A fines de la década del ‘60, cuando los astronautas empezaron a pasar muchos días en el espacio, regresaban a suelo firme con una curiosa anomalía: un acortamiento del hemicuerpo derecho que se hacía evidente en el largo de sus piernas. A partir de esto, la NASA decidió contratar a un médico físico llamado Richard Anton Broeringmeyer. El investigador norteamericano descubrió que esos trastornos se daban cuando los navegantes del espacio abandonaban el campo magnético de la Tierra.
Luego de innumerables estudios, Broeringmeyer desarrolló interesantes teorías para mejorar la salud mediante el uso de imanes. Sin embargo, no fue él quien finalmente terminó inventando la terapia del Par Biomagnético sino su discípulo mexicano, el doctor Isaac Goiz Durán. Se conocieron en un curso sobre Biomagnetismo dictado por el físico, quien antes de su muerte le legó a Goiz todos sus conocimientos sobre los fenómenos biomagnéticos en el ser humano.
El heredero continúo con las investigaciones y en 1988 descubrió el Par Biomagnético en un paciente portador del HIV.
El Biomagnetismo es una terapia que en poco tiempo elimina microbios como virus, bacterias, hongos y parásitos. “También en el ámbito físico equilibra el funcionamiento de las glándulas endocrinas, mientras que en el área emocional imprime un cambio de ánimo más positivo, liberando estrés y procurando un mayor vigor energético”, explica a DIA 32 Roberto Salomone, terapeuta especialista en Biomagnetismo que todos los martes atiende en Áurea, un centro de terapias alternativas ubicado en Maschwitz.
“Se da la comunicación con la sabiduría corporal para determinar, a través de un diálogo binario entre terapeuta y células corporales, la región biomagnética que se encuentra con el PH distorsionada e invadida por patógenos. Esta comunicación se da por la extensión-contracción del lado derecho del cuerpo de la persona afectada”, agrega.
Salomone es productor de cine y TV. Tomó contacto con el Biomagnetismo en México DF de la mano de un primo que se trataba con esta terapia por tener HIV. Así fue que decidió acompañarlo a un curso que se dictaba en la Universidad de Chapingo.
Admite que fue pensando que todo era un gran engaño. “Pero al ver los resultados quedé impresionado y terminé el curso. Mi primo se negativizó y luego no tuvo más rastros del virus en sangre. Hoy en día vive en Cancún, donde también es terapeuta”, comenta.
Es que Goiz no solo había curado del Sida a su primer paciente sino que desde 1988 hasta 1993 trató a más de 25.000 afectados, con muy buenos resultados. Y no solo eso: también publicó su primer libro El Sida es curable, lo que le costó un sinfín de hostigamientos por parte de las autoridades políticas y sanitarias. Es que estaba metiendo sus narices en el plato de la industria de la medicina tradicional y de las farmacéuticas, a quienes no les causa ninguna gracia que alguien venga a proponer métodos de curación que no requieran de médicos y de remedios fabricados por grandes laboratorios.
A Goiz le costó mucho demostrar que su sistema era eficaz. El primer apoyo lo consiguió auspiciado por la Universidad de Loja, en Ecuador, y actualmente trabaja en conjunto con diez universidades en distintos países, dictando cursos y formando terapeutas de alto nivel académico.
Salomone asegura que la lista de patologías que el Biomagnetismo logra corregir es muy extensa, desde alergias, asma y algunos tipos de cáncer, hasta diabetes, cataratas, hemorroides, hepatitis, migrañas y HIV, entre otras. Pero aclara que no puede curar enfermedades en estados avanzados y terminales ni puede aplicarse en personas que estén bajo tratamiento oncológico o en mujeres embarazadas. Sí es compatible con cualquier otra forma de terapia, ya sea alopática o alternativa.
Claro que, como todo lo novedoso, este sistema tiene sus grandes seguidores y sus duros detractores. Al fin de cuentas, se trata de “creer o reventar”.