Aparecido de la nada, un grupo de empresarios desembarcó en Belén de Escobar con una idea que sonaba demasiado ambiciosa y hasta descabellada para una urbe como esta. No es que la ciudad no merezca emprendimientos inmobiliarios de alta gama, por supuesto, pero resultaba inimaginable un hotel de lujo en un lugar donde el turismo está casi inexplorado y la demanda de la clientela corporativa de las industrias de la zona no es tan alta ni de tan alto nivel como para justificar la inversión.
Aún así, en 2010 el proyecto Floreal del Sol fue anunciado con bombos, platillos y un entusiasmo exagerado. Se trataba de una megaconstrucción de seis torres inmensas, de 14 pisos cada una. En cuatro se construirían 48 departamentos de 2 y 3 ambientes para uso profesional y de vivienda. Las otras dos se destinarían para un prestigioso hotel, de 168 habitaciones en suite y 38 metros cuadrados.
El complejo contaría con todas las prestaciones: shopping center, gigantescos salones para conferencias, microcines, gimnasio con todos los chiches, spa, cava de vinos, golf, restaurants de cinco tenedores y piscinas climatizadas, entre otras ostentaciones.
El gerenciamiento y la administración correrían por cuenta de Mantra Resort, un grupo hotelero australiano con presencia en su país de origen, Nueva Zelanda, Hawái, Tasmania e Indonesia, que también estuvo más de una década en Punta del Este hasta 2015.
Mantra Resort se caracteriza por ubicar sus hoteles en destinos maravillosos, playas de ensueño, en ciudades como Melbourne, Sydney, Honolulu y una cantidad enorme de destinos exóticos. Es lógico preguntarse por qué una empresa hotelera de tamaña envergadura y con un concepto tan claro querría hacer una excepción e involucrarse con un proyecto en Escobar, cambiando el océano Pacífico por media manzana de la avenida San Martín.
Estaban acertados quienes desconfiaban de entrada. Era una estafa, orquestada y planificada minuciosamente.
El caballo de Troya
Las invitaciones a los eventos informativos que se realizaban cada semana en diferentes hoteles porteños y de otras importantes ciudades del país como Rosario y Córdoba eran enviadas por e-mail a personas específicas. Cada perfil se estudiaba previamente, por eso a quienes de forma espontánea pedían ser invitados a través de la web del emprendimiento se les requería que dejaran sus datos para luego contactarlos. Los invitados eran “futuros inversionistas”; el negocio, el “proyecto hotelero más rentable de la región”.
Entre copas de champagne y bocaditos de copetín con caviar, los asistentes eran tentados a participar de un fideicomiso en el que les ofrecían desde cocheras a 16 mil dólares hasta unidades de suite de hotel por 102 mil. La rentabilidad estimada era de entre un 10 a un 15% anual en dólares y un 6% de ese porcentaje se percibiría desde el minuto uno, es decir, al mes siguiente de firmar el contrato.
Por si fuera poco, los inversores accedían a otro beneficio más que seductor: pertenecer a la red Interval International. De esta forma, tendrían más de tres mil hoteles y resorts en el mundo para disfrutar durante quince días al año intercambiándolo por su suite en Floreal del Sol.
La cara visible de todo el circo fue Daniel Fontanini, un hombre que dice ser ingeniero y es yerno de Nicolás Pantoff, uno de los socios del estudio de arquitectura Pantoff & Fracchia, encargado de la realización integral de la obra, desde el diseño hasta la entrega de llave en mano. Son profesionales muy reconocidos en Argentina por la construcción de edificios emblemáticos, sobre todo entre la década del `60 y el `70.
El carisma de Fontanini, quien aparecía explicando las bondades del proyecto y sus virtudes económicas hasta en canales de televisión y en los principales diarios del país, más la presencia y el aval de empresas de renombre como Mantra y Pantoff & Fracchia, junto a la atrayente folletería, fueron una trampa perfecta para decenas de personas.
La pantomima fue montada con tanta precisión que lograron timar a jubilados, motoqueros, empleados, profesionales, recién casados, hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, quienes desembolsaron todos sus dólares para convertirse en víctimas de un engaño que era promocionado como “el placer de invertir”.
A paso de hormiga
La primera torre comenzó a levantarse en julio de 2011. Siete años después, apenas es un esqueleto. Desde enero de 2015, la obra está completamente parada. En el predio de la avenida San Martín, donde tiempo atrás funcionó la fábrica de refractarios Abraxas, todo está detenido. Ahora, la pelea pasa por tribunales.
Fontanini y Floreal del Sol están desaparecidos de la faz de la Tierra, al igual que las empresas que se conformaron para la ocasión: Consol Ventures International, Consol Global Developers & Real Estate, Herrepucz, Repdoney Refractarios, Doro Florida S.A y ELABU S.A.
Nadie responde los teléfonos y en las direcciones declaradas no están; por ende, las cartas documento son devueltas porque no hay quien las reciba. A veces, alguien que dice ser una secretaria responde los correos electrónicos. Mientras tanto, a los inversores les siguen llegando las facturas a pagar: gastos de administración, ajustes, cuotas y hasta intimaciones.
En algún que otro estado de situación que Fontanini envió a los inversores por e-mail, arguyó que para avanzar esperaban permisos desde la Municipalidad y explicó que por contar con pocos empleados las respuestas se demoraban. También culpó de los retrasos a trámites en la AFIP, al blanqueo, a la suba del dólar, al cierre de un contrato con una empresa china que no se concretaba y a mil cosas más. Cada tanto informaba que las cosas se habían destrabado y enviaba fotos retocadas de los inexistentes avances de obra.
La subsecretaria de Legal y Técnica del Municipio, Laura Guazzaroni, explica a DIA 32 que desde hace meses la obra permanece clausurada porque las infracciones de la empresa son permanentes, sobre todo en cuanto a cuestiones de seguridad. “Tenemos una carpeta bien gorda de contravenciones aplicadas a Consol S.A. Incluso, hacen planes para pagarlas en cuotas y tampoco cumplen con ese pago”, revela. Mientras tanto, la Comuna colocó un cerco perimetral en el frente del predio y varias fajas de clausura.
Por su parte, el abogado Guillermo Balabán, quien lleva adelante las causas de cuatro damnificados, afirma que “parece premeditado, como si esa fuese parte de la estrategia que utilizan para justificar la paralización de la obra”.
Así las cosas, los inversores comenzaron a tomar conciencia de que habían sido vilmente estafados. Ya ante la Justicia descubrieron, por ejemplo, que cuando les hablaban de la empresa Mantra, lejos estaban de referirse a la cadena hotelera australiana. Se trataba de Mantra Express, una pequeña compañía argentina que se dedica a la administración hotelera, con la que habían firmado un contrato.
Cuando el presidente de Mantra Express, Sebastián Abramzon, descubrió que los estaban usando para representar algo que no era, intentó demandarlos: “No pudimos iniciar la demanda porque no hay nadie que responda, no sabemos la dirección adónde dirigirla, están todos desaparecidos”, declaró ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nº18.
Una nota periodística publicada en Ámbito Financiero en octubre de 2016 afirmaba que un fondo de inversión de Texas había aprobado una línea de crédito para Consol S.A. por 64 millones de dólares. Con ese dinero se terminaría la torre 3 al año siguiente y la 1 y el shopping mall en un plazo máximo de 24 meses. Fontanini telefoneó a varios inversores para darles la buena nueva. Sin embargo, la obra siguió estática.
Algunas versiones indican que parte del dinero de los texanos fue a parar a Mendoza, donde la cara visible de Floreal del Sol estaría armando un nuevo proyecto, mientras se pasea en su Porsche cero kilómetro. Pero son solo rumores. En 2015 también se habló de supuestos capitales asiáticos, que nunca llegaron.
Lo cierto es que dos estudios de abogados representan a más de sesenta damnificados. Algunos cuentan con el patrocinio letrado de Balabán y otros -la mayoría- son acompañados en el litigio por un buffet legal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Además, tras varios años de investigaciones, el Juzgado Nacional Penal Económico Nº2 acaba de dictarle el auto de procesamiento a Fontanini. Esto significa que un juez considera que existen serias sospechas acreditadas -por semiplena prueba- para iniciarle un juicio por las imputaciones que pesan sobre él.
A esta altura del partido, viendo la escala de la estafa y la impune audacia de sus artífices, pocos damnificados confían en recuperar el dinero invertido o ser resarcidos económicamente. Sí pretenden, como mínimo, ver tras las rejas a los responsables.
EL CASO DE ALEJANDRO WAJNMAN
Un abogado que cayó en la trampa
Alejandro Wajnman fue tentado de igual forma que los demás damnificados, pero Daniel Fontanini trataba con él en persona. Lo convenció de realizar un pago de 100 mil dólares en efectivo, porque de esa forma se ahorraba 20 mil. Corría el año 2012, las cosas aún no estaban tan embarradas y parecía ser una buena oportunidad de negocio.
El abogado pagó y durante algunos meses hasta comenzó a percibir la renta estipulada.
Pero pasaron los años y la actitud cambió: a Fontanini no se lo encontraba por ningún lado, organizaban reuniones para analizar balances y otros temas pero los inversores llegaban y los representantes de la empresa no aparecían. “La estrategia era, por ejemplo, citarnos en la dirección de Cerrito y llamar a la hora convenida diciendo que la reunión era en Escobar, y así nunca lográbamos verlos”, le explica a DIA 32.
A Wajnman no lo intimaron para que pagara gastos administrativos ni lo amenazaron con ponerlo en el Veraz. Lo llamaban y le ofrecían comprar una segunda suite. “En un momento fui hasta Escobar para ver cómo avanzaba realmente la obra. Ahí fue cuando dije: ‘Me la pusieron’”, comenta, resignado.
EL CASO DE ELIDA BARBAS
Una jubilada que lo perdió todo
A Elida Barbas se le nota la angustia en la cara, es jubilada y fue estafada por el fideicomiso Floreal del Sol. La tentaron con la promesa de que iba a tener una renta más que jugosa todos los meses si invertía en el proyecto y ella, como tantos, cayó en la trampa.
“Después de que asistí al evento de presentación en un hotel céntrico de Capital, una promotora de ventas comenzó a llamarme y a enviarme información con fotos, detalles de la propuesta y notas periodísticas”, le cuenta a DIA 32. Fue así que en un momento la citaron a una reunión y ella aceptó firmar un contrato para sumarse al fideicomiso.
Entregó todo lo que tenía: un terreno en un barrio privado de la localidad de Brandsen -como parte de pago- y el dinero ahorrado en un seguro de jubilación. Pagó 71 mil dólares por la adquisición de una suite ejecutiva. Eso fue en 2015, cuando la obra ya estaba paralizada.
Carga con carpetas llenas de pruebas, copias de correos electrónicos, pendrives y muestra cómo, además de nunca haber recibido la rentabilidad que le habían asegurado, la intimaron en varias oportunidades para que realice pagos extras en concepto de gastos administrativos. “Esto, a pesar de que nos habían asegurado que no habría que pagar más que el precio de la suite”, apunta.
La situación la tuvo preocupada durante algún tiempo, ya que le enviaban cartas membretadas por el Veraz -después se comprobó que eras truchas- amenazándola con ingresarla al sistema como deudora. Solo cobró la rentabilidad el primer mes.