La directora del hospital Erill habla del día a día de su trabajo y de la responsabilidad de conducir una institución colmada de necesidades. “Los objetivos claros te dan una energía muy grande”, afirma.

Ningún trabajo es fácil ni para cualquiera. Mucho menos ser director de un hospital como el de Escobar. Por la carga vocacional que implica, sí. Y también por el desgaste de conducir una institución donde muchas veces está en juego la vida de las personas y los recursos son siempre escasos o insuficientes.

Fernanda Bigliani lo padece, pero lo lleva con sabiduría: “Cuando se acepta un desafío, y sobre todo de esta magnitud, hay que ser sumamente tolerante con la frustración”, reflexiona la cirujana maschwitzense, que en febrero del año pasado aceptó el reto de tomar las riendas del hospital provincial, quizás en su etapa más crítica.

Quienes la conocen no hablan más que virtudes de ella. De su profesionalismo, de su rectitud, de su calidez. Y de su compromiso con el Erill, al punto de suspender sus vacaciones para cubrir una guardia. Se le nota en la voz y en los ojos el amor que le tiene. Lo siente, lo sufre y lo quiere, no hay dudas. Es la primera impresión que genera, apenas empieza la entrevista con DIA 32.

Hace 27 años que trabaja en el hospital, ¿cuándo notó que comenzaba a darse este proceso de deterioro? ¿Hubo un punto de inflexión?
-Creo que fue gradual. La población de Escobar fue creciendo y con eso las consultas y la complejidad. Todo eso generó un gran consumo edilicio, de insumos, de gente que entra en una situación de desgaste y que no fue recuperándose o reinstalándose de acuerdo al grado en que se consumía. Eso va generando un deterioro que creo que es gradual.

-¿La función principal del director hoy es conseguir recursos para sacar adelante la situación?
-Sí, lo nuestro es tratar de responder a las necesidades que el hospital tiene para mantenerlo y sostenerlo y eso implica estar comprometido con lo que uno hace y ser honesto. Si algo no hacemos los directores es lobby. No escondemos pobrezas, las mostramos, las decimos en forma pública y escrita, porque es la manera de que nos ayuden. Cuando comenzamos a viajar al Ministerio planteábamos lo que nos pasaba y las necesidades que teníamos para que nos puedan ayudar, porque si no ellos no terminaban de saber qué nos pasaba.

-¿Y consiguen respuestas de la Provincia cuando plantean lo que pasa?
En el Ministerio siempre nos han recibido y ha habido una respuesta. Uno sabe de antemano que no le van a dar todo lo que necesita, que es mucho, porque los demás hospitales también necesitan. Somos conscientes de que no estamos dando a la comunidad lo que espera y merece, pero tenemos que entender que esto va a ser progresivo.

-¿Cuáles son las necesidades principales?
-Fundamentalmente, recursos humanos. Y también una reforma edilicia. Recurso humano necesitamos en todas las áreas, pero se nota más en la guardia. La de pediatría, la de neo, la de maternidad. En Emergencias es donde más se nota, porque no se le puede decir a la gente que venga en dos días, necesitan las cosas ahora. Y no hablo solo de recursos profesionales. Ediliciamente, lo más urgente son los sanitarios de los cinco piso, sin lugar a dudas. Algo básico.

-¿No la frustra, en algún momento, estar al frente de una estructura que cuesta tanto sostener y sacar de un estado crítico?
-Sí, muchas veces uno se siente abatido. Pero cuando se acepta un desafío, y sobre todo de esta magnitud, hay que ser sumamente tolerante con la frustración. No hay desafío sin frustración. También los objetivos claros ayudan a superar realidades y te dan una energía muy grande. Uno siente que está sirviendo. Y cuando uno da, recibe más de lo que da.

-¿Hay una mayor sensibilidad social con respecto al hospital?
-A mí me parece que sí. Lo que pasa es que yo creo que nosotros fuimos moviéndonos bastante, salimos a pedir, a hacer. Hay muchos comercios de Escobar a los que les pedimos una mano y nos han ayudado. Inclusive comercios que son de la familia y de amigos de toda la vida, que no sé si están contentos de que yo sea la directora porque levanto el teléfono y les pido, pero terminan mandándonos cosas con mucha generosidad y compromiso. Además, la gente sabe que lo que llega al hospital se vuelca en el hospital. Por eso, toda la ayuda que recibimos la hacemos a través de la Cooperadora, porque queremos transparencia máxima. Nosotros vivimos acá y a mí me encanta estar con la conciencia tranquila. Yo soy lo que soy y, como diría Serrat, ando siempre con lo puesto. Hoy estamos como directores y mañana estaremos como cirujanos de guardia o lo que sea.

-¿Cree que influyó lo que pasó con Martín Scaldafferro para que se empiece a hablar más de la situación del hospital?
-Ayudó mucho, porque ese es un ejemplo de lo que se puede hacer con la frustración y transformar la muerte en vida. Todo el movimiento de la familia, los amigos y los conocidos para conseguir fondos se convirtió en tres monitores multiparamétricos que sirven para que alguien esté con su corazón o sensor neuro respiratorio monitoreado. Esa es una situación de la que tenemos que aprender absolutamente todos.

FICHA PERSONAL

Nacida en Capital Federal y oriunda de San Martín, tiene 57 años y hace 21 se radicó en Ingeniero Maschwitz. Culminó la carrera de Medicina en la UBA en 1982, donde también se recibió de psicóloga, y después se especializó en cirugía en el Hospital Ferroviario Central. Soltera y sin hijos, pero con «una familia numerosa de hermanos, propios y ajenos», apunta. Ingresó al hospital de Escobar en 1990 como cirujana de guardia. Con el tiempo fue jefa de Emergencias, cirujana de planta y jefa de la unidad de quirófano. En febrero de 2016 sus compañeros la eligieron para encabezar el equipo directivo del Erill junto a sus colegas Eduardo Morales y Marcelo Castellanos. Además, tiene un consultorio sobre la calle Sarmiento y atendió muchos años en los institutos Roche y Rayén.

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