El auge estalló a partir de las habilidades que las vedettes argentinas despliegan en el famoso caño del programa de Marcelo Tinelli. Pero la historia del pole dance -como se lo conoce mundialmente- no nació en la pantalla sino hace unas cuantas décadas, cuando la televisión ni siquiera existía. Surgió en Europa, en las épocas de guerra, dentro de enormes carpas donde se organizaban actividades para que los soldados tuvieran una noche de distracción.
Esta destreza acrobática se trasladó luego a los night clubs y quienes mejor aprendieron a bailar en el caño fueron las strippers. No hace falta haber viajado, es una de las escenas más comunes de las películas y series yanquis; cuando los policías y detectives van a analizar sus casos bebiendo un trago y depositando billetes en el escote de las bailarinas.
Más tarde pasó a ser una reconocida actividad circense. El Cirque du Soleil, por ejemplo, cuenta con algunos de los mejores exponentes de pole dance del mundo. Suelen dar unas maravillosas demostraciones de arte escénico con coreografías tanto individuales como grupales.
Pero desde hace diez años esta disciplina se convirtió en deporte y es reconocida como tal en Argentina desde hace cuatro.
Todo se aprende
Desde que Cinthia Fernández, Adabel Guerrero, Jessica Cirio y Silvina Escudero, entre muchas otras, infartan a los hombres, las mujeres quisieron saber de qué se trata eso de bailar en el caño y, ¿por qué no?, intentarlo.
Ante la creciente fiebre de la sensual destreza, las profesoras de Fitness más visionarias se apuraron a especializarse en el tema y a abrir las primeras escuelas.
Elli Cruz es poledancer profesional y entrena alumnas desde hace tres años. Tiene la casa central de su estudio Ladies Pole Dance en Del Viso y desde hace un mes abrió varios turnos en el Smile Gym de Escobar. En total tiene cien alumnas y admite que muchas de ellas llegan atraídas por la idea de dominar el caño como las vedettes del Bailando. “El pole dance no tiene por qué ser algo erótico ni hay que practicarlo casi desnuda -dice-. Sí es verdad que hay que hacerlo en culotte y top porque te agarrás con la piel, si te ponés ropa te resbalás. Pero eso no quiere decir que haya que hacerlo en cola less”, aclara la profesora.
Bailar en el caño es una actividad difícil, porque requiere de mucha fuerza, elongación y flexibilidad. “Duele, quema, produce moretones, pero al mismo tiempo da mucho placer. Es una actividad que plantea desafíos constantes. Hacés un giro y enseguida querés lograr uno más difícil, o llegar más arriba. Además, el cuerpo te cambia automáticamente. Se pueden llegar a bajar entre 500 y 800 calorías por clase. Una alumna bajó 15 kilos en dos meses”, asegura.
Elli sostiene que el pole dance es una disciplina muy femenina, a pesar de que en los últimos tiempos también hay hombres que se subieron al caño. “Da liviandad, elongación y destaca toda la finesa del cuerpo de la mujer. Si bien se marcan los músculos, sobre todo por la fuerza que hay que hacer con los abdominales, se logra un cuerpo de bailarina. No es que la actividad sea sensual sino que da seguridad y tranquilidad con el físico y hace sentir bien a la mujer”.
Además de los beneficios que aporta en cuanto a lo físico, el caño sigue avanzando casilleros para dejar de estar asociado a los cabarets y convertirse en un deporte serio. Es por eso que hay mundiales de pole dance y desde las diferentes asociaciones que lo representan están haciendo los trámites para que sea un deporte olímpico. Es tanto lo que han logrado avanzar que este año un grupo de poledancers hará la apertura de los Juegos Olímpicos, en Londres.
Rompiendo tabúes
En cuanto a con qué prejuicios o información llegan las alumnas a sus clases, la experta asegura que hay de todo. Están las chicas que se anotan conociendo y sabiendo que se trata de un entrenamiento físico muy intenso, así como quienes van buscando aprender a bailar como las vedettes de Tinelli. Otras ni siquiera se acercan a la puerta porque tienen la idea preconcebida de que el baile del caño es de cabaret.
“Yo también doy clases de telas y aros en el estudio y muchas veces las clases se superponen. Me ha pasado que algunas chicas me dicen que caño no quieren hacer ni locas, que quieren hacer una actividad más decente, pero cuando ven de qué se trata empiezan a hacerlo y les encanta”.
Así sea que vayan buscando una cosa u otra, la mayoría se queda. Según Elli, la única razón por la que pueden llegar a abandonar es porque les resulta muy pesado. “Las primeras dos semanas es la prueba de fuego, porque realmente te duelen mucho todos los músculos. Pero a partir de ahí el cuerpo se acomoda, se acostumbra a la actividad y ya es más fácil seguir adelante”.
Para desempeñarse en el caño no hay restricciones: desde los 6 años en adelante, todas pueden hacerlo. Elli tiene una alumna de 63 años y otra que pesa 120 kilos. Asegura que ambas hacen lo suyo con dignidad.
¿Y cuál es la reacción de la gente cuando decís que sos profesora de pole?
Me pasó de todo. Desde los que al instante cambian la cara y te miran raro hasta los que se interesan en el tema y quieren que les cuentes más. Lo mismo pasa con las chicas, que cuando vienen lo hacen con un montón de sensaciones que, en su mayoría, tienen que ver con qué pensará la gente. Pero es cuestión de superarlo, porque la realidad es que lo que siempre va a pensar la gente, en primera instancia, es que es un baile de cabaret.