Actriz y cantante, es la voz de la banda tributo a Karen Campenter, un sueño que tuvo de chica y que empezó a cumplir hace dos años. Además, junto a Raúl “Larry” Biaggoni participa de una cooperativa teatral con la cual recorre el país.

por ROCÍO M. OTERO
rotero@dia32.com.ar

Valeria Centineo es actriz y cantante. O cantante y actriz. En una persona como ella es difícil establecer prioridades entre sus profesiones, porque ambas se unen formando un complemento perfecto. Por eso, la mejor definición es que es una artista.

Hija de actores, desde muy chica comenzó con su carrera de actriz participando de publicidades y castings. Tenía 11 años cuando hizo su primera presentación en la calle Corrientes, con una obra de teatro del colegio. A los 12 se mudó con su familia a Capilla del Monte, el pueblo cordobés conocido por el cerro Uritorco.

Cuando era adolescente vio una película que terminaría marcando su vida. Era sobre la cantante estadounidense Karen Carpenter, quien tras 14 años de carrera a dúo con su hermano, Richar -una de sus canciones más famosas es Close to you-, en 1983 falleció y se convirtió en el primer caso conocido de “anorexia nerviosa” en el mundo. Aquel acontecimiento marcó el comienzo de una etapa de concientización sobre las exigencias en las apariencias femeninas como signo de maltrato.

“Me llegó mucho su historia. Empecé a escuchar temas de ella en la radio y me compré el cassette. Enchufaba un micrófono a un equipito que tenía en casa y cantaba por encima de su voz. Desde ahí siempre soñé con hacerle un tributo”, cuenta Valeria a DIA 32.

Por las vueltas de la vida, cuando terminó el secundario debió hacer a un costado sus gustos y pasiones. “Me casé, fui mamá muy joven y me mudé a Córdoba capital. Ahí trabaje de casi todo, desde call center hasta ventas en locales, nada que ver con lo mío. En ese momento mis prioridades eran otras y no podía darme ciertos lujos”.

Lejos de aplacarse por sus horarios de oficina y sus obligaciones familiares, la beta artística de Valeria comenzó a gestarse con más ímpetu. Así, a los 29 años tomó la decisión de venirse a Buenos Aires y empezar a desarrollar eso que por fuerza mayor tuvo que guardar.

Estudió comedia musical en la escuela de Valeria Lynch, hizo un curso de teatro e improvisación con Osqui Guzmán y conoció a Raúl Biaggioni -“Larry de Clay”-, su actual pareja, con quien formó una cooperativa teatral con la cual empezaron a recorrer el país con distintas obras (actualmente están presentando Basta de selfies).

Por entonces su faceta artista estaba completa a medias. Ya había logrado actuar, pero le faltaba algo más, el canto. “Me enteré que había un casting en Ideas del Sur. Si bien de chica siempre participé en coros, nunca lo había hecho sola y para mí era todo un desafío. Comencé a pensar en un tema que me resultara fácil y una vez más volvió a mi vida Karen Carpenter, que hacía más de 20 años que la tenía en el olvido”, recuerda.

Si bien aquella oportunidad pasó de largo, sirvió para que Valeria retome su pasión. “Ahí empecé a tomar clases de canto con profesores particulares y a meterme de lleno en el tema”. Fue a mediados de septiembre de 2013 cuando hizo su primera presentación, ya consolidada como solista, en un bar de San Isidro. Ahí todo su círculo comenzó a cerrar de manera perfecta entre lo que soñaba de adolescente y su presente.

Ahora Valeria tiene su propia banda: Tributo a Karen Carpenter, integrada por Darío Borcosque (teclado), Abel Yardín (bajo), Alejandro Calcaterra (guitarra), Sebastián Magnani (saxo) y Franco Colacillo (batería), con la que ya tocó en distintos escenarios e incluso en las señales de cable TN y C5N.

“Al principio queríamos que todo fuese perfecto, que cada vez que subamos a un escenario la gente sienta que estaba viendo a la banda de los ‘70. Pero después decidimos relajarnos y dejar que fluya poniendo nuestro propio estilo en cada show. Todo lo que pasó con esa banda fue increíble, porque todo se dio tan naturalmente como se dan las cosas que inevitablemente tienen que ser en la vida”.

Madre de tres hijos y con 35 años, hoy Valeria vive feliz, aunque tenga que andar corriendo de acá para allá entre ensayos de música, teatro y funciones. “Agradezco a Dios darme esta posibilidad que fue la que siempre soñé”, afirma con una sonrisa genuina que le ilumina la cara.

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