En un año donde se impuso hacer la mayor cantidad de cosas posible desde el hogar y en el cual la consigna más escuchada fue “Quedate en casa”, la forma de pensar de muchos argentinos, sobre todo de quienes viven en Capital Federal, dio un giro de 180 grados en cuanto a cuál es el mejor lugar para vivir.
El concepto de habitar en una mega ciudad con acceso a todo tipo de medio de transportes a la vuelta de la esquina, opciones de entretenimiento y de ofertas gastronómicas de lo más variadas; próximo al lugar de trabajo, al colegio de los chicos, a supermercados, bancos, gimnasios o incluso a los amenities del edificio, se convirtió en una suerte de trampa sin salida.
Mirando la vida detenida desde ventanas sin siquiera una vista bonita. Teniendo que esperar meses para simplemente poder salir a dar una vuelta a la manzana con los hijos o las mascotas, la “nueva normalidad” a la que se vieron expuestas llevó a muchas familias a buscar aceleradas vías de escape.
Desde los primeros meses de la cuarentena comenzó a repiquetear en esas cabezas la idea de huir de la ciudad para asentarse en un espacio abierto, amplio, con jardín y naturaleza. Era obvio que la cosa iba para largo y, dadas las circunstancias, lo único que se necesitó durante 2020 fue una conexión de wifi y señal de celular para insertarse de lleno en el home office y la educación a distancia.
Esa idea, que nació chiquita, rápidamente se convirtió en una especie de fiebre. Las búsquedas de alquileres de casaquintas, propiedades en barrios cerrados y countries, lejos de la ciudad pero cerca de casa, crecieron de manera exponencial.
Escobar fue una de las estrellas dentro de lo más buscado en zona norte. Pesquisar por alquileres, tanto para vivienda permanente como temporaria, fue un pasatiempo de la cuarentena a través de plataformas digitales como Booking, Airbnb o Despegar. Un búnker en el que sentirse seguro, lejos de los demás pero sobre todo cómodo, para que la convivencia en familia tenga un entorno distendido y amigable.
En julio la demanda ya era tan alta como suele ser a fin de año, con motivo de las fiestas y las vacaciones de verano. La tendencia se mantuvo igual durante el segundo semestre de 2020, especialmente ante la falta de certezas sobre la temporada turística en los destinos habituales.
Lautaro D’Angelis vivió gran parte del encierro en un departamento en Villa Urquiza, junto a su mujer y a sus tres hijos: “Si bien teníamos todas las comodidades, pensamos que íbamos a enloquecer ante la falta de un espacio verde y el hecho de no poder salir”, revela.
“Empecé a buscar casa en mayo; primero en barrios privados de Tigre, pero no había mucho para elegir y los precios estaban altísimos. Finalmente, en agosto conseguí en Escobar, no a un precio más bajo pero es una mejor propiedad por lo mismo que me pedían en Tigre”, señala. Su caso es un botón de muestra.
Ante tanta demanda, lógicamente, la oferta decayó. No solo porque las propiedades disponibles no alcanzaron a cubrir tanta cantidad de pedidos sino porque muchos propietarios de casas de fin de semana, que generalmente las alquilarían, las utilizaron para vivir durante el aislamiento o prefirieron mantenerlas para asegurarse un lugar donde pasar el verano si el panorama no mejoraba.
Estos factores juntos hicieron que los precios se dispararan por las nubes. Tanto para los alquileres tradicionales de tres años, como marca la nueva ley, como para la temporada de verano.
Vacaciones acá nomás
Entrada la primavera, con miras a que la apertura de la cuarentena permitiera moverse a partir del 1º de diciembre, pero con el fantasma de la incertidumbre acechando como una sombra negra, un gran porcentaje de gente decidió descansar este verano en el más acá.
Con el turismo tradicional bastante restringido, los viajes al exterior convertidos en un caos de trámites, hisopados y, dependiendo el destino, días perdidos de aislamiento preventivo, el verano 2021 puso a Escobar de moda. Y a sus precios también.
Luciana Chaliver pasó momentos muy difíciles durante la pandemia. Pensó que sería lindo alquilar una quinta para relajarse, pasando el verano tranquila con su hija y sus nietos. Tenía buenas referencias de Maschwitz. Empezó el sondeo por ahí. Pero no imaginó que una casa con tres habitaciones, venida a menos y sin pileta sería tan inalcanzable para su presupuesto.
“Para empezar a hablar eran 300 dólares por quincena, es decir, 100 mil pesos por el mes de enero. Y en los lugares cercanos como Pilar o Tigre son más o menos los mismos valores. Al final decidimos anotar a los chicos en una colonia en enero y en febrero irnos a Reta, todo por muchísimo menos dinero y cerca del mar”, cuenta.
El titular de López Feybli & Cia Propiedades, Gonzalo González Albarracín, quien maneja mayormente la zona de Ingeniero Maschwitz, explica a DIA 32: “Desde mediados del año pasado comenzaron las consultas para enero. Fue imposible cubrir todo, pero a partir de que se abrió la posibilidad de ir a la costa argentina la oferta se amplió un poco más, porque quienes tienen casas allá decidieron alquilar. Los pedidos de quintas para alojarse fueron 100% más que el año pasado”, asegura.
González Albarracín afirma que los propietarios pidieron sumas en dólares y que una casa con tres habitaciones y pileta “nada del otro mundo”, no bajó de los 2.000, suma menor a lo que se pidió por alquilar en los barrios privados. “La gente pagó esos precios porque no había demasiada oferta. Fue algo inusual, que calculo que no se va a volver a repetir, a no ser que sigamos en pandemia”, vaticina.
Por lo pronto, un informe publicado por el matutino Clarín reveló que las tarifas de alojamiento de tres y cuatro estrellas en Escobar llegaron a igualar e incluso superaron a las de Mar del Plata y otros destinos con playa y mar.
Cambiar de paradigma
Más allá de la opción de alquilar una casa de forma anual o temporaria por algunos meses, muchos optaron por un cambio de vida radical. Borrón y cuenta nueva. Tanto es así que hay datos que indican que la intención de compra de terrenos vacíos por MercadoLibre en el AMBA, sobre todo en zona norte, creció 463%.
Desde octubre, las ventas de lotes en urbanizaciones como El Cantón explotaron. Un terreno a orillas de la laguna, que en marzo de 2020 costaba 70 mil dólares, hoy no baja de los 120 mil. Y encima son tan codiciados que conseguirlos es como encontrar una aguja en un pajar. Entre octubre y diciembre las ventas marcaron todos los récords, con 250 lotes vendidos.
Otra cuestión que apuntó la balanza hacia la opción de comprar tierra para levantar paredes por encima de comprar inmuebles ya listos, es la baja en los costos de construcción. En 2018 el precio del metro cuadrado de una casa llave en mano rondaba los 900 dólares, en 2019 tocó los 1.200 y a fines de 2020 cayó a 650 dólares, dependiendo de la calidad de los materiales.
Una diferencia tan significativa hizo que muchos que tenían sus ahorros en moneda norteamericana decidieran invertirlos a pesar de la pandemia. No solo por una cuestión de oportunidad de negocio sino pensando en una mejora en la calidad de vida.
Quizá el Covid-19, entre toda la desgracia que provocó y sigue provocando, haya llegado para ayudar a la humanidad a poner en práctica cambios imprescindibles: descentralizar las polucionadas ciudades; bajarle un cambio al ritmo frenético de correr hacia la nada misma; repensar las prioridades y conectar con el verdadero sentido de la vida, sin sentirse como la mosca dándose de cara contra el vidrio una y otra vez.
HERNÁN ZACCARDI, SUBSECRETARIO DE TURISMO
“Estamos listos para cuando pase la pandemia”
Quienes se quedaron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante el verano optaron por las salidas cortas a lugares cercanos, para pasar el día o pernoctar un par de noches. Esto hizo que el partido de Escobar, que en los últimos años se armó con muchas opciones de paseos, gastronomía y recreación, también se ubicara entre los destinos top para hacer miniturismo.
La puesta en valor de la costanera, la apertura del Mercado del Paraná con productos agroecológicos y demás propuestas, así como las travesías en catamarán por el Delta son algunas claves para atraer a estos turistas temporales que vienen con la idea de respirar un poco de aire puro.
El bioparque Temaikèn, Munchi’s; el polo gastronómico de la calle Mendoza, la reserva ecológica de Maschwitz, la Granja Don Benito y su parque aéreo, los paseos por las barrancas de El Cazador, el Jardín Japonés, el teatro Seminari, el Bus Turístico, las opciones de deportes acuáticos, sumado a las ferias y la cantidad de eventos culturales en plazas y parques son un imán para quienes buscan distraerse sin moverse muy lejos. Y, por supuesto, para los escobarenses.
“Las reservas y las consultas han crecido notablemente este verano. Es para lo que nos venimos preparando desde hace años. Lamentablemente, debido a la pandemia, tuvimos que restringir los cupos para el Bus Turístico, por ejemplo, o la entrada al Jardín Japonés, donde hicimos muchas obras, y no pudimos atender toda la demanda. Pero la pandemia pasará y nosotros ya estamos listos en todos los aspectos para recibir a una gran cantidad de turistas que tendrán a Escobar como primera opción”, le cuenta a DIA 32 el subsecretario de Turismo, Hernán Zaccardi.
Si bien la oferta hotelera es bastante acotada, la ocupación durante los fines de semana de enero fue casi del 100%. Predominó el interés por los establecimientos que ofrecen spa, piscina, gastronomía digna de estrellas Michelin y habitaciones lujosas con todos los servicios.
Los precios, también por las nubes. Por tres noches -viernes, sábado y domingo- oscilaron entre 60 mil y 80 mil pesos, con algunos extras como masajes, el acceso al spa o las comidas, obviamente cobrados aparte.
Es que entre los que decidieron no irse o las restricciones no les permitieron viajar a Miami o a Uruguay, por mencionar destinos típicos que prefieren los argentinos que eligen el exterior para vacacionar, surgió la tendencia de hospedarse en hoteles cercanos a la ciudad de Buenos Aires como si estuvieran en un all inclusive del Caribe.
Sin dudas, un verano atípico. Después de ocho meses encerrados todos quisieron salir a volar cual pájaros liberados de una jaula. No importó dónde ni por cuánto tiempo ni cuánto costó. La premisa fue sentir que se recuperaba la libertad, restringida y seguramente con fecha de vencimiento, por eso todos corrieron hacia donde pudieron como si el mundo volviera a detenerse mañana.