Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar
Luis Alberto Messa (62) pagó su militancia en Montoneros con seis insufribles años de prisión y torturas en centros clandestinos de detención. Y aunque tiempo después el Estado lo indemnizó por los daños causados, hay huellas que el dinero no borra. Sin embargo, de su voz no se desprenden sentimientos de rencor. Al contrario, la mesura y el análisis se imponen en su relato de aquella época.
El parque de su casa, en El Cazador, está dividido al medio por un cerco de alambre. “Es para evitar que los perros ataquen a las aves”, explica a sus visitas. Y tras enseñar a las plumíferas mascotas de su esposa, bromea: “Tengo mi propio Temaikèn”. Junto a la persistente llovizna, las voces de los animales serán la cortina de fondo de la entrevista, que sólo se interrumpirá por dos llamadas telefónicas.
Birome en mano y con un papel donde anotará y hasta dibujará algunas de las ideas que vierte en sus respuestas, “Beto” Messa se dispone a hablar sin restricciones. Con el mismo tono, recuerda sus últimas horas en libertad durante los ‘70, justifica su posterior participación política junto a Luis Patti y dice lo que piensa sobre el gobierno nacional, sus aliados locales y la situación política de Escobar.
– ¿Decidió alejarse de la política?
– Uno nunca se retira de la política, porque la política es la vida misma. Las relaciones de trabajo y, en mi caso, tambien la docencia son ejercicios de política. Incluso los que se dicen apolíticos están haciendo política, hacen una negación que también es política.
-Pero hace rato está distanciado de la vida partidaria del PJ…
-Sí. Entiendo que hay que dar paso a otros compañeros. Además, a escala municipal no hay una propuesta que me contenga y tampoco me invitaron a participar, así que hago mi camino.
-¿Simpatiza con el modelo nacional y popular?
-Sí. Comparto la política del gobierno nacional y a escala provincial también me parece que hay una buena gestión. Creo que tienen una dirección correcta en cuanto a lo que históricamente hemos concebido desde el peronismo: establecer un marco de participación popular y de distribución más justa de la riqueza.
-Desde su perspectiva histórica, ¿en qué lugar de un hipotético ranking ubicaría al kirchnerismo?
-Lo pondría debajo del primer peronismo, al que todavía no le pudo ganar nadie. Este es un proceso que tiene cosas buenas. Ha instalado el discurso de la política y reinstaló el rol del Estado, que son dos conquistas importantísimas. Le destaco la política de derechos humanos, la concepción del mercado interno como eje del desarrollo económico y social, cuestiones de género, las políticas sociales que se han hecho, las nuevas jubilaciones y la recuperación del trabajo.
Patti tuvo todas las oportunidades para desmentir y defenderse de las acusaciones, pero no lo hizo y se condenó solo. Si no es culpable, tendría que haberlo dicho.
– ¿Y qué nota a nivel local? ¿Ve un correlato?
– Creo que el gobierno local está haciendo algunos esfuerzos y que intenta mostrarse, pero tendría que aumentar su trabajo territorial en función de los sectores más desfavorecidos y politizar más. Estamos en una etapa donde se necesita politizar para defender el modelo.
– En ese sentido, tampoco hay debate en el Concejo Deliberante. ¿Cree que es por incapacidad o por comodidad?
– No hay preparación ni intención de darlo, porque la apertura del debate implica empezar a aceptar cuestionamientos. Para eso hay que tener conceptos ideológicos firmes y principios explicativos que puedan persuadir a los otros de lo que uno está diciendo.
Otra cosa que me preocupa es cómo se está utilizando y organizando el espacio. En Escobar sigue faltando una planificación. Hay que poner un freno y sacar una disposición porque están destruyendo todo el patrimonio histórico arquitectónico. Hay casas y edificios que son ejemplos de una época.
– ¿También entra en esa preocupación el uso de tierras vírgenes para emprendimientos inmobiliarios?
– Sí, porque no se está midiendo el impacto ambiental. En El Cazador el tema es preocupante. El Cazal está construyéndose sobre un humedal, un bajío ribereño. Eso implica una alteración del clima y de la calidad de vida de los que viven ahí y en otros lugares.
– Como ex director de Cultura, ¿está de acuerdo en que el Municipio erogue grandes sumas en contratar artistas populares?
– Los artistas son trabajadores que se han especializado en lo suyo y si trabajan hay que pagarles. Hay artistas que tienen un público y se destacan por la calidad de su arte. A ese artista hay que sostenerlo, porque ¿de dónde salió?, ¿quién lo puso en ese pedestal? El pueblo, que lo aplaude. El artista popular es una voz del pueblo y me parece legítimo que la gente pueda ver a figuras de renombre. Lo que no puede ser es que, al mismo tiempo, tengamos un teatro municipal y no se pongan recursos para llevar a los chicos de las escuelas a ver una obra, a que vivan otro tipo de experiencias.
– El año pasado declaró en el juicio a Patti por delitos de lesa humanidad. ¿Cómo lo toca esta situación a nivel personal?
-Es parte de mi historia. Los juicios implican que uno debe apelar a la memoria y reconstruir todo lo vivido. Todo eso genera un impacto. Hay momentos que son límites, pero es parte de la vida que uno eligió. Lo soporto bien, no tengo que ir al psicólogo ni al psiquiatra.
Estos juicios y el feriado del 24 de marzo hacen bien a la memoria colectiva, porque permiten reconstruir el pasado, establecer cuáles eran los modelos que estaban en juego y desmontar la teoría de los dos demonios, que se fue edificando tras el juicio a las juntas.
– ¿Qué veredicto imagina?
– Creo que está muy comprometido y que va a tener una condena fuerte. Patti tuvo todas las oportunidades para desmentir y defenderse de las acusaciones, pero no lo hizo y se condenó solo. Si no es culpable, tendría que haberlo dicho. Creo que Bisordi, su defensor, también terminó condenándolo. Hizo una defensa política pero no desmintió las acusaciones.
– En todos estos años, ¿se arrepintió en algún momento de haber sido funcionario de Patti?
– Si en política hubiera que arrepentirse, nos tendríamos que arrepentir todos los días. Yo era de la Liga Peronista Bonaerense y nos marcaron esa dirección. Resistí hasta donde pude, pero la decisión era que Patti iba a ser el candidato a intendente y todos me planteaban que tenía que estar. El razonamiento que hacíamos con los compañeros era que no tenía juicios ni estaba condenado, aunque todos teníamos la sospecha. De hecho, siempre tuve la duda de si Patti me había torturado. No es algo que pueda saber, pero si no lo hizo seguramente estaba ahí.
En el ‘75, Valle y todo el grupo que estaba con él no nos defendían. Al contrario, nos señalaban, y si caía un compañero nuestro aplaudían.
– ¿Entonces su decisión fue como una «Obediencia Debida partidaria»?
– Y… los compañeros me reclamaban. Otros no, mis antiguos compañeros de militancia en los ‘70 me criticaron y tenían razón. Pero los otros también. El tema es que había que tener en cuenta el objetivo, que era sacar a Valle y Angioi, por lo que significaban para Escobar. Pienso que la gente también votaba a Patti por eso: para sacar a Valle de la Intendencia.
– ¿Se siente frustrado al ver que Angioi hoy vuelve a estar sentado en una banca de concejal?
– Su llegada al Concejo Deliberante es un accidente de la política. Lo fueron a buscar y quedó prendido de esos votos que sacó De Narváez, pero nada más. De cualquier manera, no me molesta, porque tampoco es el culpable de todos los males. Hay que despojarse de la costumbre de focalizar en una persona como el sujeto del mal. Hay que tratar de analizar la estructura y los grupos sociales que dan origen a este tipo de dirigentes. Como pasó con Patti, donde hay que analizar cuál era la estructura social de Escobar, qué era lo que buscaba y por qué lo eligió. Y también hay que ir más atrás, porque cuando a nosotros nos secuestraban y nos torturaban el intendente era Valle. No sé qué poder tenía, pero estuvo ahí hasta mayo del ‘76, no renunció. Y algunos dicen que los autos municipales también los usaban los grupos de tareas. En el ‘75, Valle y todo el grupo que estaba con él no nos defendían, al contrario, nos señalaban, y si caía un compañero nuestro aplaudían. Entonces, en 1995, ¿cuál era la diferencia si uno tenía que optar entre Patti o Valle?
– ¿Qué uno se ensució las manos y el otro no?
– … Yo entiendo que el asunto es muy complejo, porque todos tuvimos responsabilidades políticas en esto. Porque si yo estaba en Montoneros tenía responsabilidades, pero no eran las mismas que las de quienes manejaban el Estado. Y yo defendía un proyecto, que no era hacer desaparecer a 30 mil argentinos, ni desindustrializar el país y dejar sin trabajo al obrero y desarticular al peronismo. Ahí están centradas las diferencias.
Perfil militante
“Beto” Messa empezó a militar políticamente cuando tenía 21 años y aún vivía en Capital Federal. Fue en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que luego lo condujo a la JTP (Juventud de Trabajadores Peronistas). Cuando llegó a Escobar entró a la JP (Juventud Peronista) y en 1973 se sumó a las filas de Montoneros.
Su estadía en prisión se extendió desde el 31 de marzo de 1976 hasta el 23 de junio de 1982, pasando por diversos centros clandestinos de detención y cárceles.
– ¿Cómo lo secuestraron?
– Me engancharon por el lado que más me dolía. Yo sufrí el acoso a mi familia. Me vinieron a buscar varias veces y no me encontraron. Golpearon a mi mamá y el último día apretaron a mi papá: le dijeron que si yo no caía se lo llevaban. Entonces me presenté en la comisaría y dije “acá estoy”. Por suerte mi red de colaboradores se salvó. Me buscaron porque pensaban que era el que trasladaba la plata y, como había trabajado en Fabricaciones Militares, sospechaban que podía estar organizando un atentado. Pero estaban equivocados.