El desastre natural ocurrido en Fukushima dejó decenas de miles de muertos y desaparecidos. Mientras las imágenes recorrían el mundo, en Escobar Yasuo Inomata trataba de saber cómo estaba su hermano, que vive en la zona devastada por el tsunami.
El ingeniero Inomata llegó a la Argentina cuando tenía 27 años. “Fue como una aventura”, dice. Ya se había recibido en su Japón natal y encontró en Escobar un lugar para poder trabajar como paisajista. El padre de Telmo Hisaki fue su referencia en estos pagos y quien le facilitó los trámites para establecerse definitivamente en el país. Durante esos años diseñó los jardines japoneses de Escobar y Capital Federal. Además, desde hace cuatro décadas colabora con la Fiesta Nacional de la Flor. “Tengo que hacerlo porque no hay nuevas generaciones”, confiesa con cierto lamento a DIA 32, que lo visitó en su casa de la calle Alberdi, en Belén de Escobar.
Inomata tiene cinco hermanos y todos viven en Japón. Uno de ellos reside en la localidad de Kamaishi –donde él nació-, aledaña a Fukushima, la ciudad del horror. El terremoto y el tsunami del 11 de marzo devastaron el lugar, dejando cerca de 20.000 muertos y el triple de desaparecidos.
“Con mi hermano no pude hablar, pero se salvó. Está enfermo y se mudó de otra hermana que vive en Tono, lejos del mar, en un lugar más seguro. Un amigo se fue a las montañas ni bien dieron el alerta y se salvó, él vive en un tercer piso y pudo refugiarse antes del desastre. Pero varios amigos desaparecieron”, cuenta Inomata mientras asegura que en Kamaishi murió el 2% de sus 40 mil habitantes.
Japón saldrá enseguida. Es un país organizado, todos ayudan. Nadie mete mano como acá, es otra cultura”.
El ingeniero pudo asegurarse que su hermano estaba vivo a través de una hermana que vive en Tokio. Dos días después del desastre, ella lo llamó para avisarle que había sobrevivido y que todos estaban bien. Hasta entonces él intentó infructuosamente comunicarse por vía telefónica, ya que las líneas estaban inutilizables. “Igual no tuve miedo, él vive más al fondo, no cerca del mar”, señala.
Suelo peligroso
“Siempre hubo temblores y terremotos en Japón, y más en esa región, pero nunca un tsunami tan grande como este, con olas de más de diez metros. Mi abuela me contaba de otros que pasaron, pero no como ahora. Hacía muchos años que no sucedía algo así”, comenta Inomata.
Mientras sigue relatando sus sensaciones, muestra un mapa de la zona y aclara que la península dañada tiene forma de “serruchos” y que eso la hace muy permeable a los tsunamis. “Se han hecho excavaciones de hasta 60 metros por debajo del mar y se construyeron bloques de hormigón para contener el agua, pero esto derrumbó todas las barreras que había”, explica.
– ¿Cómo cree que saldrá adelante Japón?
– Saldrá enseguida, no es Argentina. Todos ayudan, tienen otra base, muy distinta. Japón es un país organizado, nadie mete mano como acá, es otra cultura. Hacen fila para todo, esperan su turno. Van a reconstruir las ciudades, ya están empezando a levantar casas de nuevo.
– ¿Y qué puede pasar con la radiación nuclear?
– Es un gran problema, ahora no parece, pero en años se verá. Se está contaminando la verdura también, por las moléculas que caen de las centrales nucleares. Hay que ver cómo salen los chicos de las embarazadas, es muy grave eso. En Japón hay nervios de volcanes debajo del mar y eso hace que pasen estas cosas. Puede volver a pasar ahora mismo, sigue temblando todo todavía.
Como hace cada vez que puede, a fin de año Inomata piensa volver a su Kamaishi natal, aunque a sus 72 años descarta radicarse nuevamente en Oriente. En Escobar tiene su familia: su esposa Hiroko y dos hijos, un médico y una diseñadora. Ve diferencias abismales entre un país y otro, pero hace tiempo eligió su destino y ya no hay vuelta atrás.