Radicado hace un año en Maschwitz, el nieto homónimo del mítico cantor de tangos acusa a las discográficas de exprimir a los artistas y taponar la aparición de nuevos talentos. A diferencia de su abuelo, él se dedicó al rock.

Descendiente de uno de los músicos populares más importantes que tuvo el país, Edmundo Rivero (45) no podía ser otra cosa que músico. Como dice el refrán: “De tal palo, tal astilla”. El nieto del mítico cantante de tango es cantautor, baterista y percusionista. Tiene en su haber más de cuatro mil shows, poco más de un centenar de canciones compuestas e incluso un récord Guinness.

“Pelu”, como todos le dicen, lleva la música en las venas. Se crió en El Viejo Almacén, algo así como la meca del tango en San Telmo, escuchando esas melodías. Su papá, con quien comparte el mismo nombre y al cual apodan “Muni”, también canta y compone tangos. De su abuelo habla con orgullo: “Para mí, él, Alberto Podestá, el “Chiqui” Pereyra, Raúl Lavié y no muchos más, son los grandes cantantes de tango que quedan. Es un género que requiere de cierta calidad, profesionalismo y técnica. Tenés que cantar bien, no podés canturrear”, expone.

Quizás sea por eso no se animó a componer más que un par de tangos y a guardarlos con mucho respeto. “No me suelto con eso porque mi abuelo ya fue demasiado”, dice. En cambio, se dedicó al rock. Y no como un acto de rebeldía sino porque fue lo que le tocó escuchar en su generación y desde donde entendió que podía transformar y transmitir sus ideas.

“Todos los tipos que cambiaron la historia fueron traidores al sistema, y el rock nació y se creó para eso. Es una forma de vida, de expresión, de rebeldía y de aclararle a la gente, desde un lugar real, dónde estamos parados y hacia dónde vamos. Aunque, como todo, después se desvirtuó”, sostiene.

Instalado con su familia en Ingeniero Maschwitz desde hace un año, aunque con un pie a punto de subirse al avión para ir a grabar un disco a Estados Unidos, Edmundo Rivero recibió en su casa a DIA 32. La charla transcurrió entre mates, deliciosas medialunas y música, mucha música.

¿Cómo te definirías?
Soy un pibe de barrio que se las rebusca. Nunca me encapriché, nunca me creí nada ni concibo a la música desde un lugar de estudio o de “qué groso que soy”. Lo mío es muy natural, me sale, a flor de piel.

¿Tenés algún interés o inquietud especial que se repita en tus letras?
La mayoría tienen un perfil social. La injusticia social y la pelotudez de la gente que maneja la pelota me saca bastante.

¿Cómo es el proceso de composición de tus canciones?
Son melodías que me bajan a la cabeza. Yo andaba mucho en el auto y llevaba un grabadorcito en el que iba plasmando ideas. Manejando compongo bocha.

Además de haber mamado el tango, ¿cuáles son tus otras influencias musicales?
Como baterista y percusionista siempre me influyó muchísimo Uruguay y Brasil. Después, cuando me fui a vivir a Estados Unidos, me empezó a encantar la onda centroamericana de percusión, que es muy diferente. Todas esas cosas me influyen, las acepto y las utilizo. Por ejemplo, estuve quince días en España y cuando volví compuse una canción que tiene un poco de flamenco, que no es lo que busco, pero capto de lo que voy escuchando.

¿Crees que ahora hay buenos grupos de rock?
No están saliendo muchos artistas nuevos, pero no es que no hay. Están los que respetamos desde siempre, y que tienen que estar, como Charly García, Andrés Calamaro, Fito Paez, León Gieco, pero quedó ahí. En todos los barrios hay un Charly García, pero les es muy difícil salir, no les dan cabida en los medios. Estamos en un momento de la humanidad en que hay que mantener a la gente oculta, no hay que aclararles nada.

Se supone que es la era de libertad…
Mentira, cero libertad. Yo no creo ni siquiera en la democracia. Para mí está todo muy manipulado. Las discográficas, que en algún punto los artistas las odiamos, que como todo tipo de negocio le dimos la mano y se tomaron el codo, tuvieron un papel importante mientras existían porque algo de difusión había.

¿Crees que Internet mató a la industria?
Por un lado está bueno porque cada uno elije lo que quiere y lo baja. Por otro lado, hay mucha gente que se pierde un montón de cosas porque no se lo muestran. Más que Internet, para mí el mayor medio de difusión de la música sigue siendo la radio. Si escuchás una canción que te gusta, después vas y averiguás en Internet. Hay gente que se pierde de grandes cosas por no sentarse en la computadora a buscar.

Eso lleva a la piratería, no ayuda mucho a los músicos económicamente hablando…
Los músicos nos cagamos de hambre, es la realidad. No se venden más discos, la guita se genera por los shows. Pero para hacer shows te tiene que escuchar la gente para después pagarte una entrada. Y si no tenés difusión en radio, no tenés shows. Es una rueda en la que salimos mal parados.

Pero cuando una discográfica quiere imponer algo, lo hace.
Sí, algo trivial, al pop comercial que no dice nada. En los ´60 o ´70 había rockeros que revolucionaron, pero cuando eso dejó de servir se cortó, empezó a dominar el pop superficial y después la música electrónica, que está buena, pero que es monocórdica, monorítimica y no tiene contenido. ¿Cómo cambiás en la gente una idea, inspirás o despertás los sentimientos de pasión, de amor, con eso?

¿Qué significa la música para vos?
Para mí la música puede cambiar el mundo. Un artista con cojones, bueno y talentoso, mueve masa. Y si ese tipo tiene sentido común, te puede aclarar el cerebro, consciente o inconscientemente, llevando a la gente para un lado o para el otro.

¿Cómo fue esto de llevar el nombre de tu abuelo por la vida?
En realidad siempre fui “Pelu” Rivero, un sobrenombre que viene de cuando nací, que fui prematuro y me abuelo dijo: “Parece una pelusita”. Pero ahora empecé a usar Edmundo porque es mi nombre. Además yo no se lo robé, mi abuelo dijo que me lo pusieran… Y lo único que me dio este nombre fueron satisfacciones. Siempre llevé el documento al descuido, con mucha felicidad.

¿Qué recuerdos tenés de tu abuelo?
Fue único, uno de los mejores artistas de música popular del país. Fue un tipo que inventó nuevas maneras de canto. Fue el primer artista argentino en cantar en el Madison Square Garden de Nueva York, en el teatro Colón, cosa que en esa época era impensado. Tiene más de mil grabaciones hechas. Como artista, compositor y cantante fue inigualable, y como persona también. Por eso siempre llevé el nombre con mucho amor.

Era muy minucioso con su música…
Tardaba de seis meses a dos años en estrenar una canción. No lo hacía hasta que no asimilaba la letra. Incluso, si la letra decía: “Me voy con un tren a La Pampa”, se ha llegado a tomar un tren a La Pampa para sentir los perfumes y ver los paisajes. Hacía un trabajo actoral impresionante, y recién ahí lo cantaba. Lo decía, lo vivía, no muchos intérpretes o artistas hacían eso, y menos ahora. Actualmente piensan que cantar medio arrabalero y tener onda es todo. Pero cantar tango es bastante más que eso.

Tenés un affaire con la música electrónica, ¿de qué se trata el Light Percusion Show?
Mientras estaba en Estados Unidos comenzó el auge de la música electrónica, en Miami sobre todo. Ahí armé el espectáculo, un show de percusión con luces sobre música electrónica. Mezclaba la percusión orgánica, latina, con congos transparentes que adentro tenían luces. Al mezclar el tema de ser baterista de rock y tener una influencia latina, uruguaya y brasilera, y después incorporar toda la parte cubana y venezolana, hice un mix, una licuadora. Tocaba con palos arriba de la música electrónica, manteniendo el concepto del baterista y del compositor. Me fue muy bien, toqué con cantidad de DJ´s por todo Estados Unidos.

¿Cómo es la historia del récord Guiness?
En una de esas giras me convocaron para tocar en Minneapolis dos horas consecutivas de percusión para Humberto Costas, un disc jockey brasilero que tiene dos Grammys. Al mismo tiempo había mil personas haciendo spinning sin parar. Por eso tenemos un récord Guinness, quizás ahora nos superaron, no lo sé.

¿Alguna vez tuviste algún conflicto como artista?
Sí, y desde todo punto de vista. Se me mezclaron un montón de cosas. Uno tiene desilusiones, a uno le firman contratos y después lo cagan. He tenido oportunidad de grabar en grandes estudios, de tocar con grandes artistas, de tener productores que me prometieron el oro y el moro. Pero la realidad de mi vida es que tuve que plantarme como baterista y percusionista, y desde ahí salir a laburar. Soy un obrero de la música. Alguno me ha criticado por hacer lo que hice con la música electrónica, pero la verdad es que si no lo hacía, me cagaba de hambre. Después se han lavado la boca porque lo mío es súper honesto, es lo que sé hacer y lo que mejor hago. No soy un compositor retorcido que no te toca música electrónica. La música es música, bienvenida y bien amada sea.

Entre giras y números uno

Como baterista, Edmundo Rivero participó de conciertos con músicos de la categoría de Charly García, Alejandro Lerner, Los Piojos, JAF y Celeste Carballo, entre otros. En los últimos años realizó su show de percusión activa con música electrónica en Miami, Nueva York, México y Buenos Aires, junto a los DJ´s más destacados de cada ciudad: Danny Tenaglia, Patrick M y Diego Harispe. En México DF fue percusionista oficial de Fuerza Bruta, dirigió a 70 percusionistas durante el Bicentenario Mexicano y cerró el Vive Latino 2009 junto al prestigioso grupo La Castañeda, frente a 60 mil personas.

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