Si Minguito estuviera vivo habría recibido a Sri Sri Ravi Shankar contra la barra de un bar saludándolo con su muletilla clásica: “¡¿Qué hacé’, tritrí?!” (copyright TVR). Y no hubiese mentido diciendo que era su tocayo, ya que Ravi en hindú significa Domingo. La visita del gurú indio al país no pasó para nada desapercibida: dejando de lado los prejuicios de la mirada “exotista” sobre Oriente, sorprendió la nutrida concurrencia a sus meditaciones y los elevados montos pagados por quienes lo siguen.
Shankar se alojó en el Sheraton Hotel, viajó en un vuelo privado y congregó a su grey en distintos lugares y a diferentes tarifas. En Misiones, por ejemplo, cantó en “hinduñol” durante cuarenta minutos y pasaron la gorra: dicen que nadie dejó menos de un billete de cien para el gurú. Allí, frente a las Cataratas, recomendó unas gotas para la piel -supuesto remedio oncológico- que se consiguen en Paraguay a 50 dólares el frasquito.
En nuestro fanatismo por descreer de los medios de comunicación, algunos llegamos a jurar que el indio que estaba con Macri no era Shankar sino Miguel del Sel, apenas caracterizado, y que todo se trataba de una joda para Tinelli.
El aire es gratis
“El aire será gratis, pero al nebulizador hay que comprarlo”, podría ser la conclusión de los cursos sobre espiritualidad que ofrece la ONG internacional de Shankar “El Arte de Vivir”. El que se dicta en la sede local cuesta 490 pesos, se paga en efectivo y por anticipado.
El presidente de la ONG en nuestro país es Esteban Coll, otrora directivo de Molinos Río de la Plata y actual asesor de Cablevisión del Grupo Clarín.
A principios de septiembre, antes de la llegada del Sri Sri, la AFIP presentó una denuncia contra “El Arte de Vivir” por incumplimiento de obligaciones fiscales y por presunción de operaciones propias de una sociedad comercial (realizó giros al exterior por más de 170 mil dólares). La misma Agencia Federal de Ingresos Públicos pidió al Juzgado Federal que investigue la venta de entradas para encuentros con líderes espirituales, cursos con matrícula de inscripción, charlas y publicaciones de sus integrantes. Además, se presentó como querellante ante el juez penal tributario García Berro solicitando allanamientos, pidió un reporte de operaciones sospechosas a la Unidad de Información Financiera y decidió dar de baja el CUIL de la Fundación.
Ravi Shankar, el original
Poco sabido es que existe un gran compositor bengalí llamado igual que el gurú y es famoso por tocar el sitar, especie de guitarra pequeña con muchas clavijas. Algunos datos sobre él es que llegó a tocar con Los Beatles, fue amigo de George Harrison y participó en el hippie festival de Woodstock. Pero este hombre, que hoy tiene 92 años y es el padre de la cantante Norah Jones, nada tiene que ver con el mediático espiritualista.
En lo personal, creo que ni a Capusotto y Saborido se les podría haber ocurrido un personaje como este gurú, con aspecto de bañarse solamente en el río Ganges. Pero hay que aceptar que Shankar es un dios moderno: hace dos años, en medio de la Conferencia para la Ética y los Valores, mientras repetía un mantra, un teléfono empezó a vibrar y a distorsionar el micrófono de Ravi. Cuando los asistentes abrieron los ojos, lo vieron contestando un mensaje. Lo mismo pasó en la ciudad de Buenos Aires, durante una charla y conferencia de prensa, en la que el Sri Sri volvió a olvidar el teléfono encendido.
Las 7 maravillas del mundo
Hay un problema grave que tenemos en nuestro país: si uno le pide a otro que nombre tres indios famosos, la respuesta seguramente será: “Cafulcurá, Arbolito, Osvaldo Laport…”. En definitiva, en Buenos Aires a los indios nos gusta decirles hindúes y a los originarios hace más de cinco siglos que les decimos indios.
Así como el Taj Mahal es una de las maravillas del mundo, también es indiscutible que las probabilidades matemáticas lo explican todo. No obstante, el otro día escuché en un bar del pueblo una paradoja que ni a Zenón se le ocurrió: “¿Cuántas personas viven en la India? ¿Miles? ¿Millones? ¿Puede ser que de semejante cantidad conozcamos a Ghandi y a dos Ravi Shankar?”.
Es cierto lo que decía “el Tano”: nada sabemos sobre la India. Apenas si compartimos la adoración por las vacas. De los más de 1.200 millones de indios conocemos solo a tres. Y de estos tres, dos son homónimos y el nombre del gurú no fue un homenaje al músico. Aunque usted no lo crea: si sucede, conviene. El tema es a quién.