Sin ser del todo consciente de la trascendencia que tendría su creación, Dolores Avendaño (53) fue la ilustradora argentina que le dio un rostro a Harry Potter, unos de los personajes más fascinantes de los últimos tiempos. En 1997 la convocaron para realizar la portada de la edición del libro en español, un enorme desafío para su carrera incipiente. Ilusionada por la oportunidad, pero sin saber que se trataría de un best-seller, dibujó con sensibilidad al niño mago volando con capa roja sobre una escoba. Una imagen que resultaría tan iconográfica como inolvidable para los lectores de la saga.
A partir de esta experiencia siguió un proceso de once años que concluyó con Harry Potter y las reliquias de la muerte, el séptimo y último libro. Primero con la editorial española Emecé y luego con la argentina Salamandra, Dolores plasmó cada una de las escenas que aparecen en las tapas de la célebre historia.
“Cuando me llamaron, Harry Potter no era el boom enorme, no estaban todavía los fans y la prensa. Tuve la enorme suerte de que no sabía lo que estaba haciendo. Me dijeron solamente qué escena querían, estaba en mí cómo hacerla. Lo imaginé en base a lo que leí en el texto. A partir de la tercera o cuarta portada dejé de pensar en las expectativas y me terminé de soltar”, le cuenta a DIA 32 la ilustradora, que además es ex ultramaratonista y una apasionada de los desafíos.
A la hora de diseñar la imagen, dice que siempre se propuso mostrar los momentos clave de los libros y ceñirse a las escenas tal como aparecen narradas. En el primer volumen, por exigencia del editor, incluyó una combinación de elementos que no formaban parte de ningún pasaje. Para la última tapa también le pidieron que dibuje ciertos elementos que ella sabía que no eran correctos.
Más allá de los detalles, asegura que ilustrar esas portadas fue un regalo de la vida, porque le permitió meterse en un mundo de magia y fantasía, ese que la nutre desde su niñez.
Sin embargo, reconoce que tardó en advertir las implicancias y repercusiones de su creación. “Me cayó la ficha en una entrevista radial desde Colombia. El periodista me preguntó: ‘¿Qué se siente saber que la cara que millones de lectores tienen en su mente de Harry Potter es la que hiciste vos?’. Le respondí: ‘mucha responsabilidad’. Y en ese momento lo percibí realmente”.
Vivir en un cuento
Para poder trabajar en detalle los diferentes tonos, Dolores prefiere la luz del día. En su estudio predominan los blancos y resaltan los libros sobre la biblioteca. Pero el espacio se llena de colores cuando aparecen los personajes que dibuja y pinta. La naturaleza de Loma Verde, como un cuadro en la ventana, completa la escena de inspiración.
Siempre deseó ilustrar libros infantiles. De niña, miraba fascinada una colección de cuentos de hadas de su madre. En esas historias encontró, además de un mundo mágico, el espíritu de ir en busca de sus sueños. Así, luego de estudiar diseño gráfico en la Universidad de Buenos Aires, decidió emprender un viaje a Estados Unidos, donde se graduó como ilustradora en 1993.
Sobre su primer trabajo, On Halloween Night, recuerda: “Tenía todo el interior ilustrado y estaba 100% en mis manos. A nivel deportivo, era algo así como competir en las Olimpíadas. Era el mejor tipo de libro que podía ilustrar para niños”.
A partir de ese momento, y más allá de los obstáculos, comenzó una carrera de cuento; y no solo a nivel profesional. Porque en paralelo a las diferentes propuestas laborales y a los personajes fantásticos que iban apareciendo por encargo, fue superándose en su faceta deportiva, también nutrida de las imágenes y los paisajes que tuvo la suerte de conocer.
“Mientras ilustro me meto en el mundo que estoy creando, intentado ver qué lo hará más bello y maravilloso. Tanto cuando estoy corriendo o cuando estoy ilustrando, cuando logro deshacerme de los miedos o superarlos y logro vivir el momento, es cuando obtengo los mejores resultados”, afirma sobre sus dos pasiones, que intercala y vive como experiencias desafiantes.
En cuanto a la técnica, elige acrílicos aguados sobre papel acuarela. Primero lee el libro para conocer la historia; empieza con bocetos a lápiz, planta la idea para cada página, busca fluidez. Usa papel de calcar para armar la composición. Trabaja en muchas capas, creando distintos climas.
Finalmente, con la aprobación del editor, llegan los bocetos detallados que serán los originales digitalizados, donde se percibe la dulzura y la delicadeza del proceso.
Disfrutar el crecimiento
Cuenta Dolores que la naturaleza siempre la conmovió, desde su infancia. Sin embargo, durante la mayor parte de su vida vivió en lugares céntricos. Desde su llegada a Loma Verde, en 2018, el contacto con un entorno tranquilo y natural es parte de su día a día.
Se mudó de un departamento en Palermo, después de casarse, y la etapa de la cuarentena le cambió todavía más la perspectiva. “Antes iba y venía a Capital, pero al estar forzada a quedarme en casa empecé a ver todo lo bueno de lo que me rodeaba. Ahora me encanta dónde vivo. Con mi marido criamos una liebre de chiquita, logramos que crezca y que regrese a su hábitat. En mi nuevo hogar tengo el estudio que siempre soñé tener”, comenta, contenta.
Además, se animó a trabajar en un proyecto propio que ya comienza a dar sus frutos: por primera vez, se lanzó a crear sus propios personajes: “Harry Potter ya existía y yo lo ilustré. En este caso, yo les doy una personalidad y características y se escribe en base a eso. No es un cliente o una editorial que me hace un pedido”.
El amuleto mágico, destinado a chicos de 5 a 10 años, será lanzado en octubre por la editorial La brujita de Papel. Con protagonistas inventados por Dolores, la escritora Ana Agote narró una historia. Pero antes, la ilustradora les había dado vida a los personajes en un objeto original que acompañará el libro: una regla de 1,80 para medir el crecimiento y registrar la altura de toda la familia.
“Ahora hago cada vez más lo que me divierte, me voy soltando en todo sentido. Cuando te animás a mostrar auténticamente lo que te sale desde lo más profundo de tu ser, sin pensar en si va a gustar o no, es cuando esa obra llega”, afirma, entusiasmada con su nuevo libro y su regla, que también es la medida de su crecimiento personal. «««
UNA RUNNER DE ELITE
“Siempre empujé mucho mis límites, di más de lo que podía”
La otra pasión de Dolores Avendaño es el deporte de aventura, al que dedicó varios años de su vida, con premios y experiencias inolvidables como recompensa por su sacrificio. Se inició en el atletismo en 1999 y corrió competitivamente hasta 2005, desarrollando una destacada trayectoria como maratonista y ultramaratonista (más de 100 kilómetros).
“Mi primera carrera de aventura fue en Villa La Angostura, de 27 kilómetros. Mi entrenador me había dicho que no estaba preparada para ir. Pero no me importó, quería participar igual. Además, conocía el lugar. Ese fue un punto de inflexión. Le gané a gente mucho más entrenada simplemente porque conocía el terreno”, cuenta sobre sus inicios en el running.
En su etapa de furor participó de competencias de aventura extrema y pura adrenalina. Fue la mujer mejor clasificada en los 160 kilómetros de Himalaya, entre India y Nepal, ocho mil metros sobre el nivel del mar, en una carrera de cinco días. También corrió la maratón de Nueva York, donde quedó 214º entre 12.000 mujeres.
Cruzó Los Andes, de Chile a Argentina; corrió los 42k de Madrid y en dos oportunidades intentó subir al Aconcagua (Mendoza), pero no lo logró. Una vez debido a las inclemencias del tiempo y la otra por tener bajo nivel de oxígeno en la sangre.
Una de sus grandes proezas fue en 2003, cuando compitió en la Ultramaratón Des Sables, en el desierto del Sahara (Marruecos). Fue la primera mujer argentina en recorrer esos 243 kilómetros en la caliente arena africana. Terminó en el puesto 14, entre 69 competidoras, con un tiempo de 37 horas.
“Era la gran aventura que siempre había soñado, tipo Indiana Jones, un desafío enorme. Un día hizo 53 grados y yo pensaba: ‘esto es genial, si hubieran hecho 20 grados, ¿cuál era la gracia?’. Fueron experiencias de vida, más que carreras. Me divertía auténticamente enfrentando esos desafíos”.
Su última carrera competitiva fue en 2005, en Mongolia. Diez años después fue la última maratón a la que se inscribió: los 42k en la Antártida. “No corrí más porque tengo muchas lesiones. Siempre empujé mucho mis límites, di más de lo que podía dar. Tengo un alma muy competitiva, lo reconozco. Y la verdad es que el cuerpo te pasa factura”, confiesa a DIA 32 Avendaño.
Para no perder la costumbre ni el estado físico, cada tanto sale a correr por su cuenta, aunque se dedica más al trecking. Así logra estar en equilibrio para seguir volcando su energía e inspiración artística en creaciones fantásticas.