Con el fin de erradicar de la faz de la Tierra las miles de toneladas de residuos metálicos que cada año producen los autos, motos y bicicletas en desuso, el Ministerio de Seguridad puso en marcha en 2008 el Programa Nacional de Descontaminación, Compactación y Disposición Final de Vehículos y Chatarra (ProNaCom), que está a cargo de la Dirección de Investigaciones de Delitos Federales.
Hasta ahora el programa se llevaba a cabo a un ritmo tan lento y discontinuado que no terminaba de solucionar la problemática. Pero en marzo la ministra Sabina Frederic dejó sin efecto las resoluciones anteriores en relación al tema, modernizó y expandió el ProNaCom, bajo las mismas premisas.
Desde ese momento, decenas de municipios del país están trabajando en deshacerse de su chatarra y liberar las colapsadas playas de vehículos incautados. Son automóviles, motos y hasta bicicletas que fueron retenidos en controles de tránsito o recolectados en jornadas de limpieza del espacio público, como arroyos y terrenos baldíos.
Autos abandonados en la vía pública, vehículos municipales que han sido dados de baja por su antigüedad y desgaste o los que aparecen incendiados en las calles también integran este inventario con destino de chatarra.
A estos se suman, en un número importante, vehículos con deudas de infracciones, que al no ser reclamados por sus dueños -ni saldada la multa- en un período de seis meses son pasibles de ir a la fila de la compactación.
Semanas atrás fue la primera experiencia de este tipo en Escobar, que adhirió al programa en 2019. En el operativo se compactaron 184 autos y 750 motos, junto a un lote de material ferroso y partes equivalente a otros 400 rodados.
El procedimiento fue coordinado por la Agencia Municipal de Transporte, Tránsito y Seguridad, cuya directora ejecutiva es Verónica Sabena. “Pudimos realizar la descontaminación ambiental de los predios donde están secuestrados los vehículos. De cada uno de ellos se lleva un registro muy estricto, ya que es fundamental la transparencia. Todas las piezas del rodado son destruidas, incluso las cubiertas”, le explica a DIA 32.
Los vehículos compactados, en primer lugar, son descontaminados: se les quitan todas las partes que puedan resultar peligrosas como baterías, tubos de gas, combustible, líquido de frenos y aceites, entre otros. De ahí, todo lo que queda va a la prensa compactadora para disminuir el volumen en un 50%. Eso es lo que se vende, en general a industrias metalúrgicas para su reutilización.
Las ganancias van siempre destinadas a fines solidarios. En el caso de Escobar, la recaudación fue de $862.802 y el dinero se donó a La Casita de Mario, un espacio de atención integral y de residencia transitoria para niños y adolescentes en situación de vulneración de derechos, que precisan de un contexto de convivencia alternativo a su familia de origen.
En el marco del ProNaCom existe un subprograma llamado Transformemos, que contempla la entrega a título gratuito de vehículos a entidades con antecedentes en la formación con orientación automotriz, para que sean utilizados con fines exclusivamente didácticos.
En su mayoría son escuelas técnicas a las que se les entregan, por ejemplo, motores de automóviles para que los alumnos puedan aprender e investigar con materiales reales. Escobar aún no adhirió al plan. “Estamos gestionando el programa para aplicar acá. Luego de finalizado el proceso de compactación queremos participar de ese programa también”, señala Sabena.
Compactar y transformar, una propuesta más que necesaria y útil para darle un segundo uso a tanto metal acumulado.