Lejos de paralizarlo, la pandemia lo animó a crear un centro cultural en pleno centro de la ciudad. Espera abrirlo en agosto y se llamará Lúdica. “A mí el trabajo me salva”, afirma, entusiasmado con su proyecto.

Cuando el comienzo de la pandemia le truncó el plan de instalarse en Madrid, España, para abrir una escuela de teatro, Fernando Sureda (54) aceptó estoico el nuevo panorama mundial. No se deprimió, simplemente entendió que no era el momento de encarar ese proyecto.

Fue así que decidió venirse de Capital a Belén de Escobar, dispuesto a pasar la cuarentena en una propiedad que tiene sobre la calle Mitre al 500, a media cuadra de la avenida Tapia de Cruz. En ese lugar, pensando en el futuro, vio la luz al final del túnel y empezó a cranear su próxima aventura, quizás la más arriesgada e importante de su vida.

Arriba de la sucursal de OSDE, en un primer piso muy espacioso y con una terraza que tiene una estupenda vista de la ciudad, el actor, director, productor y profesor de teatro ya puso manos a la obra para su nueva creación: el Centro Cultural Lúdica.

“Va a ser un centro cultural bastante cool, bastante cheto desde lo edilicio, pero con un corazón hippie. Un espacio donde predominarán las clases de teatro, con una sala que tendrá entre ochenta y cien butacas. Además, habrá canto, yoga, un atelier para pintura y escultura y una gran estructura en la terraza para los amantes de la acrobacia, la tela y el circo”, le cuenta entusiasmado a DIA 32.

También tiene en mente un bar cultural que funcione como lugar de encuentro entre actividad y actividad. “Esa es la idea, pero la verdad que acá va a pasar lo que ocurre cuando se filma una película: que nunca queda exactamente como lo que dice el guión sino que termina siendo una especie de guía”.

DECISIÓN. En medio de la pandemia, Sureda apuesta por una nueva aventura.

Otro de los hechos que impulsaron al actor a echarse semejante proeza al hombro, causado en 2020 por el virus que no da tregua, fue el fallecimiento de su gran maestro Agustín Alezzo. “Él siempre decía: ‘Ustedes tienen que hacer, hacer, hacer, hacer, no tienen que esperar a que los llamen, no tienen que depender del Estado. El hombre de teatro tiene que generar´”.

Claro que de eso sabe y mucho, porque lo vio en su propio padre, quien en 1989 fundó el inolvidable teatro Girona, que funcionó sobre la calle César Díaz 657, en Belén de Escobar, durante veinte años. Edberto “Cacho” Sureda fue un hombre que se caracterizó por ser un gran hacedor de proyectos culturales y un apasionado del teatro.

En aquel entonces Fernando ya estudiaba actuación y participaba de obras, por lo que pudo abrir en el Girona la que “probablemente fuera la primera escuela de actuación de Escobar”.

La respuesta fue excelente, tuvieron muchísimos alumnos. Pero después de algún tiempo le dejó la escuela a su hermana Graziella y él comenzó su carrera en teatros porteños como el San Martín, el Cervantes y también haciendo “mucho sótano, mucho off, mucho under”.

Sin embargo, su primera incursión comercial y cultural en la ciudad no fue la escuela del Girona sino un boliche bailable ubicado en ese mismo lugar, que se llamó Óxido. “Tenía 19 años. A mí me rompía la cabeza Cemento y quería tener un boliche así. Fui a España con mi papá y recorrí la costa Brava conociendo boliches, después me fui a Brasil y cuando vine acá puse Óxido. Pero además de haber joda tenía una impronta artística: había mimos, traje a grupos como Los Fabulosos Cadillacs, a Virus… Desde siempre tuve esa impronta artística y de gestor”, asegura.

No hago apología de la carencia, porque vivimos en un mundo material. El tema es que tu identidad no sea tener el auto último modelo. A mí no me mueve el dinero ni el poder”.

-Seguís apostando a Escobar, ¿qué es lo que más te gusta de este lugar?
-Yo amo este pueblo porque la tierra de uno es la tierra de la infancia. Me gusta la cercanía con la gente, me gusta el Paraná, El Cazador, Loma Verde, mis amigos… Amo ir por Escobar y ver esas casas viejas que todavía quedan. Me gusta el chusmerío, me gusta que te vean hablando con alguien y la gente saque conclusiones. Que hablen de uno es bueno; si hablan bien, mejor. Y más para un artista egocéntrico, es un mimo para el ego. Acá estoy en mi salsa.

-¿Qué significa Lúdica para vos?
-Lúdica es un acto de egoísmo, es lo que me apasiona. Pero también puedo decir que este espacio ya no es mío, es para los artistas de Escobar y está abierto para recibir propuestas.

-¿Cómo se hace para pensar en positivo, para poner en marcha un proyecto con todo lo que está pasando con la pandemia y con tantos negocios cerrando?
-Hay una frase de Leonardo Da Vinci que dice: “Fija tu rumbo a una estrella y podrás navegar a través de cualquier tormenta”. Mi estrella está acá. A mí el trabajo me salva. Lo que está pasando es muy duro. Es un momento en que uno tiene que apelar a la supervivencia. Al que venía medio tecleando se le complica más, pero yo desde hace tiempo hago un laburo de introspección, medito, hago yoga, leo mucho, tengo mi camino espiritual.

Mi felicidad no pasa por lo que tengo en la billetera, vivo con muy poco. Me gusta el confort, me gusta viajar, pero tengo tres pantalones, ando en un autito barato y hago todo en bicicleta. No hago apología de la carencia, porque vivimos en un mundo material. El tema es que tu identidad no sea tener el auto último modelo. Me molesta la gente que te enrostra la guita. A mí no me mueve ni el poder ni la plata.

Arte social

El lema de Lúdica es “Arte en Acción”, un concepto que ya funciona en forma de ONG en la Ciudad de Buenos Aires desde hace más de una década. Tiene una sede en el Centro Cultural Recoleta y otra en el Club Yupanqui, en Villa Lugano, con clases de actuación para chicos en situación de vulnerabilidad.

“Se firmó un convenio entre el gobierno de la Ciudad y Lúdica, donde nosotros ponemos el arte, los docentes y un operador social en cada grupo. Trabajamos con chicos que están involucrados en temas de falopa, embarazo adolescente, noviazgos violentos y otras cuestiones. Lo importante es que para participar el pibe tiene que estar escolarizado. Si no lo está, nosotros tenemos que escolarizarlo”, explica.

Sureda remarca que no hacen ningún tipo de diferencia y que las clases son las mismas que se le dan a cualquier persona que desea lecciones privadas porque quiere ser actor.

En cuanto a la respuesta que reciben del otro lado, asegura que es impresionante. “El teatro en sí ofrece un espacio y un grupo de pertenencia. Los pibes se empoderan de ese espacio. Eso lo logran el teatro y el deporte también. Comprometen y sanan, sirven para liberarse”.

Más allá de las ideologías o las banderías partidarias, afirma que su única política es hacer arte. Que en Capital trabaja con el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta y que en Escobar piensa hacerlo con el de Ariel Sujarchuk, ya que las tratativas están avanzadas para que esa articulación social también se ponga en marcha en el distrito.

La inauguración de Lúdica está prevista para agosto. Por ahora, el actor está abocado a las reformas edilicias y al armado de los talleres. “El delirio, la locura y a la vez lo sano estará acá adentro. Quiero que sea un circo, un espacio donde poder jugar con todas las artes”, expone.

El mundo imaginado por Sureda en plena pandemia ya es tangible. Un espacio creado para ir saliendo del caos a través de la expresión, el aprendizaje y la alegría de saber que, al final del túnel, siempre está esa luz que él vio desde el principio.

TRANSFORMACIÓN. El enorme salón de la calle Mitre ya está siendo remodelado para el Centro Cultural Lúdica.

EL CLAN SUREDA

Una familia de artistas

“Cacho” Sureda y Beatriz Velarde se conocieron en Benavidez haciendo teatro. Él, nacido en Necochea, era actor, director, productor, recitador criollo y también muy buen bailarín de tango. Ella era actriz, maquilladora y peluquera. Tuvieron tres hijos: Graziella, Gisela y Fernando, a quienes les inculcaron desde muy chicos el amor por el arte. De hecho, los tres son actores, aunque Gisela se dedica exclusivamente al canto.

Los hijos de Fernando también son actores: Lucila, que vive en México, pero no ejerce, e Ignacio, que fue reconocido en los últimos años por su participación en la serie El Marginal, donde interpretó a Pantera.

Una familia dedicada al arte escénico, en la cual también cada uno hace su camino. “En las reuniones familiares se comía y siempre algo pasaba: se recitaba, se cantaba, se actuaba, se tocaba la guitarra”, recuerda Fernando.

El cabeza del clan Sureda llegó a Escobar en la década del ‘50. Comenzó con su actividad comercial y, paralelamente, a armar grupos de teatro, hasta que en 1989 abrió el Girona. Además, durante la primera intendencia de Luis Patti fue director de Cultura. Cuando tuvo que dejar por problemas de salud, lo reemplazó su hija Graziella. Falleció en 2013, a los 88 años.

Fernando, por su parte, empezó a estudiar con maestros como Agustín Alezzo y Carlos Gandolfo, entre otros. Y desde muy joven se inició en la docencia. En 2000 y 2001 participó de la aclamada serie Los Simuladores haciendo el papel de Lucio Bonelli, un integrante de la Brigada B.

Se define como “un animal de teatro”, porque es donde más cómodo se siente, pero también aprendió que en la televisión se puede hacer arte, por lo que aceptó roles en otras series que tuvieron mucho éxito, como Tumberos.

En cine participó de la película Eva Perón y El fondo del mar. Su costado empresario también lo llevó a fundar un teatro sobre la calle Corrientes: el auditorio Losada.

DE TAL PALO… «Cacho» y sus tres hijos: Gisela, Graziela y Fernando, en 2009.

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