Por FLORENCIA ALVAREZ
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Juan, de 6 años, mató de un tiro a su hermano Valentino, de 4. Sucedió ayer, en una casa cualquiera. El mayor encontró el revólver que su papá había heredado de su abuelo guardado en el cajón de la mesa de luz. El anciano se lo había dado a su hijo “por seguridad”. Juan sólo quería jugar.
Ignacio Burns, de 21 años, estaba en casa de un amigo, en Olivos, haciendo “la previa” con un grupo de jóvenes antes de ir a bailar. Fue en agosto de 2010. Alguien encontró una pistola 9 milímetros que su padre, antes de irse de vacaciones con su esposa, no había guardado muy bien. Se habló de ruleta rusa, de suicidio. Lo cierto es que Ignacio se pegó un tiro en la cabeza y murió. Moraleja: tener un arma en casa puede ser de un riesgo fatal.
Tragedias así se leen con frecuencia en las páginas de los diarios. Son ciertas. ¿Cuánta gente se mató, se desfiguró o se sacó un ojo limpiando un arma? ¿Y a cuánta le pasó lo mismo disparando sin saber hacerlo? ¿Cuántos no querían hacerlo pero lo hicieron? Las balas se disparan de una pistola o de un revólver a una velocidad de 340 metros por segundo, casi la misma velocidad del sonido (343.5 m/s). De ser tocados por una bala hay pocas probabilidades de salir ileso, o vivo.
En julio se lanzó la segunda etapa del Programa Nacional de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego (también llamado Plan de Desarme), cuya ejecución está a cargo del Registro Nacional de Armas (RENAR) y al cual se adhirieron 36 municipios bonaerenses, entre los que se encuentra el partido de Escobar.
A entregar las armas
En Belén de Escobar, la boca receptora funciona en la Dirección General de Prevención Comunitaria (Colectora Este y Estrada), los miércoles hasta fines de agosto, de 9 a 14 horas. Es una oficina montada con una computadora que está online con el RENAR; cada vez que los empleados reciben un arma, labran un acta donde asientan el número de serie, marca, tipo y calibre para cotejar esos datos con los registros existentes. El sistema indica si todo está en orden o si el arma tiene pedido de secuestro por haber estado involucrada en hechos delictivos. De no tener impedimentos, es destruida frente a su dueño con una prensa hidráulica que le aplasta el cañón y la deja inutilizada. En cambio, si tiene antecedentes, se la separa sin destruirla. Se le entrega a la persona la retribución económica pero esa arma se preserva hasta que se realice la tramitación judicial correspondiente.
Cada persona puede entregar hasta 10 armas por día de canje y recibe un monto incentivo que es mucho más bajo que el precio de mercado: entre 200 y 600 pesos por pistolas y revólveres; 200 a 400 pesos por escopetas y 200 pesos por pistolones. Adicionalmente, cada pieza de munición se paga 10 centavos.
El dinero se recibe por medio de un cheque preimpreso que se hace efectivo en el Banco Nación. Este incentivo se otorga porque “el Estado asume como política pública la necesidad de disminuir la violencia armada, producto de la proliferación de armas de fuego tanto en el mercado legal como en el ilegal. En tal sentido, el incentivo monetario pretende recompensar a aquellos ciudadanos que, conscientes de los peligros que entrañan la posesión de armas, las entregan con el solo fin de contribuir a la disminución de la violencia y a la construcción de una sociedad más pacífica”, explican desde el gobierno en la página oficial del programa (desarmevoluntario.gov.ar ).
La primera etapa del proyecto, contemplado en la ley 26.216, rigió entre septiembre de 2006 y marzo de 2008. Participaron varios distritos, pero Escobar no se adhirió. En aquella oportunidad se incautaron 107.761 armas en toda la zona de acción y 774.500 municiones de diversos calibres. Terminado el plan, las armas se destruyeron reduciéndolas a chatarra, que luego fue donada a la Fundación Garraham.
Una encuesta de la Asociación para Políticas Públicas (APP) determinó que en aquel momento la proliferación de armas en los hogares bajó un 2,7 por ciento y que se destruyó un 10 por ciento de las armas registradas en el país.
Según el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Julio Alak, “las armas de fuego utilizadas en hechos delictivos inicialmente provienen del circuito legal, por lo cual el Plan de Desarme contribuye enormemente a disminuir su circulación en manos de los delincuentes”.
Por su parte, el comisario Carlos Vara, de la seccional Escobar 1ra, señala que “uno de los principales inconvenientes de que un civil tenga un arma en su casa es que los delincuentes se abastecen de las armas robadas. Entran a una casa, hacen un escruche, roban televisores, una video, la cafetera y se llevan el arma. Ahí ya tenemos un delincuente más armado en la calle”.
En el territorio nacional hay registradas 1.240.000 armas, que están en manos de 698.077 usuarios legítimos. Se presume que, al menos, hay dos millones más en el circuito ilegal.
¿A qué apunta el plan?
Si es como una gran medida tomada contra la inseguridad, no promete ser demasiado efectiva. Pero no es así como está concebido ni planteado el proyecto. Pretende que la sociedad tome conciencia de que tener un arma no es una buena idea. La medida apunta, simplemente, a que no tenerlas evita accidentes estúpidos, situaciones de violencia familiar y homicidios. Según el director del RENAR, Andrés Meiszner, está comprobado que el 65 por ciento de los homicidios se da entre personas conocidas, vecinos y peleas callejeras. Se trata de achicar los riesgos.
Al miércoles 27 de julio –tercera jornada del programa en Escobar- 24 personas habían ido a entregar sus armas a la Dirección General de Prevención Comunitaria. Dos oficiales del RENAR atienden en una oficina cerrada, toman los datos, labran el acta de recibimiento, la inutilizan y entregan el cheque.
Las armas se guardan en una bolsa blanca de arpillera de plástico que está apoyada en el piso, en un rincón. A medida que pasa la mañana se va llenando de escopetas, revólveres y pistolas. Una imagen un tanto fuerte para alguien que no está acostumbrado a tratar con armas.
Todo parece viejo, muy usado o muy maltratado por el paso del tiempo. Uno de los oficiales, quien aclara que no está autorizado a identificarse, confirma que ese día ya habían recibido diez armas (faltaban un par de horas para que se cumpliera el tiempo previsto), ninguna de ellas buscada por la justicia, y que la sorpresa fue que muchas mujeres se acercaron a deshacerse de las mismas.
“Mi padre está muy viejito, vive solo y me da terror que tenga armas en su casa. Se pone a querer limpiarlas y manipularlas pero la verdad es que las manos le tiemblan y no está del todo bien de la cabeza”, cuenta una vecina de Matheu. “Las tiene desde hace más de sesenta años, cuando esto era puro campo. Escopetas que usaban para cazar, revólveres que se pasaban de mano en mano… Ahora aproveché esta oportunidad para sacarle todas las armas de la casa y traerlas acá. No tenerlas es una seguridad para él”, afirma.
Es que en Escobar se está dando la misma tendencia que en la mayor parte de los distritos en que el Plan de Desarme se llevó a cabo con anterioridad, donde el 56 por ciento de quienes entregaron estos artefactos fueron señoras. La razón, aseguran los especialistas, es que a pesar de ser minoría entre los usuarios o tenedores de armas, son víctimas potenciales en situaciones donde se las puede amenazar o agredir con más facilidad. Además de tener una sensibilidad mayor para entender que el uso de un arma puede ser letal.
“Un arma siempre es un problema. Para eso está la Policía, Gendarmería, Prefectura, que son las fuerzas de seguridad que tienen la potestad de utilizarlas para prevención y para represión en el caso de que haya un enfrentamiento con delincuentes”, expresa el director general de Prevención Comunitaria, Juan Carlos Papa.
“En poder de un civil, un arma siempre puede ocasionar consecuencias, inclusive hasta en legítima defensa. En una casa suele haber armas dejadas por un abuelo o por otra persona, y hay mucha gente que ni siquiera tiene instrucción para poder usarlas. Y, a veces, ha habido hasta juegos que se han hecho con un arma y han terminado en tragedia. Si esa arma está destruida, mucho mejor”, señala Papa.
“Esto actúa de manera simple. Nadie tiene siquiera que mostrar su documento de identidad para traer el artefacto. Lo entrega, recibe un cheque al portador y se va. Creo que esto contribuye a que haya menos armas en poder de civiles con las consecuencias que eso implica”, concluye Papa, quien confirma que el organismo que él dirige no tiene acceso a las estadísticas, que maneja el RENAR y que indican cuántas armas hay registradas en el partido de Escobar.
A esto, el comisario Vara agrega: “Con la inseguridad que existe hoy en día, se nota que los civiles están cada vez más armados. Pero no es recomendable que una persona que no está acostumbrada a utilizar un arma la tenga, porque los momentos de tensión que se pueden llegar a vivir ante un ilícito pueden hacer que la persona actúe con imprudencia, negligencia o impericia, haciéndose daño a sí mismo o a terceras personas”.
Hay quienes están en contra de la medida porque sienten que nadie los cuida y entienden que estar armados puede salvar sus vidas y las de sus seres queridos. En primer lugar, la realidad es que manejar un arma es como jugar al fútbol: no se aprende mirando, se aprende practicando. Para usarla hay que estar instruido técnica y mentalmente. En segundo lugar, las armas no son para asustar. Son para matar. Hay que estar preparado para hacerlo y dispuesto a, después, hacerse cargo de las consecuencias.
Estadísticas escalofriantes
54% de los homicidios se cometen con un arma de fuego.
64% de los homicidios dolosos en Argentina no se da en ocasión de robo ni de delito.
27,2% de los homicidios, accidentes o suicidios ocasionados con armas de fuego ocurren en la vivienda.
39% de los crímenes se da por violencia familiar, discusiones o peleas; el 28,8% representan suicidios y el 25% son muertes en ocasión de delito.
Fuente: Informe de la Dirección Nacional de Política Criminal (2008).
No es para cualquiera
José Luis Colacilli está al frente de la armería cuya marquesina lleva su apellido. Comenzó a fines de los ‘80 y cuenta que desde 2004, a partir del caso Blumberg, las leyes se pusieron mucho más estrictas tanto para quienes desean adquirir un arma como para aquellos que las venden.
“Yo no puedo venderle un arma a nadie que antes no haya pasado por el RENAR y realizado todos los trámites correspondientes”, asegura el comerciante. “Tiene que presentar la credencial de Legítimo Usuario que acredita identidad, mayoría de edad, domicilio de guarda de las armas, inexistencia de antecedentes penales, estado de salud psicofísico apto y examen psicológico y psiquiátrico, entre otros requisitos”.
Además, los portadores de armas deben presentar un certificado suscripto por un instructor de tiro habilitado. La credencial tiene una vigencia de cinco años y debe ser renovada finalizado ese lapso para que no se convierta en un portador ilegal. Tiene carácter de título sobre el arma y se emite una por cada una que se desee registrar.
Esta tenencia habilita al usuario a mantener el arma en su poder, transportarla descargada y separada de sus municiones y usarla con fines lícitos como caza, tiro deportivo y coleccionismo.