que la marihuana es efectiva para tratar el cáncer, la epilepsia, el Alzheimer y el autismo, que es anticonvulsiva y que sirve para controlar el stress y los dolores.
“Hay gente que está trabajando, por ejemplo, en el uso del cannabis para tratar a los adictos al paco, que necesitan consumir constantemente. Las flores de cannabis les sacan la ansiedad, entonces se reduce el daño. No decimos que es mejor cambiar una droga por otra, pero la realidad es que en 30 días bajan los niveles corporales de adicción”, sostiene Joe.
Si no estuviera prohibida, Escobar podría jactarse con orgullo y razón de ser Capital Nacional de la Flor de marihuana.
Los sexos de la planta
Una planta de marihuana puede ser macho o hembra. Una se desecha, mientras que la segunda es la que se consume.
El sexado es otra de las partes más difíciles del cultivo, porque si el objetivo es conseguir flores y no semillas, al macho hay que eliminarlo desde temprano para que no polinice a la hembra.
“En estadios iniciales, con 4 ó 5 pares de hojas y con una lupa de 30 a 60 aumentos, si es macho en las axilas de las hojas se ve que tiene como unas bolitas, y si es hembra tiene como unos pelitos blancos que son los futuros pistilos de la flor madura”, explica Ale, experto en la materia.
Flores vs prensado
Con respecto a cuál es la diferencia de las flores con la marihuana prensada, que generalmente proviene de Paraguay, los especialistas explican que la primera “tiene una energía distinta”, mientras que el otro “en realidad por dentro está podrido, porque al prensarlo el THC se degrada”.