Hijos de la crisis de 2001, lejos de desaparecer siguieron creciendo y conquistando derechos. Se calcula que en Escobar son más de mil. Y reclaman que el Municipio legalice su actividad, como en Capital.

En términos darwinianos, se podría afirmar que la evolución de esta “raza” fue más que exitosa. Producto de la unión entre el hambre y la pobreza, sus miembros crecieron a la buena de Dios y bajo el yugo de la estigmatización. Sin embargo, la adversidad los volvió más fuertes y lograron sobrevivir al paso del tiempo. Hoy, cuarenta años después de su aparición en la Argentina, forman parte de la civilización, pero ya no como “cirujas” sino como “recuperadores”. Ya no como “vagos” sino como “asalariados”. Los cartoneros son un linaje que pasó del ostracismo a la más absoluta visibilidad, incluso en el partido de Escobar.

Este fenómeno social nació en la década del 80, se profundizó durante los ‘90 y tuvo su apogeo a partir de 2001, luego de la crisis económica que azotó al país y que obligó al presidente Fernando De la Rúa a renunciar y abandonar la Casa Rosada en helicóptero. Desde entonces, el oficio de cartonero fue la salida para cientos de miles, pero sus condiciones laborales eran paupérrimas: sin ingreso fijo, obra social ni transporte digno para llevar sus carros y bolsones desde el Conurbano a la Capital Federal. Solo un “Tren Blanco” -hasta 2008, en la línea Mitre- donde algunos perdieron la vida. Solo persecución y discriminación.

Lejos de bajar los brazos, el movimiento cartonero se organizó y fue por sus derechos. Fundó cooperativas, creó una suerte de gremio (FACCyR) y en 2002 logró su gran conquista: la ley 992 los reconoció como “recuperadores de residuos reciclables” y los incorporó al “Servicio Público de Higiene Urbana” de la Ciudad de Buenos Aires. De esta forma, los trabajadores que habían quedado fuera del sistema se pudieron reinsertar con los beneficios de cualquier par: una remuneración -en rigor, “incentivo” de $8 mil-, prestaciones sociales, aportes jubilatorios y hasta guarderías para sus hijos, además de obtener los medios para viajar de manera segura y trasladar correctamente los residuos.

El nuevo marco legal también propició la creación de un sistema de gestión social del reciclado, reconocido y premiado internacionalmente, cogestionado entre el gobierno porteño, que se ahorra dinero y aporta al medio ambiente llevando menos basura al relleno sanitario del CEAMSE, y las doce cooperativas existentes, que tras recolectar los materiales secos y clasificarlos en los distintos “Centros Verdes” -antes lo hacían en la calle- distribuyen de manera equitativa el dinero generado por su venta. Sustentabilidad y empleo genuino, las dos caras de la misma moneda.

Por supuesto, no todo es color de rosas ni mucho menos. Además de seguir lidiando contra el prejuicio social, los cartoneros independientes no perciben los mismos beneficios que los agrupados. Desde el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), que nuclea al sector, señalan que el Estado no cumple a rajatabla con las normativas vigentes. “Todavía estamos en pie de lucha para seguir extendiendo estos derechos e integrar más compañeros al sistema formal”, manifiestan.

Cartoneras de alma

María de los Ángeles Cardozo tiene 46 años, cinco hijos y es de Maquinista Savio. Como muchas jefas de hogar, al comenzar el nuevo milenio tuvo que salir a ganarse el pan de cada día juntando cartones en Capital. Cuando nació su última hija dejó de hacerlo y consiguió trabajo como empleada doméstica.

Las cosas empezaron a irle mejor y hasta llegó a poner un “quiosquito” en su casa, pero este año “las ventas se fueron para abajo” y no lo quedó otra que cerrar y volver a la calle. “Volví al 2000, pero me encanta esto y no reniego”, asegura a DIA 32 con una sonrisa que ratifica sus palabras, aunque confiesa que no le alcanza “para llegar a fin de mes”.

La historia de María del Carmen Pereyra no es tan distinta. Tiene 44 años, vive en Ingeniero Maschwitz y es madre de ocho. En 2009 se separó de su marido y comenzó a cartonear en la jungla de cemento con sus dos hijos más chicos a cuestas. Fueron varios años y kilómetros de recorrido, hasta que decidió abandonar la actividad. “Quería otra cosa para ellos”, explica.

Desde entonces, trabaja en una casa de familia. Pero hace un par de meses recibió la propuesta de una amiga y decidió participar de un nuevo proyecto cartonero “para sumar un mango más” y porque también tenía ganas de retomar el trabajo de recuperadora. “Me gusta hacerlo”, revela.

Las vidas de estas dos mujeres terminaron cruzándose en el mismo lugar, donde son “promotoras ambientales”: la Cooperativa 18 de Abril de Ingeniero Maschwitz, una entidad que el MTE creó recientemente con la idea de replicar en el partido de Escobar el modelo de recolección, clasificación y reciclaje de residuos sólidos urbanos (RSU) que desde hace años llevan adelante los cartoneros en Capital Federal.

El principio de un sueño

“Si la mayoría de los compañeros vive acá, pero cartonea en Capital, ¿por qué no podemos hacerlo y vivir de esto en nuestro lugar?”. Ese planteo colectivo, cuasi existencial, fue la piedra fundamental para el nacimiento de la primera cooperativa de cartoneros del distrito, que vio luz hace cuatro meses y ya agrupa a 120 cartoneros -hay 800 en lista de espera-, según cuenta Ignacio de Vedia, militante del MTE.

La metodología de trabajo es sencilla. Como en Capital, cada recuperador urbano tiene asignadas cuatro cuadras del casco urbano de Maschwitz y hace una recolección “puerta a puerta”. El vecino o comerciante le entrega el material reciclable -plástico, papel, etcétera- y lo lleva al bolsón que deja en una esquina. Después, una camioneta levanta lo acopiado y lo traslada a una casa. Allí son clasificados y enfardados los materiales que finalmente se van a vender a las empresas que mejor paguen.

La cooperativa presenta una organización horizontal, donde todo se decide en asamblea. Sin embargo, todos reconocen el liderazgo de Leonor Larraburu (ver recuadro “La lucha más grande…”), fundadora y presidenta de la 18 de Abril, quien transformó su domicilio del barrio Doña Justa en un depósito de almacenamiento. Al menos hasta tanto cuenten con el presupuesto necesario para poder alquilar un galpón.

Al igual que en los inicios del movimiento cartonero en Capital Federal, los recolectores aún deben lidiar con el prejuicio de algunos vecinos y comerciantes que los miran “de reojo”. Para acabar con esa desconfianza, las promotoras ambientales se encargan de explicarles quiénes son, de qué se trata y cuáles son los objetivos de la entidad, además de concientizar a los frentistas sobre los beneficios sociales, económicos y ambientales que conlleva la separación de residuos en origen.

“Nuestro sueño es que el Municipio los reconozca legalmente como hizo el gobierno de la Ciudad. Por ahora, teniendo en cuenta el dinero que le ahorran por no desechar estos residuos en el CEAMSE, tendría que colaborar con los bolsones, la ropa y los elementos de seguridad para los recuperadores. Igual, lo que más necesitan es otro camión, porque el que tenemos está destruido, y, fundamentalmente, un lugar donde poder laburar”, reclama De Vedia, quien asegura que en Escobar “no hay una política de reciclado”.

Por lo pronto, el MTE y la Cooperativa 18 de Abril formalizaron las demandas del sector en un proyecto de ordenanza (ver recuadro Qué dice…) que ya fue entregado en el Concejo Deliberante y el Ejecutivo Municipal a la espera de una respuesta.

Mientras tanto, como la olla se debe parar todos los días, los cartoneros siguen avanzando a paso firme y con la frente en alto por las calles del lugar.

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LEONOR LARRABURU

“La lucha más grande es por el reconocimiento”

La apócope de su nombre la define a la perfección. Tal cual leona con sus cachorros, esta mujer de cabellos rapados defiende a cualquier miembro de la Cooperativa 18 de Abril como si fuera alguno de sus siete hijos -la vida le llevó uno-. “Acá no se ve la soberbia y la discriminación que hay en Capital, pero tampoco permitiría que los ataquen, porque yo ya lo viví”. Por frases y actitudes como esta ella se ganó el respeto y la admiración de sus compañeros. Por eso, casi todos le dicen “mamá”.

Leonor Larraburu tiene 36 años, pero conoce el mundo del cartoneo como pocos. Tras salir del mercado laboral formal por motu proprio, comenzó a empujar un carro a fines de los ‘90 y nunca más paro. Tanto tiempo en la calle le terminó dando un nombre entre los pares y, consecuentemente, un cargo importante: actualmente es coordinadora de 400 recuperadores urbanos en el sistema de recolección diferenciada de Capital Federal.

Como si fuera poco, ahora se hizo el tiempo para fundar y dirigir la agrupación que ya empezó a replicar ese modelo -aunque informalmente- en su Maschwitz natal.

“Poder implementar este trabajo acá es un placer. Igual, la lucha más grande es por el reconocimiento de los compañeros. Me daría un inmenso placer que los recuperadores que trabajan acá y en toda la provincia sean reconocidos. El sueño de ellos es ser reconocidos y poder trabajar libremente”, revela la militante social, quien adelantó que ya tienen pensado “abrir rutas de recolección en Garín y Escobar, porque tenemos mucha gente que necesita trabajar”. Aunque para eso, aclara, necesitan del Municipio.

“Nosotros no le pedimos plata. Lo único que estamos pidiendo es acompañamiento y una ayuda para conseguir el espacio físico que necesitamos. Más adelante, nuestro sueño es que en Escobar haya una planta recicladora para los cartoneros”, resume la ideóloga de la Cooperativa 18 de Abril, cuyo futuro depende en gran parte de la aprobación del proyecto de ordenanza presentado en el Concejo Deliberante.

“La esperanza es lo último que se pierde. La unión hace la fuerza y acá lo que tenemos es unión y fuerza para rato”, asegura, optimista.

RECONOCIMIENTO LABORAL

Qué dice el proyecto que impulsan los cartoneros

Si bien nunca desaparecieron, ni mucho menos, la compleja coyuntura económica que atraviesa el país desde 2016 provocó la aparición de una nueva oleada de cartoneros en el conurbano bonaerense, y Escobar no es la excepción.

Ante este difícil panorama, y con el antecedente de las conquistas logradas por el sector en la Ciudad de Buenos Aires a principios de siglo, el Movimiento de Trabajadores Excluidos y la Cooperativa 18 de Abril impulsan un proyecto de ordenanza que pretende la formalización del trabajo cartonero en el distrito.

Como piedra basal, la iniciativa plantea la creación de una Mesa Local de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos con Inclusión Social de Escobar, con el objetivo de acompañar a las cooperativas de cartoneros en la búsqueda de un modelo de aprovechamiento sustentable de residuos.

Desde esta mesa se deberá “fomentar la creación de sistemas de recolección de residuos” y “crear programas y políticas públicas que contemplen a las cooperativas como actores fundamentales en la recuperación de materiales reciclables, brindando espacios de participación y decisión para estos emprendimientos”.

El proyecto también pretende alcanzar un acuerdo con el Municipio para que les provea «logística, elementos de trabajo y el comodato de un terreno para establecer la planta de clasificación de materiales”.

Ninguno de los siete artículos de la iniciativa habla de un salario o subsidio económico de la Comuna para los recuperadores. Sin embargo, lo que pide sería un hito para el movimiento cartonero escobarense: el reconocimiento y la formalización de su trabajo.

EN ESCOBAR Y LA PROVINCIA

Una ley que es letra muerta

La Capital Federal no es el único distrito del país donde el trabajo cartonero está legislado. De hecho, en la provincia de Buenos Aires rige desde 2006 la ley N°13.592, que establece los principios de la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU), promueve la reducción del material enviado al CEAMSE e impulsa la creación del sistema de recolección diferenciada, reconociendo la labor de los “cartoneros/recuperadores urbanos”. Pero su texto es letra muerta.

En pleno siglo XXI, y a pesar de los avances en la materia, en la jurisdicción más grande de la Argentina el ingreso de basura a los distintos rellenos sanitarios va en aumento, todavía no funciona un sistema de recolección diferenciada y menos que menos se incorporó a los cartoneros al servicio público de higiene urbana, como sí ocurrió en la city porteña.

Tarea para María Eugenia Vidal y los 135 intendentes de la provincia.

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