Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web
Los Rivero son una familia que tiene la particularidad de compartir su pasión por los autos y la velocidad. Sin distinción de sexo o edad, los fierros los emocionan y juntos se involucran desde hace años en un destino común: el rally Dakar.
La abuela de Norberto -principal protagonista de esta nota- andaba en moto con sidecar. A su madre una vez le quitaron el registro por exceso de velocidad, su hermano compite en motocross, su tío corrió en la categoría Ferrari y él, junto a su padre, protagonizaron carreras de motonáutica. Está claro que la adrenalina provocada por el vértigo y los motores es lo que mejor les sienta, y disfrutan plenamente de eso.
Por si faltaba otro condimento para la historia, las tres hijas del maschwitzense también colaboran en la patriada: se encargan de la publicidad y sponsorización del vehículo para la competencia.
Tras meses de preparación y cientos de horas dentro de su taller mecánico en Munro, en el verano de 2011 Norberto Rivero y su copiloto Hugo Cascales se dieron el gusto de sus vidas: correr el Dakar Argentina-Chile. Armaron su auto “DKR Paneus”, un prototipo de fabricación nacional “salvo el motor, la caja, y los amortiguadores, que los trajimos de Estados Unidos”, explica el conductor.
La iniciativa había surgido en 1988, cuando su padre le propuso la idea después de verlo cómo construía un boggie él mismo. “Armá uno para el Dakar, yo te acompaño”, le había dicho. El auto es un todo terreno espectacular, digno de una taquillera película de aventuras, de esos que pueden pasar por cualquier lugar, por más complicado que sea, y siempre salir airoso. Tiene un motor naftero V8 5.7 litros, tracción 4×2, neumáticos 35”x12.5”x15” y una presencia que impone respeto y admiración. Un verdadero toro, aunque mecánico, claro está.
En ese debut del año pasado, la dupla debió abandonar en la tercera etapa.
Esa piedra en el camino…
Rivero y Cascales volvieron a intentarlo en el rally de este año y se anotaron otra vez en la prueba más difícil, agotadora y exigente del planeta para los pilotos. El domingo 1º de enero se largó una nueva edición en la ciudad de Mar del Plata, que terminó el 15 en la Plaza de Armas de Lima, Perú. Hubo 465 competidores de 50 nacionalidades, divididos en 171 autos, 185 motos, 33 cuadriciclos y 76 camiones.
Para este segundo intento, el objetivo de la dupla era llegar a Lima y tratar de destacarse en alguna etapa. “Volvemos con el mismo vehículo. Tiene la refrigeración mejorada y la potencia del motor aumentada, pero hemos bajado el número de revoluciones. Lo tenemos probado en todos los terrenos y responde de manera excelente en el barro, la arena, las piedras”, decía Rivero días antes de la largada.
Al término de la cuarta etapa, el “Team Paneus” estaba ubicado en el puesto 127º de la clasificación general, con un tiempo neto de 11 horas, 35 minutos y 30 segundos. Pero al iniciar el quinto tramo no pudo seguir compitiendo. Una piedra del camino rompió el semieje del vehículo faltando un kilómetro para marcar el punto de control del tramo 4º. Tras ese incidente, el equipo de asistencia salió del bivouac (campamento temporario) a llevarle el repuesto a la ruta más próxima (porque solo se los puede auxiliar en los enlaces), mientras Rivero y su compañero consiguieron que un competidor italiano los remolcara hasta ese lugar.
“Cuando quisimos salir para poder pasar la Cuesta de Miranda, la policía no dejó pasar al camión de auxilio porque venían de frente los autos de carrera y el camino era muy estrecho. Los demoraron cuatro horas por orden de la organización”, expresaron públicamente desde el equipo.
La demora en la reparación del prototipo los dejó fuera de competencia, pero la organización los autorizó a que completen el rally hasta Perú por un camino alternativo que usaron los vehículos de asistencia.
Así, Rivero y Cascales continuaron con la aventura del Dakar, aunque al margen de la clasificación oficial. “La buena noticia es que el auto anda increíble”, declararon, y ya están pensando en la edición 2013. Es que el amor por el Dakar es más fuerte. Y no hay piedra ni camino intransitable que lo detenga…