En un Concejo Deliberante donde no pasaba nada, un oficialista arrepentido se convirtió en el principal opositor. “No todos los que estamos en política somos corruptos o ladrones”, asegura.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

En muy poco tiempo -apenas un mes-, José María Rognone pasó de ser uno más en el superpoblado bloque oficialista a constituirse en el principal cuestionador de la gestión del intendente Sandro Guzmán en el Concejo Deliberante. Con un ansioso protagonismo en las sesiones, algunas declaraciones picantes y un puñado de proyectos que incomodaron a sus ex compañeros -por cierto, no le aprobaron ni uno-, “Coty” sacudió el avispero donde no pasaba nada, aunque sus arremetidas son tan solitarias que, a lo sumo, son una ligera molestia para el Ejecutivo.

“Hace tiempo que ya no me siento representado por este proyecto político y de gestión”, decía Rognone al explicar su separación de la bancada justicialista, tres días después de las elecciones generales. En aquella sesión no profundizó sobre las razones del desencanto. No, al menos, respecto a la conducción de la Comuna. Sólo puntualizó su disconformismo por el ninguneo del Consejo de Partido a la preinterna peronista que se realizó en Maquinista Savio, cuatro meses antes de las primarias, para elegir democráticamente al candidato a concejal de esa localidad.

En posteriores declaraciones a medios periodísticos, Rognone aseguró que “por códigos” no hablaría del pasado. Sin embargo, no evitó hacer una excepción para contar que durante su breve estadía en la Secretaría de Gobierno -de diciembre de 2007 a junio de 2008- tenía cortocircuitos permanentes con el Jefe de Gabinete. “Discutíamos todos los días con (Walter) Blanco, a tal punto que una secretaria no soportó la presión y pidió que la transfieran”, reveló.

Sobre sus diferencias con el sanfernandino, Rognone amplió: “Diferimos en cuestiones de doctrina, vemos al peronismo de distinta manera. Yo me baso en las 20 verdades”. De Guzmán, en cambio, rescató que “es una persona generosa, a la que aprecio mucho y considero un amigo”. Pero aclaró que sus diferencias “son con los dos, porque se trata de un proyecto conjunto”.

Apenas emancipado, el concejal saviense mostró en las sesiones su nuevo perfil, incisivo y pertinaz. Pidió permanentemente la palabra, presentó una pila de proyectos que incomodaron al oficialismo, denunció el otorgamiento irregular de exenciones impositivas y dedicó varias críticas a la gestión municipal. Muchas más de las que en dos años hicieron los otros cuatro concejales peronistas no kirchneristas y los dos vecinalistas de AVE.

“Estoy cumpliendo el rol que realmente me compete, no solo como oposición sino como persona que dejó de comulgar con un proyecto político. Yo no quiero ser oposición porque sí, quiero que las cosas salgan bien. Si hubiera habido una correcta oposición en estos años, el gobierno de Sandro Guzmán hubiera sido mucho mejor. Necesariamente tiene que haber un contrapunto”, planteó.

“No digo que Sandro sea un mal intendente, en realidad logró un nivel de obra pública nunca visto en Escobar, pero tenemos diferentes visiones y creo que ayudo más planteando las críticas que votando todo que sí”.

Igualmente, negó sentirse arrepentido por su pasado en las filas del oficialismo. “No me arrepiento de nada, porque no hice nada de lo que no estuviera convencido y lo que hago también es por convencimiento. Creo que eso es lo que tenemos que tener todos: convicciones, convencimiento e ideología. Siempre voy a perder las votaciones, porque yo soy uno y hay 19 concejales distintos, pero esta banca es importante para marcar posturas políticas, tratando de interpretar a la gente y de ser su representante”, explicó.

Uno de los proyectos que presentó en noviembre, y que más resistencia interna generó, apunta a establecer la obligación de que funcionarios municipales y concejales presenten todos los años sus declaraciones patrimoniales. En realidad, es un expediente que inició hace 22 meses, pero al que el oficialismo volvió a ponerle el pie encima al dejarlo en comisiones con la aparente intención que se diluya.

“Necesitamos que la gente no piense que todos los que estamos en política somos corruptos o ladrones. La mayoría de los vecinos ven la honradez y la honestidad en cualquiera menos en nosotros. Y la única forma de combatir que piensen que todos venimos a la política a robar es mostrar la mayor transparencia posible. Para eso servía el Código de Etica Pública. Que el oficialismo y otros bloques no lo hayan aprobado contribuye a acrecentar esa desconfianza”, protestó el concejal tras el naufragio de su iniciativa. “Si no hay nada que ocultar, deberían replanteárselo. Ojalá me tapen la boca”, lanzó desafiante el ex delfín oficialista, ahora con voz propia.

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