Donde Sandro Guzmán iba, ahí estaba él. Siempre de traje, anteojos oscuros y a una prudente distancia de los hechos, aunque alguna que otra vez también supo llevarle el paraguas para resguardarlo de la lluvia. Más que chofer y acompañante, Alfredo Héctor Coronel (55) era un escolta de tiempo completo.
Se había ganado cierta fama de tipo confiable, incondicional y leal. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que, paradójicamente, terminaría convirtiéndose en una pesadilla del ex intendente, a quien le inició una demanda por haberlo despedido sin nunca registrar la relación laboral. Básicamente, lo que se dice trabajo “en negro” o clandestino.
DIA 32 tuvo acceso al expediente que se tramita en el Tribunal de Trabajo Nº4 de San Isidro. De allí surgen los detalles que se mencionarán a continuación, donde el ex policía federal y vecino de Garín da su versión del tipo de relación que tenía con Guzmán. Quien lo patrocina es el abogado Héctor Salguero.
Coronel cuenta que ingresó al Municipio el 14 de marzo de 2006. Describe que su trabajo consistía en ser “chofer y custodio personal” del por entonces omnipotente secretario de Gobierno, Hacienda y Obras Públicas. Su dedicación era full time: de lunes a lunes, a partir de las 14 y hasta la medianoche.
“Mis tareas eran muy amplias. No sólo me dedicaba a su atención sino que él también me encomendaba velar por la custodia y la seguridad de sus seres queridos y de las empresas Vial Goup SRL, D’Garda Vial S.A y Dilusil S.A., incluyendo valores transportados para el pago en efectivo de diversas operaciones inmobiliarias”, declara.
En abril de 2012 se pegó un susto grande y fue noticia. Tuvo un accidente en la autopista Panamericana: yendo al Palacio Municipal, volcó un Hyundai Veracruz a la altura del kilómetro 47,500. Fue por esquivar a un Renault 21 que se había descompuesto delante suyo. Pese al porrazo, se salvó porque tenía puesto el cinturón de seguridad.
Ese mismo día el Municipio emitió un comunicado para informar los pormenores del hecho, el estado de salud de Coronel -sólo heridas leves- y aclarar que el intendente no viajaba en el vehículo, perteneciente a la flota del Ejecutivo.
Dos años después, en 2014, empezó a manejar una Ford Ranger 3.2 que, según consigna, estaba registrada a nombre de Vial Group. También menciona que siempre que acompañó al jefe comunal lo hizo armado.
Cuando Guzmán dejó la Intendencia para asumir en la Cámara de Diputados, Coronel se fue con él. Y cuando retomó las riendas de la Comuna, un año después, también regresó. Era su sombra. Pero ese vínculo, que parecía de extrema confianza, se rompió y terminó mal.
Por sus nueve años de servicio sin registrar -hasta el 26/11/2015-, Coronel reclama el pago de una sustanciosa liquidación indemnizatoria. Pero no al Municipio sino a Guzmán, ya que sostiene que era él su empleador.
El relato del demandado, en tanto, dista bastante. Aunque no niega que haya sido su chofer, señala que desde abril de 2007 hasta julio de 2015 Coronel estuvo a cargo de la Dirección de Higiene Urbana y que el trato entre ambos era de intendente a funcionario.
También niega tener algo que ver con el aludido grupo de empresas. Y pide que sean citados como testigos de sus dichos la presidenta del Concejo Deliberante, Gabriela Garrone, y sus ex concejales Sebastián Rey y Mirta Godaly.
Serán los jueces Cristian Mena, Mariano Gabriel Mollo y Cristian Prieto quienes dicten sentencia en este caso, que ya tuvo tres audiencias y tendría la última en octubre.
En tiempos de choferes “arrepentidos”, probablemente hoy sea Guzmán quien se arrepienta de haber contratado a Coronel.