Por FLORENCIA ALVAREZ
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Aún antes de que comenzara el conflicto de Malvinas, Lucía Bartolomé (81) soñó la guerra reiteradas veces. Su hijo, Jorge Inchauspe, perdió la vida en las islas a los 20 años. Ella cuenta que desde pequeña es capaz de ver las cosas en sueños: “Tiempo antes de que todo comenzara me desperté gritando: ‘¡La guerra, la guerra en la Argentina!’ Sucedía en una isla y veía cómo caían las bombas. Era terrible”.
Otra noche, en 1982, volvió a tener un sueño en que veía a Jorge a través del tras luz de la ventana de la cocina. “Lo vi con el traje blanco de gala de Infantería de Marina y grité: ‘¡Ay Jorge, volviste!’. Pero cuando abrí la puerta se echó para atrás y se perdió en una neblina. Es el día de hoy que todavía corro la cortina porque me parece verlo”, le cuenta Lucía a DIA 32.
Dice que le hace bien recordar a su hijo, que para ella fue un milagro haberlo tenido, porque tres médicos le habían diagnosticado infertilidad y aún así pudo tenerlo a él y después a Carlos. “Ellos fueron lo más importante de mi vida, aunque a mi esposo lo he querido mucho. No nos llevábamos perfecto, porque él era vasco. Son muy nobles, muy trabajadores, pero son cerrados. Jorge tiraba a ser como el padre. Cuando tenía un problema se cerraba y me hacía sufrir. Es como con los toros, la tercera generación sale más fuerte. Por eso digo que Jorge era más vasco que mi marido”.
“Era un niño bueno, que no fumaba, no tomaba, no iba a confiterías. Le gustaba la iglesia y tocar la guitarra y la batería. Tenía un conjunto, le encantaba la vida sana y linda, pero siempre tuvo en la cabeza que iba a ser militar”.
-¿De dónde sacó Jorge ese gusto por lo militar?
-Yo me sentía muy atraída porque el padre de mi mamá era alemán y ella defendía mucho a los militares alemanes. Y creo que eso se lo contagié a él. Pero yo le pedí a Jorge que hiciera la secundaria y saliera recibido de algo. Por eso se recibió de técnico electromecánico y le dije que después yo lo iba a ayudar. Terminó el servicio militar y cuando estaba por salir lo mandaron a la guerra, pero ya había sacado los papeles para empezar a estudiar la carrera.
-¿Cómo fue el momento en que se enteró que su hijo se iba a la guerra?
-Recuerdo que él vino muy orgulloso a decirnos a su padre y a mí: “Las Malvinas son nuestras, bien nuestras”. Estaba muy feliz de ir. Creo que fue el 17 de abril. Le hicimos un asado para despedirlo, lo esperamos hasta las 3 de la mañana pero no vino, ya se había ido y yo presentí algo muy feo.
Desaparecido en acción
Las siguientes noticias que Lucía recibió de su hijo fueron a través de las cartas que él le enviaba desde Malvinas. En ellas les contaba a sus padres que el clima era cruento: “No es un lugar propicio para unas vacaciones en familia”, escribió. También decía que había leído en el diario sobre la muerte de Nélida Lobato y del corredor Villeneuve, y que Boca y River habían sido descartados del campeonato: “Lástima que no fue Boca el que descalificó a River ¿verdad?”.
Pedía que su familia orara para que volviera sano y salvo, pero que fuera la voluntad de Dios.
-¿Le contó cuáles fueron los peores momentos que vivió en la guerra?
No, eso lo sé por los veteranos que han vuelto. Tenían prohibido hablar de lo que pasaba. Al principio no porque les decían que íbamos ganando y ahí estaban todos contentos, con ganas de luchar. Pero después eso se cortó.
-¿Qué función le asignaron a Jorge durante el conflicto?
-Fue adiestrado en sólo 8 días para apuntador de artillería. Combatió en el Monte Longdon. Una vez le pregunté a un militar cómo pudieron haber hecho algo así y me contestó que los chicos eran inteligentes, pero por más inteligentes… en una semana no se aprende. Pobrecito, lo habrá hecho porque él iba adelante siempre.
-Según algunos datos, su hijo murió el 14 de junio, a horas de la rendición. ¿Qué sabe usted al respecto?
-No sé nada con exactitud, él está desaparecido en acción, presuntamente muerto, porque su cuerpo no fue hallado. Siempre me pregunto qué pasa si un día viene, aunque sé que eso no va a pasar. Me dijeron tantas cosas que es que como si mi hijo hubiera muerto dos o tres veces. Yo ya cerré los oídos a todo eso. No tengo certezas ni de en qué día murió ni en qué circunstancias. Es muy triste no saber dónde está. Una vez fui a Malvinas y en el cementerio hay muchos NN, pero él no fue encontrado. No están todos en el cementerio, faltan un montón de chicos.
-¿Cómo fue la experiencia de haber ido a las islas?
-Nos trataron muy bien, pero no son buenos los ingleses. Aunque vi una cosa que me llamó la atención. Una madre que viajó con nosotros encontró al hijo en el cementerio, tenía el nombre y todo. Yo me corrí porque no me sentía bien, y un inglés me trajo un té. Un soldadito que estaba parado ahí, cuando esa señora se descompuso tanto, se dio vuelta y tenía los ojos llenos de lágrimas. A veces pienso que ellos son jovencitos, que también los mandan a combatir…
-Si volviera a pasar, ¿intentaría evitar que su hijo fuera a la guerra?
-Mi hijo tenía una opinión propia muy fuerte y no había nada que lo torciera. Yo tenía mucho miedo cuando hablaba de ser militar, pero una vez me dijo que la palabra de Dios decía que había que obedecer a las autoridades. También le pregunté cómo pensaba que iba a reaccionar en el momento en que tuviera que matar a alguien. Me contestó que iba a dejar que el Señor lo iluminara y le indicara el camino.
-¿Cómo vivió usted el 30° aniversario del 2 de Abril?
-Estaba histérica, pero me dije que no valía la pena estar así. Me propuse estar serena y asistir al acto. Por suerte pude ir y estar muy bien. El Intendente y el Concejo Deliberante me entregaron unas medallas.
-¿Cuál es su opinión sobre la guerra de Malvinas?
Estoy aferrada a la idea de que las Malvinas son nuestras, pero que la guerra fue inútil. Pienso que se debería haber ido por el camino de la diplomacia. No siento odio o rencor por nadie, pero la palabra inglés para mí es… no la soporto. Cuando en Soñando por Cantar cantan en inglés ya no me gusta. Interiormente he luchado para no tener rencor, pero con eso no he podido.