Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar
Una noche de agosto de 2009, siete amigos se juntaron a soñar despiertos alrededor de un fogón. Les pareció que esos sueños eran, quizás, demasiado ambiciosos. Igualmente, pusieron manos a la obra y trabajaron sin bajar los brazos hasta lograr mucho más de lo que se habían atrevido a imaginar. Así nació y se puso en marcha en Ingeniero Maschwitz el Colectivo Cultural.
Dos años después de aquel encuentro, y gracias a la energía y la garra, se atreven a volver a fantasear. Esta vez desde un lugar mucho más alto, luego de haber recorrido un largo camino de construcciones y de logros. Pero ya no son siete. Son sesenta miembros activos y doscientos socios que se animaron a subirse a este colectivo sumándose a la loca idea de recuperar el antiguo cine Gloria, frente a la plaza de la estación de Maschwitz, que funcionó entre 1950 y 1970.
“Imaginamos que ahí habrá un gran centro cultural, con una sala enorme donde funcione un teatro y un cine. Con aulas para talleres, salas más chicas para exposiciones de artistas, con la radio y el taller de la revista también funcionando ahí, una biblioteca, un comedor, un barcito y una sala de ensayo”, describe la vicepresidenta del Colectivo Cultural, Gabriela Pérez de Simone, a pocos días de que se haya firmado el acta de posesión del inmueble donde alguna vez funcionó el Gloria.
Como detectives
La recuperación del cine fue uno de los primeros proyectos de los colectiveros. En febrero de 2010 presentaron una carta a la Municipalidad donde hablaban de la idea de poner al cine nuevamente en funcionamiento. La misiva tuvo una respuesta gris: que sí, que no; que es de fulanito, que es de menganito; que lo tiene un banco; que es del “Nene” Conti y lo vendió…
El edificio se construyó en los tiempos de Benito Villanueva (1856-1933). Era un hotel para que él alojara a sus distinguidos huéspedes. No se sabe si finalmente llegó a funcionar como hotel, pero lo cierto es que a esa construcción majestuosa la compró el padre de Ricardo “Nene” Conti y la transformó en un cine digno de una gran ciudad.
Un cartel luminoso, con 238 lamparitas de 60 watts, que decía Cine Gloria, daba la bienvenida a los espectadores. En la inauguración se intentó proyectar la película El gran vals, pero como en esa época los films venían en doce rollos, el equipo se quemó y todo terminó en un desastre. Después, el cine funcionó muy bien durante veinte años. Era el mejor programa para todos en el pueblo, en especial para las jóvenes parejas de novios.
Conti envejeció y vendió el predio del cine a la Cooperativa Saénz Peña de Crédito Limitada, que puso en marcha una algodonera. Pasaron tantos años, más de cuarenta, que las historias son disímiles. Entre lo que se comenta circula la versión de que la algodonera se fue de la noche a la mañana, que cuando los empleados llegaron un día a trabajar no quedaba nada. Existen rumores de que la prendieron fuego para cobrar el seguro, que la empresa era un tanto fraudulenta. La cuestión es que desaparecieron y el edificio quedó abandonado por cuatro décadas.
“Durante más de un año hicimos averiguaciones para saber a quién pertenecía y si teníamos posibilidades de recuperarlo. Fue un año de paciencia, de ansiedades y de miedos, porque, paralelamente, estábamos en constante crecimiento y generando otras actividades. Nuestro foco estaba puesto en la gente, en hacernos conocidos y que cada vez se sumen más”, explica Gabriela.
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La mejor noticia
Por los 101 años de la fundación de Maschwitz, el Colectivo Cultural organizó el sábado 4 de marzo una fiesta a todo trapo en la plaza Emilio Mitre. Como cierre tocaba una murga, algo que hacía mucho tiempo no sucedía. La ONG empezaba a conseguir aliados y a formar el Movimiento de Cultura Libre (MOCULI) con organizaciones como la biblioteca Rivadavia (ahora 20 de Diciembre), Escobar Artes & Oficios, la biblioteca popular de Matheu y Escobar en Lucha, entre otras. Se festejaban muchas cosas.
“En el segundo en que empieza a sonar la murga, con toda la gente bailando, llega José Freitas, el abogado que nos ayudó a dar los pasos correspondientes, nos mira a mí y a Marcos (Federman, presidente del Colectivo) y nos dice que nos quiere hablar. Que el lugar pertenecía a la Cooperativa y que estaba inhabilitada para operar por parte del Estado. Era el mejor escenario que podíamos tener. Fue increíble, más movilizante que el día de la firma del acta”, se estremece Gabriela.
El sueño de aquella primera noche de agosto se estaba convirtiendo en realidad. Y el 20 de marzo fue el gran día. La víspera fue de puro preparativo, corrían los mails y los mensajes de texto coordinando un horario de encuentro. La lista de materiales con los que iban a ponerse a trabajar era impresionante. Querían firmar el acta de posesión ese mismo día, porque aunque mantuvieron la movida bastante silenciosa, siempre existía la posibilidad de que algún privado se les adelantara.
Entrada gloriosa
La primera impresión fue surrealista. En la sala grande, el piso estaba levantado medio metro, cubierto con tierra, escombros, cascotes, plantas, plantas y más plantas. Entre miembros del Colectivo y de organizaciones amigas eran más de setenta. Tenían dos grandes inquietudes: la primera era que les saliera mal y perdieran el apoyo que habían logrado de la gente, que la toma se volviera en contra; la segunda era una situación de violencia, que intentaran desalojarlos. Pero nada de eso sucedió. La recuperación del Gloria estaba cerca.
Desde ese 20 de marzo, el cine no ha quedado solo ni un instante, ni de día ni de noche, tal como dice el acta de posesión: pacífica, pública, continua e ininterrumpidamente. “El cine no es nuestro, es del pueblo, pero lo cuidamos, somos sus guardianes”, asegura Gabriela.
Día de la Independencia
Fue así que el sábado 9 de julio, con una peña folklórica de la que participaron unas 500 personas que atestiguaron un hecho histórico para el pueblo, se firmó el acta que formaliza la tenencia del inmueble por parte del Colectivo Cultural.
“Todas estas situaciones, de las cuales me había informado muy bien, fueron las que hicieron posible firmar el acta de posesión, porque sino una ocupación de esa manera podría ser vista como que uno está alentando algo ilegítimo, podría ser un delito, una usurpación. En este caso no hay usurpación porque existían una serie de antecedentes que hacían que la situación fuera muy clara”, explica el escribano público encargado de confeccionar el acta y dar fe de la posesión, Darío Minskas.
“Un inmueble que está desde aquel año desocupado, que tuvo una función cultural en su momento y que está en estado de abandono, tenía todas las de ganar”, continua el escribano, quien dice que le gustaba la idea de estar presente porque fue un acto fundacional. “Me identifico y me siento comprometido con lo que están llevando a cabo porque creo que hace al crecimiento de la democracia. Es algo que hice con muchísimo gusto”, confiesa.
Ese día, la invitada de honor fue Leonor Conti, la viuda del “Nene” Conti. “Ella es nuestra hada madrina”, afirma Gabriela. Y como en todas las cosas que se dan porque tienen que darse, los chicos del Colectivo entraron a la vida de “Leo” en el momento en que ella más los necesitaba. “Son como mis hijos”, cuenta la viuda del recordado vecino. “El sueño de mi esposo fue siempre recuperar el cine. Un mes antes de morir, los chicos lo engancharon en un bar y le hicieron un reportaje donde dijo, sin saber la intención de ellos de antemano, que quería que esto fuera un cine con un centro cultural, sin fines de lucro. Y yo dije, ‘bueno, es el sueño de mi viejito’, entonces les entregué las llaves de forma simbólica. Ese día me sentí libre. Los chicos entraron y empezaron a trabajar. A los tres meses pudieron hacer una fiesta para 500 personas. Yo sé que el ‘Nene’ nos está ayudando desde donde esté”, señala “Leo”.
Tendrán que transcurrir 20 años para que se pueda firmar el título de propiedad. Mientras tanto, se van juntando fichas para que eso sea posible. Las mejoras, la posesión continua, el hecho de que la toma fue pública, que cuenta con la firma de decenas de personas y que en el inmueble no se va a instalar un casino clandestino sino un centro cultural que estará abierto a todos los habitantes del pueblo suman a favor del Colectivo Cultural. Una iniciativa que, quién sabe, el día de mañana podría replicarse en otras localidades. “Cuando esto funcione como lo soñamos queremos empezar a viajar y a contar lo que hicimos para sembrar lo mismo en otros lugares, con la idea de recuperar espacios culturales por ahí”, anticipa Gabriela, sin dejar de soñar.
De la Serna, un colectivero más
Son las dos y media de la tarde de un viernes. Rodrigo de la Serna llega raudo de Capital para pasar unas horas en Maschwitz, dormir una siesta, ver a su hija y volver al Paseo La Plaza para una nueva función de Lluvia Constante, la obra de teatro que protagoniza junto a Joaquín Furriel. Dice que quiere hablar, aunque esté apurado, “porque desde el 20 de marzo hasta ahora trabajamos sin parar. La fuerza transformadora del primer mes, sobre todo, fue increíble. Recordemos que este es un espacio que estuvo abandonado por 40 años. Hasta han crecido árboles acá dentro”, dice mostrando el lugar con orgullo mientras comparte unos mates con los “guardianes” del Gloria.
Cuenta que los primeros días sacaron basura y escombros con carretillas, que con una motosierra cortaron los árboles secos, que sacaron chapas y vigas podridas del techo original.
El conocido actor se sumó al proyecto del Colectivo apenas unos meses después de conformada la ONG. Hacía cuatro años que estaba radicado en Maschwitz y desde que llegó quería sumarse a una movida así. “Me pareció sumamente atractivo el hecho de que fuera un movimiento que integre a los distintos sectores de la sociedad a través de la cultura”, puntualiza.
El Colectivo Cultural se divide en comisiones y cada una de ellas tiene un rol determinado. Algunos se dedican al teatro, trabajando para armar un elenco que genere producción teatral propia. Otro comité se ocupa de la parte de cine, están los que preparan escenografías y los que organizan una radio comunitaria. “Este lugar puede llegar a ser un centro cultural muy bien equipado y con mucha producción cultural propia, que además pueda enseñarle oficios a la gente de los barrios más olvidados de Maschwitz, integrándolos y contándoles cómo se puede trabajar en teatro, cine y radio”. Para reconstruir el espacio y equiparlo con todo lo necesario, los colectiveros realizan actividades culturales para recaudar fondos. Además, reciben donaciones.
De la Serna compara este proceso con los que se vienen dando en Argentina después de la crisis de 2001. Menciona las fábricas recuperadas y que a lo largo y ancho del país también se están recuperando espacios para el arte. “Me parece que el proyecto del Gloria es casi utópico, aunque las utopías son más irrealizables. Nosotros tenemos maneras de materializar todos estos sueños”, concluye el actor.