Decepcionado con él mismo, no quiso seguir practicando atletismo porque en la final de los Bonaerenses de 1998, en Mar del Plata, no le fue bien en su especialidad, la velocidad. Competía para River Plate y dejó, desencantado. Se enteró de que en el Paraná de las Palmas se disputaba un triatlón y se anotó, lo terminó y le gustó. Después, no paró más. Era abril de 2000 y Gabriel Raff decidió que quería ser un gran triatleta. Hoy se dedica a full a esta actividad y se luce como pocos.
El mes pasado fue el mejor argentino amateur en el 31° Ironman de Hawaii, que se corrió el sábado 10 en la isla de Kona, con cerca de 40º de temperatura y una humedad por las nubes, en una zona volcánica. Raff viajó con diez días de antelación para aclimatarse. En 2007 ya lo había corrido y debió abandonar por el terrible calor. Pero esta vez no le iba a pasar lo mismo.
Con una excelente preparación física -a cargo del “profe” Luciano Drovetto- y también mental, tardó 9 horas y 40 minutos para hacer el trazado de 226 kilómetros, divididos en 4 de natación en el mar, 180 de ciclismo sobre caminos con pendientes y 42 de pedestrismo. Salió en el puesto 19º de su categoría (25-29 años) y 148 en la clasificación general, sobre nada más que… 1850 atletas. Impresionante.
El ganador de la carrera -por segundo año consecutivo- fue el australiano Craig Alexander, con 8 horas, 20 minutos y 21 segundos.
Raff es pura energía, gran temple y dedicación, muy querido por sus pares. A los 25 años tiene mucho por delante y seguro que pronto volverá a Hawaii para seguir batiendo sus propias marcas y toparse nuevamente con los hombres de hierro más duros del mundo.
Relato de una odisea
El nado: “La parte del agua fue una paliza total. Más que nada en los primeros 1.300 metros. Nunca recibí tanto, pero también tuve que repartir. Ese tramo era un caos, no podía acomodarme con el ritmo ni con la frecuencia y la respiración. Llegando al retome quise mirar el reloj pero se ve que de un manotazo o patada me lo habían parado. De ahí en más pude nadar cómodo”.
A pedalear: “La primera parte fue complicada, porque se arranca con una subida que te agita mucho y después cuesta acomodarse. Pero una vez en la ruta era todo más tranquilo, con viento cruzado a favor. Llegando a Hawai, como todos los años, muchísimo viento en contra, pero pude pasar a bastante gente. Después de la hora de bici el calor se hacía sentir mucho. En todos los puestos iba agarrando agua para enfriar el cuerpo y tomar”.
Trote y trote: “Arranqué corriendo bien, a ritmo conservador para poder meter los 42 kilómetros parejos. Me había bajado 1º en mi categoría y si no pasaba nada raro iba a meter un lindo tiempo. Arranqué corriendo a 4’24 hasta el kilómetro 6. En el kilómetro 15 paré, me cambié las zapatillas y seguí, pero a partir del 18 ya casi no podía pisar. Los últimos tres kilómetros los hice como pude, mordiéndome la lengua, ¡quería llegar!”.
Tras la meta: “Llegué y fui a la carpa médica a curarme los pies. Después de 30 minutos salí caminando, todo vendado, con cinco uñas con ampollas de sangre abajo, ampollas entre los dedos, en las plantas… Era insoportable. Contento por haber terminado, sacarme la espina y, de no ser por el tema de las ampollas, el rendimiento fue mejor de lo que había calculado”.