No hay dudas de que el alma de una casa es la cocina. No solo el ambiente donde las personas se reúnen a compartir infinidad de momentos y de comidas sino también el artefacto donde se preparan los alimentos. En Kokken -palabra que en danés significa “cocina”- ese concepto lo tienen bien en claro. Por eso se dedican al armado casi artesanal de productos que resaltan tanto por su belleza estética como por su alta calidad.
La fábrica está ubicada sobre la calle Anahí 1157, en Ingeniero Maschwitz, y cuenta con diez empleados. Mensualmente producen 80 cocinas y 50 parrillas eléctricas y a gas. Estas últimas se caracterizan por contar con diversos modelos y tamaños que permiten ubicarlas fácilmente en quinchos, galerías, balcones y terrazas.
La calidad de las cocinas Kokken se refleja en detalles especiales: la piedra refractaria entera, la puerta parrilla y la manta mineral, un sistema de aislación mucho más efectivo que la lana de vidrio que protege a la perfección los muebles, pisos y todo lo que está alrededor de la cocina. Además, tiene patas regulables en altura, rejas de fundición y una importante robustez y durabilidad. Como las mejores profesionales, pero para cocinar en casa.
Flavio Jessen (50) se sumó a la empresa en forma parcial en 2012, con la idea de darle una mano en lo comercial a su amigo del secundario Pablo Gulino, quien dos años antes había empezado con la fabricación de cocinas. Jessen trabajaba en una consultora multinacional que le demandaba viajar e instalarse por largas temporadas en diferentes países de América. Cansado de ir y venir, en 2015 decidió dedicarse full time a Kokken y se convirtió en uno de los tres socios, junto a Pablo y su hermano, Sergio Gulino.
“Durante la pandemia, los años 2020 y 2021 fueron los mejores de nuestra historia, porque la gente se dedicó mucho a mejorar las casas y sobre todo a cocinar. Con ese espaldarazo crecimos y apuntamos a comprar máquinas, como una de corte láser. Pero así como crecimos nosotros también lo hizo la competencia y al fabricar en menor volumen no tenemos tanto margen de negociación. Por lo tanto, últimamente la demanda se estabilizó a la baja”, explica el empresario a DIA 32.
La situación económica del país hoy no colabora con el desarrollo de una pyme como Kokken. “Con la inflación y demás, este año la gente apuntó sus gastos a cosas de primera necesidad. La cocina lo es, pero la parrilla es más un lujito súper práctico, que es genial porque te hacés un asadito en 15 ó 20 minutos. Ahí la gente lo piensa un poco más. Sin embargo, hemos cubierto ese hueco con algunas exportaciones a Uruguay”.
Es que las parrillas eléctricas de Kokken realmente son un lujo; por algo han ganado el Premio Sello al Buen Diseño Argentino 2022, una convocatoria a nivel nacional donde se analizan muchísimos requisitos. “Se trabajó enormemente en ese producto y ese trabajo tuvo su premio”.
Al principio las ventas eran solo desde la plataforma Mercado Libre; después abrieron un showroom en Martínez, sobre la calle Paraná 4037, apuntado a un público dispuesto a pagar por calidad Premium.
-¿Cuál es la parte más difícil de producir con buena calidad en Argentina?
-Lo más complejo es el aprovisionamiento de insumos. Hay productos que directamente no se fabrican en el país, como los burletes de tela siliconada o alguna perilla que vemos en los mercados norteamericanos o europeos; entonces no las podemos utilizar, aunque nos gustaría. Siempre pensamos en ponerle a nuestros productos lo mejor de lo mejor. Muchas veces traer cosas de afuera es complejo por un tema de escalas y de volúmenes que una pyme no maneja.
-¿Qué estrategias ponen en marcha cuando la economía tuerce los planes iniciales?
-El secreto de una pyme es reinventarse todo el tiempo. Antes de la pandemia nuestras cocinas eran enlozadas por dentro. Como en ese período todas las marcas aumentaron las ventas y, por ende, su producción, utilizaron toda la capacidad de nuestro proveedor, que no quiso saber nada con nosotros por nuestros bajos volúmenes. Así que decidimos empezar a hacer las cocinas de acero inoxidable para prescindir del enlozado. Hoy tuvimos que dejar de fabricar ese producto y volver al enlozado, porque el acero inoxidable, que es importado, está impagable y el precio se elevaba demasiado.
Para fabricar una cocina necesitamos 50 productos; no es que tengamos 50 proveedores, pero hasta el embalaje, si no lo tenés, no podés sacar la cocina. Cualquier cosita que te falte hace que tu producción se ralentice, se demore o no salga. La escasez de entrega a nosotros nos complicó, sobre todo porque no tenemos una espalda gigante como para stockearnos por meses.
-¿Cómo ves el 2024 con el nuevo gobierno?
-Estoy muy preocupado por lo que se viene. Este gobierno nuevo no habla de la industria en su discurso y esa es mi principal preocupación. Creo que se van a beneficiar más las multinacionales o las grandes empresas que las miles de pymes argentinas. ¿Cómo haremos para subsistir y para competir si liberan el mercado de importaciones? Entiendo el tema de la libre oferta y demanda, pero venimos de una historia en la que esto no ha sido así y vamos a necesitar mucho tiempo para adaptarnos. Suena lindo, pero lo veo difícil.
“Siempre pensamos en ponerle a nuestros productos lo mejor de lo mejor. Muchas veces traer cosas de afuera es complejo por un tema de escalas y de volúmenes que una pyme no maneja”.
-¿No se les abriría el terreno para exportar?
-Nosotros no tenemos un departamento de comercio exterior desarrollado, si bien hemos hecho algunas pinceladas con Bolivia o con Uruguay. Tampoco sé si tenemos espalda para contratar gente que se ocupe de eso. Y si fuera bien, ¿cómo hacemos para pasar de fabricar 80 ó 100 cocinas a fabricar 5 mil para poder mejorar los costos y ser competitivos?
Con la adquisición del láser, contratando a alguna persona más y trabajando doble turno, podríamos llegar a producir 500 unidades, pero no más. Igualmente, vamos a trabajar en eso. En 2019 fuimos a Expo Cruz, que es una feria gigante en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, y nos fue genial. Pero entre que ellos tuvieron problemas políticos y después vino la pandemia, el tema con Bolivia quedó frenado.
También salimos favorecidos con un Programa Federal de Exportaciones. Nos dio la posibilidad de hacer un análisis exhaustivo sobre exportaciones en América y llegamos a la conclusión de que los lugares más fáciles para nosotros serían Uruguay y Paraguay, porque el producto es pesado y ocupa volumen. Hubo que comparar más los costos de logística que la capacidad de compra. Perú, México y Estados Unidos son países más propensos a importar productos con nuestra posición arancelaria, pero con costos logísticos mucho más altos.
-Entonces ¿cuáles son los planes a futuro?
-Seguir con las cocinas y las parrillas; los otros productos que teníamos en mente fueron dejados de lado hasta ver qué pasa. Este año, con las elecciones, fue esperar y esperar. Habrá que seguir esperando, a ver qué pasa con la economía.