Aunque no es un tema de agenda en los grandes medios ni en la sociedad, en el mundo y también en la Argentina se está produciendo un silencioso avance en materia de energías renovables. De hecho, se prevé que para 2023 el 18% de la electricidad utilizada en el país deberá provenir de estas fuentes.
Ya no se trata de una mera declamación ambientalista o de una innovación reciente cuya eficacia no está verificada: es un sistema que diversas naciones ya están implementando y que en el país tiene un marco determinado por la ley 27.191, destinada a la producción de energía eléctrica.
La norma propone que para 2025 el 25% de la matriz eléctrica argentina esté compuesta por energías limpias. El cronograma es gradual: 12% al 31 de diciembre de 2019, 16% al 31 de diciembre de 2021 y 18% al 31 de diciembre de 2023.
La primera meta era llegar al 31 de diciembre de 2017 con un 8% de generación por vía de renovables. Pero los especialistas estiman que no se cumplió.
A nivel local, la Cooperativa Eléctrica de Escobar Norte dio el primer paso con la adquisición de 16 paneles solares. Si bien es una cantidad ínfima para el volumen de consumo de los más de dos mil usuarios de la localidad de Loma Verde, se trata de una prueba piloto que servirá de base para un futuro desarrollo.
Instalados sobre el techo de la Biblioteca 20 de Junio, perteneciente a la Cooperativa, los paneles fotovoltaicos toman la energía luminosa del sol y la conducen a un conversor que la inyecta directamente a la red eléctrica, a través de un medidor Se calcula que generan 5 kw por hora.
“La razón por la que decidimos esta inversión fue empezar a prepararnos para este cambio. Es algo que se está usando mucho en todo el mundo, pero que en Argentina viene un poco atrasado”, explica un directivo de la Cooperativa, que con esta acción se puso a la vanguardia de las energías renovables en el partido de Escobar.
Consumir y producir
Ya sea desde una vivienda, una industria, un comercio o un edificio público, el usuario que inyecta energía a la red se llama prosumidor: acrónimo de productor y consumidor. Es un término que se utiliza en diferentes ámbitos y que básicamente tiene que ver con producir algo, al mismo tiempo que se consume.
Una de las grandes ventajas de esta matriz es que la energía se produce en el mismo lugar en que es consumida, por lo tanto se ahorra todo el gasto de transporte de la electricidad, la infraestructura, el mantenimiento y las fugas de energía que se dan en el camino entre la central generadora y el enchufe, que son de entre el 8 y el 15%.
Además, es una opción más amigable con el medio ambiente y que le permite al usuario no sólo reducir el costo de la energía que consume sino también obtener ingresos por el excedente que pudiera aportarle a la red.
Hasta ahora, Santa Fe es la única provincia del país que incentiva a sus habitantes a convertirse en prosumidores, aunque hay otras nueve que cuentan con legislaciones tendientes a fomentar esta modalidad. La principal barrera es económica, porque su costo todavía es elevado.
Para autoabastecerse, se estima que una familia debería invertir entre tres mil y cuatro mil dólares en la compra de paneles. Sin embargo, por los continuos avances tecnológicos, su precio está disminuyendo cada año cerca de 20%.
Semanas atrás, el gobierno nacional publicó en el Boletín Oficial la reglamentación de la ley de Generación Distribuida -número 27.424-, sancionada en noviembre de 2017, que autoriza a los usuarios que se autoabastezcan con fuentes renovables a inyectar el excedente a la red eléctrica, percibiendo un saldo a favor en su factura.
Los más optimistas confían en que haya una partida de subsidios para incentivar la adquisición de paneles. Otros, entre la crisis y la recesión, no lo ven posible en lo inmediato. De lo que casi no hay dudas es de que, tarde o temprano, todos seremos parte de este nuevo paradigma.