El vecino y comerciante escobarense repasa el legado familiar que comenzó en 1957 y finalizó con el reciente cierre de la emblemática heladería de la terminal.

Gustavo Basso (60) era el dueño de la heladería más antigua que quedaba en Belén de Escobar. Su tradicional local de la calle Rivadavia al 400, en la terminal de colectivos, era una sucursal del recordado “El Cafetal”, que su padre Oscar había abierto en 1957, con un éxito sin igual. Sin embargo, por un conjunto de cosas, decidió ponerle fin al ciclo y bajar la persiana después de 37 años consecutivos detrás del mismo mostrador, despachando deliciosas cremas heladas.

Tener que tomar una determinación tan trascendente como interrumpir un legado familiar no fue fácil. La presión emocional que sentía sobre sus espaldas no lo dejaba pensar con tranquilidad. Y contaba con la ventaja de ser propietario del inmueble, algo que le daba la potestad de dejarlo cuando él lo sintiera, sin contratos de alquiler de por medio.

“Llevaba un año pensándolo. Todos los meses decía ‘este es el último mes, cierro’, pero seguía. Me costó mucho dejar, pero ya era hora. Se cumplió un ciclo”, le confiesa a DIA 32. No era sencillo, pero, lágrimas mediante, tomó coraje y dijo adiós. Era el mejor momento y la única manera de hacerlo.

Su hermano Sergio había cerrado en enero de 2019, en el local original de la avenida Tapia de Cruz al 800, casi en el paso a nivel. Ahora fue el turno de Gustavo, que contó con el apoyo incondicional de sus hijos, sus principales sostenes emocionales. Ellos querían que su papá deje tantas responsabilidades y se dedique a disfrutar lo que sembró en décadas de trabajo: afectos y amistades.

  • Gustavo Basso, afuera de su loca, ya vacío
  • Gustavo Basso y su hija Sabrina, afuera de su local, ya vacío
  • Local de heladería Basso, años atrás

1-¿Cuál fue tu primer trabajo?
-En la heladería de mi papá, a los 15 años. Dejé de estudiar, porque no me gustaba.

2-¿Cuál era tu función?
-Era uno más. Limpié pisos, vidrios, heladeras, serví helado, fabriqué, lavé ollas. Hice de todo y se lo agradezco a mi papá, porque empecé de abajo.

3-¿Cómo era elaborar los propios helados?
-A él le enseñó Pedro Vallier. Cocinaba el helado en la casa de mis abuelos, le alquiló el local de Tapia de Cruz a Antonio Lambertuchi y después se lo compró.

4-¿Él mismo los hacía y después los vendía?
-Claro, con mi abuela (Carmen Miloco). Llevaba los baldes en una Siambretta hasta el negocio, le iba muy bien.

5-¿Cuántas heladerías había en esa época?
-Había solo dos heladerías en Escobar: La Real, de Rangone, y El Cafetal, que mi papá abrió en 1957. Después empezó Los Andes. Al principio mi papá le hacía los helados.

6-En los mejores años, ¿cuántos kilos llegaste a vender por día?
-En pleno apogeo, los fines de semana llegábamos a 1.000 kilos de helado solo en Tapia de Cruz. Y entre los dos negocios unos 1.600, allá por los años 1987/88.

7-¿Cuál fue la combinación de helados más vendida?
-Crema, chocolate, dulce de leche y frutilla, los clásicos. Llegamos a tener 40 gustos, pero la base era esa, más el de limón. Se vendía muy bien.

8-¿Cómo estaban las ventas este año?
-Estables, no con el ritmo de antes. Luchaba mucho con el helado industrial, el de palito o bombón, que tienen precios completamente diferentes.

El histórico local de El Cafetal sobre la avenida Tapia de Cruz
Pionero. El local de El Cafetal, décadas atrás, en la avenida Tapia de Cruz y vías.

9-¿Qué te llevó a cerrar después de 37 años?
-Fue una decisión pensada, para disfrutar más a mis hijos. El negocio te da y te saca, es ingrato a veces porque te perdés un montón de cosas. Tomé la decisión por mis hijos, ellos quieren que disfrute de otras cosas.

10-¿Cómo tomaste la repercusión que tuvo la noticia en las redes sociales?
-Como un orgullo, dejé una marca que había iniciado mi papá. He llorado, pero también reí, me amargué, se me cruzaron los viejos por la cabeza…

11-¿Qué cosas te llevás de tu paso como heladero?
-Anécdotas. Hace poco vino un muchacho de más de 30 años que se acordaba que yo le saqué el chupete a cambio de un helado. Y la satisfacción de haber trabajado con mis hijos.

12-¿A qué te vas a dedicar ahora?
-Estoy con mi hija en un salón de eventos, en la calle Mitre. Para cumpleaños, baby shower, bautismos, hay spa para nenas. Y lo mismo hacemos a domicilio, más juegos y eventos acuáticos. Lo que hago yo es el armado y desarmado. Mi hija hace maquillaje, animación y maneja todo.

13-Llevás ocho años como presidente de Independiente, ¿cómo está el club hoy?
-Entero, bien. Tuvimos un muy buen año en lo deportivo.

14-¿Con qué soñás?
-Con hacer los nuevos vestuarios, los actuales tienen más de sesenta años, se construyeron con la pileta, en 1957. Pero hay muchos gastos de mantenimiento. Nos vienen facturas de gas de 3 millones de pesos, 1,5 millones de luz…

15-Yendo al plano personal, ¿cómo tomás cumplir años?
-No me hago problema, con la edad no tengo drama.

16-¿Cuál es el principal rasgo de tu carácter?
-Soy tranquilo, pero me puede saltar la chaveta.

Gustavo Basso, su padre Oscar y su hermano Sergio
Familia. Oscar Basso, fallecido en 2011 y creador de la heladería, junto a sus hijos Gustavo y Sergio.

17-¿A qué otra actividad te hubiera gustado dedicarte?
-Me quedó haber terminado el secundario, pero volvería a entrar a la heladería como entré, a los 15 años.

18-¿Algún fracaso?
-Fracasos no. Pude haber tenido cosas que dejé porque no funcionaron o porque no me daban los tiempos. Me dediqué a repartir golosinas en negocios, pero no podía con todo.

19-¿Un número favorito?
-El 32.

20-¿Tenés vicios?
-No. Antes fumaba tres atados por día. Pero desde que nació mi hija dejé, por una promesa. Hace 30 años que no fumo.

21-¿Cuántas horas dormís por día?
-Seis o siete, me acostumbré a despertarme temprano de la época de fabricar helados.

22-¿Un ídolo de la infancia?
-Mis viejos… (se emociona). Los dos me marcaron. Mi mamá, por el trabajo y la predisposición de salir adelante. Y mi papá por cómo luchó, vino sin nada y la peleó siempre.

23-¿Un hecho que más te haya marcado?
-El nacimiento de mis hijos. Esos días no se olvidan nunca más.

24-¿Una década de tu vida?
-Del ´78 al ´86. Por lo personal y laboral, me hice mi casa en base al trabajo.

Gustavo Basso en el local de eventos de su hija
Nuevo trabajo. Ahora Gustavo Basso acompaña el emprendimiento de su hija, en la calle Mitre.

25-¿Qué cosas te alegran?
-Cuando voy caminando y la gente me saluda y paramos a conversar. Me gusta el trato con las personas.

26-¿Qué te gusta de Escobar?
-La tranquilidad, la gente. Aunque cambió mucho todo, creció, pero soy un agradecido de haber nacido en Escobar. No me muevo de acá, hasta mi último día.

27-¿Una comida?
-Un asado bien completo.

28-¿Una bebida?
-Coca Zero.

29-¿Programa de tele favorito?
El Zorro, que lo sigo viendo, y El Chavo. Uno creció con ellos.

30-¿Cómo te llevás con la tecnología?
-Me gusta, manejo redes sociales, pero lo básico. Y también mando plata por las aplicaciones.

31-¿Cómo te gustaría que te recuerden?
-Como el “Gordo”, lo tengo asumido. Que me recuerden bien, que el sacrificio haya valido la pena. Que les digan a mis hijos: “che, qué buen tipo fue tu viejo”.

32-¿Un deseo para 2025?
-Que las cosas mejoren, así estamos todos un poco mejor.

Gustavo Basso frente al espejo
Frente a frente. Basso no ocultó su emoción por haber dejado atrás el legado de la heladería.

FICHA PERSONAL

Escobarense de cuna

Gustavo Basso nació el 20 de julio de 1964, en la Clínica Privada de Escobar. Hijo de Alicia Monti y Oscar Basso, es el mayor de tres hermanos, junto a Sergio (58) y Carina (45). Tiene dos hijos, Sabrina (30) y Leandro (28), comerciantes. Estudió la primaria en la Escuela Nº14 y cursó dos años de secundaria en la Técnica Nº1, hasta que entró a trabajar en la heladería de su padre. Fue secretario y tesorero de la comisión directiva de los Bomberos Voluntarios, estuvo en el Club de Pescadores, en Boca del Tigre y desde hace ocho años es presidente del Club Independiente de Escobar. Desde 1987 hasta 2024 atendió su propia heladería en la terminal, que cerró el pasado 30 de noviembre. Sensible, familiero y honesto, un “gordo” bueno y servicial.

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