Una baquet es un auto vintage, sin techo, puertas ni paragolpes, con motor delantero y biplaza. Tiene más de cien años de antigüedad y hasta Juan Manuel Fangio inició su brillante carrera deportiva a bordo de una, en su Balcarce natal. En su museo pueden verse esta clase de coches, conservados en excelente estado, para delirio de los “tuercas”.
En Argentina, entre septiembre y noviembre, anualmente se organiza el Gran Premio Argentino de Baquet, donde desde hace siete temporadas participa una corredora escobarense: Mariana Lloberas (50), quien acompaña a Silvana Irusta (47), de Pilar. Ambas tienen en común dos cuestiones que solventan su amistad: la pasión por los autos y enseñar inglés, la profesión que eligieron décadas atrás.
“Cuando Silvana cumplió 40 años su marido, Hernán, le regaló un Ford A modelo 1929 hecho baquet, sin carrocería, para que sea más liviana para correr. Ni bien lo vi, con el volante a la derecha y los cambios al revés, me morí por manejarlo. Ella quiso usarlo para correr y se contactó con el Club de Amigos de Autos Antiguos, ahí le comentaron sobre los grandes premios de baquet, que estaban en su comienzos”, le cuenta Lloberas a DIA 32, sobre su incursión en estos particulares autos de antaño.
Las carreras de esta excéntrica categoría son de regularidad. Se promedian los tiempos entre etapa y etapa para llegar a puntos de referencia a la hora que la organización indica, regulando tiempos.
La primera vez que compitieron juntas fue en la prueba Dolores-Pinamar, en 2013. Yendo a entre 40 y 60 kilómetros por hora, completaron el desafío entre caminos de tierra y trayectos cortos por la ruta 2.
Después vino el Gran Premio (GP) a San Martín de Los Andes, y así de una temporada a otra se fueron multiplicando la cantidad de kilómetros recorridos en cada competencia.
En noviembre de 2019 llegó la novena edición del GP: de Puerto Madryn a Mar del Plata, con más 1.100 kilómetros a bordo de “Caburé”, como se llama la cupé Ford A que manejan. Las Grutas, Río Colorado, Necochea y “La Feliz” fueron algunas de las estaciones que debieron completar en la semana que duró la prueba, con un día de descanso en el medio.
En esta última edición clasificaron segundas, logrando su mejor posición y ganándose el reconocimiento de todos.
Ellas son las únicas mujeres que corren juntas entre los más de cuarenta equipos que hay en los GP, algo para destacar en esta época de empoderamiento femenino.
Cada etapa no puede extenderse más de 400 kilómetros, aunque es un trayecto más que suficiente para que pueda presentarse algún percance. La docente escobarense recuerda que una vez tardaron 14 horas para completar un trazado, en La Rioja, corriendo desde Córdoba a Catamarca, por problemas mecánicos y un cruce mal leído en la hoja de ruta.
“Nos perdimos, se hizo de noche, retomamos el camino y se nos rompieron las luces. ¡Hasta nos paró la policía por no andar con las luces prendidas! Encima, a la noche hubo un temblor que se hizo sentir bastante. Fue larguísimo ese día”, sostiene Mariana, contando su raid entre las sierras.
El “Caburé” tiene el motor original, casi está despojado de carrocería y cuenta con un encendido electrónico adaptado para que no le cueste tanto el arranque y evitar el empastamiento de los platinos. La caja de cambios tiene tres velocidades y reversa. Lleva tres ruedas de auxilio, rodado 21, que ellas mismas cambian cuando es necesario. Ambas manejan conocimientos básicos de mecánica.
Amigas y colegas
“Nos conocimos hace 1.500 años (risas), en un colegio. Nos hicimos amigas y juntas trabajamos en el Instituto Nº55 de Escobar, estamos con el Profesorado de Inglés. Yo doy lengua escrita y práctica, y Silvana da literatura e historia”, cuenta la escobarense, madre de dos hijos de 20 y 13 años, que la apoyan totalmente en las carreras y a veces la acompañan junto a su marido, Juan.
“Al principio íbamos los nueve, los cuatro de mi familia y Silvana con su marido y sus tres hijos. El año pasado andábamos cortos de presupuesto y solo iba alguno de ellos”, confiesa.
En los pueblos del interior del país el público demuestra un sorprendente fanatismo por estas reliquias automovilísticas. Sacando fotos, alentando y poniéndose a hablar con los corredores en las llegadas. “Nos cuentan que sus abuelos tuvieron Ford A, o que aprendieron a manejar en un coche parecido. Hasta nos regalaron una llave de un Ford T, como una forma de reconocimiento”.
También participan de las competencias autos Chevrolet y algún Mercedes Benz. Y llegan pilotos de todas partes: suizos, mexicanos, peruanos y estadounidenses, fascinados por la pasión que estos autos despiertan en nuestro país.
Aún no se sabe la fecha ni el recorrido del 10º Gran Premio Argentino. Lo que sí es seguro es que ambas estarán firmes, a pura adrenalina. “Nosotras no tenemos fecha de vencimiento, donde sea iremos. Nos divierte, lo tomamos como un paseo. Hay mucha camaradería, nadie se mata por ganar. La pasamos muy bien”, añade, feliz por su elección de vida y ansiosa por iniciar una nueva travesía sobre ruedas.