La historia de Ezequiel Bucci (38) en el Club Independiente de Escobar (CAIDE) comenzó cuando tenía 8 años. Iba en verano junto a su hermano Mariano para meterse en la pileta y jugar, aprovechando las vacaciones escolares. Cuando el natatorio se climatizó era un adolescente de 14 y empezó a asistir más asiduamente, mientras que en la institución ya se delineaban los primeros equipos de natación.
“Yo tenía la desventaja de ser grande para empezar a nadar en serio. Mi especialidad eran los 50 metros pecho, hasta gané medallas en algunas pruebas, pero no llegué a Provinciales ni Nacionales. Después hice el curso de guardavidas, empecé el profesorado de Educación Física y dejé, nadé hasta los 19”, recuerda en charla con DIA 32, a metros de la pileta.
Mientras estudiaba comenzó a trabajar los sábados con José Luis Ayala, quien alquilaba carriles en el natatorio del CAIDE para dar clases particulares. “Sergio (Carlucci) y Fernando (Pérez) -directores de la Escuela Integral- me vieron, les gustó mi trabajo y me preguntaron si quería empezar con ellos. Tenía muchas ganas, quería mi oportunidad y sabía que podía ser un buen profe. Empecé con el grupo de los más chicos y todo lo que me daban lo agarraba. En un momento llegué a dar ocho horas de natación por día”, rememora.
Siempre fue un entrenador que trató de mejorar la técnica de sus alumnos y que les inculcó nadar los cuatro estilos. Sus primeras experiencias las hizo como profesor del pre-equipo, donde los chicos se forman para competir en promocionales y federados. “Los súper motivaba, les ponía premios, iba y compraba una gorra de natación para aquellos que bajaran sus marcas y se lleven algo, ese grupo funcionó bárbaro”, revive, orgulloso.
Con el tiempo le ofrecieron el equipo de federados del verdinegro. “Ya estaba recibido y así empecé”. De esto hace ya 14 años.
En 2008, Natanael Raff fue el primer nadador de Independiente que consiguió una medalla en un Nacional, al clasificar tercero en 100 metros pecho. “Ahí nos dimos cuenta de que se podía, que el trabajo era el indicado y teníamos que seguir mejorando”, cuenta sobre aquel acontecimiento, que marcó un despegue.
Poco después surgió la generación dorada del club, con chicos como Tayra Klarenberg, Candela Nieves, Daniel Meyer y Sebastián Chaparro, a quienes empezó a entrenar cuando tenían entre 10 y 11 años y los perfeccionó. Así llegaron a los podios y las medallas en eventos nacionales.
¿Cuál es el secreto para sacar un nadador competitivo? “Hay muchos factores, todo pasa por el chico. Es un deporte difícil este, estar en el nivel de ellos requiere mucho entrenamiento. En las etapas fuertes tienen libre solo los domingos… Entonces va en las condiciones, la motivación y el aporte nuestro, de los profesores. Tenemos que saber dónde apretar y dónde aflojar, esto es un juego de cargas y descargas para que un nadador llegue 10 puntos a un Nacional. Cada uno tiene una puesta a punto diferente”, remarca, apasionándose en la conversación y conociendo a los nadadores como si fueran de su propia familia.
Admite que sus alumnos dicen que él es muy exigente, pero asegura que los años y la paternidad lo han aflojado bastante. “A veces me da pena cuando los veo, pero se me pasa rápido”, lanza, sonriente. Y dice que se siente responsable en las buenas pero más aún en las malas, cuando no salen las cosas.
“Soy como el padre de todos, compartimos muchas horas y viajes, siempre digo que viajo más con ellos que con mi familia”, confiesa con naturalidad, mientras los chicos van llegando y se preparan para una nueva jornada a puro entrenamiento y sacrificio en el agua, como su entrenador los tiene acostumbrados.