Abel Yardín (35) se mira al espejo y describe: “Antes que nada soy padre, abuelo y esposo de mi hermosa familia. Un gran melómano y amante de los placeres de la vida: el conocimiento, las artes varias, los libros, su contenido y el amor”. Su historia con la música comenzó en 1995, cuando cursaba el último año de la secundaria y, como todo adolescente rebelde y rockero, se propuso armar una banda junto a sus también rebeldes y rockeros amigos.
“Ahí, sin dudar, elegí ser bajista. Al principio no supe bien por qué, pero como mi abuela me había regalado un bajo, decidí que esa era mi vocación”, le cuenta a DIA 32. La banda de sus inicios y con la que más se lo identifica, por haber sido uno de sus tres fundadores, es Hombre Nube. Pero también tocó, y lo sigue haciendo, con otras agrupaciones, como Vermooth Jazz, la de la cantante Valeria Centineo y la orquesta escuela de Ingeniero Maschwitz.
A lo largo de los años la elección del instrumento de las cuerdas gruesas se afirmó de manera definitiva y se dio cuenta que ya no era solo un bajista; primeramente, era un músico. Por eso interpretó varios estilos: desde el rock y casi todas sus variantes, hasta el jazz, la fusión, el folclore, tango, funk, pop, todo a partir de una orquesta de música clásica donde se ocupaba del contrabajo.
“Me preparé siempre para tocar dos estilos principales: el funk y el jazz. Hoy por hoy, si bien continúo interpretando todo eso, estoy componiendo la música que puedo sacar de mí. Por ahora son ideas, algún día se volverán obras”.
Sobre el lugar que ocupa el bajo dentro de una banda, Yardín afirma que “es un instrumento melódico, pero cumple la función de ser una unión entre el soporte armónico dado por instrumentos como una guitarra, piano, etcétera, y la parte rítmica, ya que agrega melodías a la fusión formada con la batería y la percusión. En una banda puede que no haya bajo, pero se nota mucho. ‘Enflaquece’ la parte rítmica y sin ritmo no existe la música. Si el bajo no se nota en una banda, puede que el problema sea el bajista”, sostiene.
Es sabido que ser artista e intentar vivir de eso no es fácil en ningún lado, pero según Yardín en Escobar resulta más difícil aún. “Es, fue y será un lugar donde la música y el resto de las artes no tienen un espacio. Los jóvenes nunca lo tuvimos y quienes realmente sentimos la necesidad de expresarnos tuvimos que salir a la calle a buscar algún refugio para nuestras soledades. Allí descubrimos lugares, otros los inventamos, pero puedo asegurar que perdimos mucha plata porque nadie nos reconocía nada. Esperemos que la Ley de la Música cambie todo esto radicalmente”.
Pensando a futuro, su objetivo más inmediato es graduarse -estudia la carrera de Profesor de Educación Musical que se dicta en Escobar- para poder profesionalizarse y comenzar a enseñar desde la pedagogía y la didáctica acercando materiales, formas, ideas, conocimiento y motivación a sus alumnos.
“Quiero dejar de ser un empleado de alguien para vivir mi propio sueño. Salir a buscar mi destino, porque si hay algo que siempre supe es que la música me espera con algo, pero no tuve la oportunidad de descubrir qué es. Mi plan, y es el mismo desde 1995, es vivir haciendo lo que amo y en este país eso es mucho. Es como ganarle a todo un sistema y salir vivo”, finaliza, convencido, el gran melómano.