En el universo docente, las novedades de la ley 13.688 despertaron una aprobación bastante amplia, aunque muchas voces a favor se expresan con ciertas reservas porque el éxito de su implementación está íntimamente ligado a una adecuada disponibilidad presupuestaria. En esa línea de opiniones se encuentra una de las dos inspectoras de escuelas secundarias que tiene el distrito, Diana Yacuzzi.
Licenciada en Ciencias de la Educación, maestra y directora de la EGB Nº22 de la Isla y también titular de la EGB Nº 1 de Escobar, entre otros antecedentes, Yacuzzi habló con DIA 32 sobre la 6nueva ley y temas afines.
¿Qué puntos favorabes encuentra en la reforma del secundario?
Lo fundamental de esta ley es su política de inclusión, porque los adolescentes tienen que estar en la escuela de la mejor manera y deben egresar con aprendizajes basados en la calidad, que les sirvan para manejarse como ciudadanos con un potencial concreto e insertarse en el mundo del trabajo. La obligatoriedad implica que no seleccionemos sino que tengamos a todos los chicos, con su variedad de matices. También están mejor elaborados los diseños curriculares, que tienen una coherencia interna como pocos. Es una ley interesante, pero hay que darle el marco adecuado para que se consolide. Creo en esta propuesta y encuentro muy buenas intenciones desde la Dirección de Secundaria, pero si no va acompañada de un presupuesto acorde seguiremos con una deuda pendiente.
Cuando se habla de calidad, ¿por qué los padres creen que los colegios privados enseñan mejor que los estatales?
Que la escuela privada garantice más días de clase no es sinónimo de mejor calidad. Escucho a muchos padres decir: “Lo anoté ahí porque los tienen mañana y tarde”, pero yo no estoy de acuerdo en que la escuela tenga que ser un aguantadero. También lastima escuchar: “¿Cuándo empieza la escuela que no aguanto a los chicos en casa?”. Los pueblos les dan prioridades a ciertas cosas y el nuestro no sé hasta dónde le da a la escuela la importancia que se merece.
La escuela, el último bastión institucional que todavía sobrevive al sistema político y es tolerado por la sociedad, ¿cómo se refuerza?
Deben ponerse en funciones los Centros de Estudiantes y los Acuerdos Institucionales de Convivencia, conformados por la palabra de los alumnos y de los adultos. La escuela también deberá trabajar en red con otras organizaciones -ONG’s, cooperativas, organismos privados, Municipio- para que la tarea sea más fácil de llevar adelante y ser más coherentes con lo que predicamos sobre la participación. En este sentido, hay escuelas pioneras como la ESB N° 16, de Garín, que hace un trabajo muy importante para la comunidad. Otra cuestión es fortalecer la autoridad. Cuando un alumno se aferra a un adulto es porque encontró algo positivo y movilizador, se siente escuchado, respetado. Y no significa que por esto deba correr el límite de la autoridad; al contrario, la genera. Esta es una crisis que padece la escuela. Si uno no es ejemplo como profesor o director, ¿qué le podemos pedir al chico?
¿Qué mensaje se le puede dejar al docente que deba asimilar y convivir con los parámetros de este nuevo desafío?
Va a costar el triple, porque no se cuenta con lo que plantea la ley. Pero el que decidió ser docente eligió ser un modelo ético y moral y sabe que, en educación, no todos los resultados son un diez. Uno siempre va a seguir luchando por mejorar y transformar el sistema, porque el que no tiene esperanzas y utopías se equivocó de profesión. Hay que seguir soñando, con los pies en la tierra.
Esta nota está relacionada a las siguientes publicaciones:
La secundaria del Bicentenario