Su local de la avenida Villanueva es un mundo inabarcable de productos. Pero lo que más se destaca es la calidez con la que atiende. “Hay que ser agradecido con el cliente”, afirma.

Desde hace más de veinticinco años, Fabián Pérez (55) está al frente de uno de los comercios más populares de la avenida Villanueva. Se llama Candle, pero en Ingeniero Maschwitz todos lo conocen como “lo de Fabi”, quien siempre atiende con una simpatía especial y un hermoso: “¿Cómo estás?”.

Candle no es un polirrubro, es un universo en el que es posible encontrar desde sahumerios a una pelota de fútbol; un cargador de celular a una pipa de agua; una Coca Cola a un chocolate Shot; una estatuilla de la Virgen María a un muñeco de Superman. La Biblia y el calefón.

Tiene lo que se ve y lo que no se ve probablemente esté ubicado en alguno de los recovecos de esos treinta metros cuadrados plagados de productos colgados del techo, en vitrinas, sobre el mostrador, detrás del mostrador, en el fondo, en estantes o en cajas en el piso. En medio del olor a velas perfumadas, palo santo y tabaco hay juguetes, cartas, llaveros, chucherías, luces de colores y una gran variedad de golosinas y galletitas, entre miles de otras cosas.

Además de tener de todo, Candle abre de 8.30 a 13 y de 15.30 a 21, cubriendo una amplia franja horaria para satisfacer las necesidades diarias de una gran cantidad de clientes. En medio de la rutina, el amable comerciante se hace tiempo para hablar con DIA 32 y contar el detrás de escena de su medio de vida.

Fabián Pérez en su kiosco Candle
Laburante. Fabián Pérez pasa diez horas por día atendiendo su comercio.

-¿Cómo describirías tu negocio?
-Es un polirrubro de esos que ya quedan pocos, porque no hay comercios que abarquen tantos productos. La idea siempre fue tener un negocio que tenga de todo para sacar del paso al cliente. No tener la aguja indicada pero sí tener alguna para que puedas hacer dos puntadas y sacarte del apuro. Fue armado como está hoy en día, pero había menos cosas, más espacios en blanco que, de a poquito, fuimos llenando con mucho sacrificio. Ya son 26 años de esfuerzo y de dedicación para el negocio.

-¿En algún momento pensás “listo, está como yo quería”?
-Nunca estás hecho, todos los días tenés que trabajar para que el negocio esté en las condiciones que vos querés. Que tenga toda la mercadería que necesitás, que esté al día con las nuevas tendencias. Cuando tenés negocio no podés descansar nunca.

-¿Cómo te manejás con las nuevas tendencias?
-Se van incorporando productos a medida que pasan los años. Al principio no vendía cargadores para celular o auriculares, por ejemplo, porque casi que no existían. Todo fue cambiando, el pueblo fue creciendo y uno acompaña ese crecimiento incorporando productos. Hoy están de moda los patitos, en otro momento fue el spinner, las figuritas del Mundial… con los juguetes pasa un montón.

-¿Por qué hay tantos productos de santería?
-El negocio originalmente era santería, kiosco, regalos, polirrubro. La santería estuvo presente desde el primer día, era algo raro para un pueblo que, como todo pueblo, tiene algo de cerrado y le cuesta aceptar ciertas cosas. Fue duro que la gente aceptara algo así. Pero está todo integrado y está bueno.

-¿Qué es lo que más se vende?
-No hay un fuerte, nunca lo hubo. Hoy vendés más caramelos, mañana vendés más chicles, pasado más velas o sahumerios. En verano más gaseosas y en invierno más galletitas. El fuerte es el conjunto de todo.

-¿Cuándo abriste Candle y en qué circunstancias?
-Yo trabajaba con mi hermano en Capital, teníamos comercio en Palermo Soho, un despacho de pan con sanguchería y también taxis. Me había venido a vivir acá, viajaba todos los días y estaba cansado. Estaba todo el día afuera, me iba a las 5 de la mañana y volvía a las 12 de la noche. Hablamos con mi señora y apostamos a poner algo en el pueblo, cosa que al principio fue difícil porque no había casi comercios y muy poca gente. Yo tuve suerte porque me apoyaron mi suegro y una tía y eso nos permitió seguir adelante, porque los primeros diez años fueron muy duros.

-¿Hay algo que te pidan mucho pero te rehusás a vender?
-Siempre me piden panchos, hamburguesas, comida en general, pero eso no es compatible con el negocio. Yo no puedo poner comidas si vendo velas y sahumerios, no da vender un pancho con olor a pachuli. Sí puedo vender papas fritas envasadas y esas cosas. Todo lo que sea compatible, lo voy a agregar.

Fabián Pérez conversando
Trayectoria. Fabián Pérez lleva más de 25 años al frente de su polirrubro en Maschwitz.

-¿Cuál fue la mejor época y cuál la peor en términos económicos?
-Económicamente siempre estamos como Argentina, no hay momentos súper buenos ni súper malos, puede haber días buenos o malos. Como ahora, tenés un día bueno, cinco malos, lo importante es que puedas subsistir. Si tengo que nombrar un momento realmente malo, fue cuando rehicieron la Villanueva. La arreglaron como tres veces, pero en aquel entonces no había boulevard, había veredas anchas y se estacionaba solo de la mano de enfrente. Ese año que hicieron el boulevard fue muy duro, porque estuvimos muchos meses con la calle cerrada. Acá, que la gente está acostumbrada a llegar con el auto, no lograba llegar y fue terrible. Capaz que fueron tres meses, pero para uno que necesita trabajar y no puede parecieron dos años.

-Acá la mayoría de los negocios cierran al mediodía, ¿qué se hace en ese tiempo? ¿Se sigue trabajando o se descansa?
-A mí me encantaría poder descansar, pero no sucede, porque es el único horario para, por ejemplo, ir a un médico, a un dentista, el contador, al banco, un trámite… todo eso lo tenés que hacer en ese lapso. Antes hacía incluso más cosas, iba hasta Capital y volvía. Ahora es imposible, con lo colapsada que está la Panamericana. Y encima hay que comer, pero muchos días ni tiempo de comer tengo, así que no, no se descansa en la siesta.

-¿Tenés una clientela fiel o es gente de paso?
-Tenemos de todo, antes era solamente clientela fiel, pero hoy por suerte hay más gente de paso que viene a conocer Ingeniero Maschwitz o va a la Mendoza y pasa por acá también. Viene a conocer el pueblo. Igual, tenemos a los clientes de todos los días para los cuales tenés que trabajar, justamente, todos los días para atenderlos bien, tener un buen precio y seguir conservándolos. La fidelidad tiene que ser recíproca. La clientela fiel a ojos cerrados no existe, se consigue cuando vos hacés las cosas bien.

Fabián Pérez hablando con una clienta
Ocupado. “Cuando tenés un negocio, no podés descansar nunca”, reconoce.

-¿Cómo hacés para atender siempre con buena onda y amabilidad?
-Creo que si un cliente viene a comprarte a vos, tenés que ser agradecido, es gente que hay que cuidar porque si no, no viene más. A veces llegan clientes con mala onda y yo tengo que tratar de revertirles la mala energía. Hay que entender que capaz al tipo se le rompió el coche, se le pinchó la moto o tuvo una desgracia, andá a saber qué hay atrás de esa persona. Si alguien te trata mal, no tenés que tratarlo mal, tenés que intentar cambiarle aunque sea un minuto la energía para que se vaya más tranquilo. Además, lo que yo vendo lo vende mengano, sultano, fulano, podría haber ido a comprar a cualquier lado, así que hay que tratarlo bien por haberte elegido.

-¿Tenés competencia por la zona? No hay comercios con el mismo espíritu…
-Competencia siempre hay, es algo simple: abre un kiosco del otro lado, te sacó cinco clientes; abre otro a tres cuadras, te sacó otros cinco. Quizás toda gente del mismo barrio que antes caminaba hasta acá pero que ahora tiene otro kiosco más cerca entonces compra en el otro. Allá te abrió otro, te saca otros cinco. Un poco cada uno, te sacaron cincuenta clientes. Competencia tenés siempre. Si te ponen un kiosco al lado de tu casa, no vas a caminar cinco cuadras para comprarle a Fabi. No pasa porque vos estés haciendo algo mal, sino que la persona encontró un negocio más de cercanía que le queda mejor y acá va a volver cuando esté de paso o cuando no encuentre algún producto en el otro lugar.

-¿Alguna vez pensaste en dedicarte a otra cosa?
-A esta altura sería muy difícil, esto es lo que hago y voy a dejarlo el día que no pueda trabajar más. Pero voy a trabajar hasta los últimos días tratando de no quedarme jamás y estar actualizado, en lo último de la moda y en lo que busca la gente. No quiero quedarme como los negocios de antes con cosas de antaño que ya no van. Hay que ser abierto, lo viejo es viejo y hay que actualizarse junto con el correr de la vida.

“La fidelidad tiene que ser recíproca. La clientela fiel a ojos cerrados no existe, se consigue cuando vos hacés las cosas bien”.

-Debés trabajar con muchísimos proveedores al tener tantas cosas…
-Sí, no es fácil, es un trabajo de 26 años, hay algunos que tienen la misma cantidad de años que yo tengo acá. Aparecen muchos y vas viendo el comportamiento de cada uno. Le empezás comprando un chicle y si trabaja, es honesto y no miente, seguís adelante. A mí me gustan las cosas de frente, me decís lo que me tengas que decir, te digo lo que pienso y si estamos de acuerdo tenemos una relación comercial. Ahora tengo uno que lo frizé porque me miente, inventa, entonces no le compro más.

-¿Dormís tranquilo o algo te quita el sueño?
-Trato de dormir tranquilo todos los días, aunque soy un tipo muy ansioso y cualquier preocupación me saca el sueño. Una discusión con alguien y ya no puedo dormir. No me gustan los problemas ni las complicaciones, percibo uno y escapo. Quiero tener una vida tranquila, sin alteraciones y aunque es difícil, intento.

-¿Sos feliz con tu trabajo?
-No sé si me hace feliz el trabajo, no me queda otra. La gente viene y me dice: “Ahh, pero vos la pasas bien acá, sos feliz”. A ver, como tengo que venir la tengo que pasar bien porque son muchas horas. Vengo y la paso bien. Si me preguntás si me gusta trabajar, sí, porque soy hiperactivo, no puedo estar sin hacer nada, pero si pudiera elegir quizás no elegiría estar todo el día acá, me gustaría estar un rato y también hacer otras cosas. Pero el negocio me insume todo mi tiempo.

Fabián Pérez, sonriente
Atento y cordial. “Hay que ser agradecido con el cliente”, asegura Fabián Pérez.

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