Un viejo y sabio refrán dice que “lo que se hereda no se hurta”. Y Horacio Adolfo Dupuy (65) es un ejemplo. Su bisabuelo paterno, José María, fue cofundador de la ciudad balnearia de Miramar. Su madre, Emma Isidra Arabehety Malbrán, era sobrina-nieta del eximio médico Carlos Malbrán, impulsor del ex Instituto Nacional de Microbiología. Y su padre, Horacio Argentino, fue uno de los galenos más reconocidos del partido de Escobar, tanto por su vocación de servicio como por el aporte que realizó al progreso de la comunidad garinense. Con semejante currículum y genética familiar, está claro que él no podía ser uno más del montón.
Segundo de ocho hermanos, llegó a Garín en 1956, cuando tenía 6 años. “Mi papá venía una vez por semana a atender. Como era el único que salía de noche, empezó a atender más veces hasta que nos mudamos acá. Pasamos de vivir a dos cuadras de la catedral de San Isidro a sacar agua con una bomba y a calles de tierra”, señala Horacio, un tanto disgustado. Aunque rápidamente afirma, con cierta nostalgia: “La mejor etapa de mi vida la pasé en mi infancia, cuando Garín era todo campo, todo nuestro”.
Aunque se crió entre instrumentos, explica que su apego por la medicina nada tuvo que ver con el famoso mandato familiar -su tío materno también era médico- sino que más bien se trató de “un interés que se fue generando a lo largo de mi crecimiento”. Y el amor creció tanto que en 1982, después de largos e intensos años de estudios, viajes en tren y concurrencias al hospital Borda, se terminó convirtiendo en el primer médico psiquiatra y legista de la ya ciudad de Garín.
Desde entonces, con una mujer y seis hijos, construyó una prolífica carrera en el campo de la Salud Mental: atendió en el consultorio de su padre (Sarmiento y Dupuy), desde 1995 lo hace en el suyo, también trabajó en el Centro de Salud “Dr. Luis Resio”, en el hospital Erill y en el Borda. Además, es el director médico de la fundación Apex, que brinda asistencia a jóvenes con discapacidad mental en la localidad de Del Viso.
“Elegí psiquiatría porque ví en su abordaje una forma de llegar al individuo desde un lugar diferente al resto de la medicina. Creo que es la especialidad que aborda más integralmente al ser humano”, explica Dupuy en el comienzo de la entrevista con DIA 32.
Imagino que trabajar en el Borda debe haber sido una tarea difícil y movilizadora. ¿Cómo fue esa experiencia?
Todos tenemos un cierto prejuicio acerca de lo que es el paciente con enfermedades mentales, pero es eso, prejuicios. En realidad, son personas que en lugar de sufrir una dolencia orgánica, están sufriendo una dolencia psíquica en cualquiera de las tres esferas: volitiva, afectiva o intelectiva. Esa dolencia tiene una causa y hoy, gracias a las nuevas técnicas terapéuticas y a la psicofarmacología, que revolucionó la psiquiatría, contamos con un montón de herramientas como para ayudar al paciente. Lógicamente, te tiene que gustar y hay que tener una personalidad especial para dedicarte a esta como a cualquier otra especialidad médica.
El prejuicio quizás tiene que ver con la imagen de loquero que comúnmente se tiene…
Hay algo de real en eso, pero lo que pasa es que todos sacan fotos del paciente deteriorado, dementizado, que se desnuda y que va a buscar comida a un tarro de basura. Y eso después sale en los medios. Nadie averigua cuántos pacientes se tratan en forma ambulatoria, cuántos se internan y cuántas altas se dan por mes. Nadie averigua y esa es la parte de trabajo más intenso del hospital. Todos se preocupan por el aspecto social, pero resulta que no hay ninguna institución intermediaria entre la externación y la vida social con un trabajo competitivo fuera del hospital. Entonces, el paciente que sale después de un tiempo de internación y se encuentra solo porque la familia lo abandonó y no consigue trabajo ni vivienda, termina regresando al hospital, donde tiene casa, comida, medicación y atención asegurada. Y ese es un paciente que, además, tiene un problema social. El enfermo mental está estigmatizado como un individuo que ya no puede volver a la vida social o familiar, y es mentira. En muchos casos puede reinsertarse en la sociedad y ser una persona productiva como cualquier otra. No es tan difícil, pero faltan ganas e inversión estatal.
Cambiando radicalmente de tema, este mes se cumple el 123º aniversario de Garín. ¿Cómo ve a la localidad? ¿Está mejor que antes?
Ha tenido una transformación muy grande por toda la inmigración que hubo; una voluntaria y otra forzada, pero inmigración al fin. Los barrios periféricos que se fueron formando, con el tiempo, agregaron características que el pueblo no tenía. Creo que hubo un cambio social muy importante a nivel general y, sobre todo, lo que vimos en los últimos años fue un crecimiento muy grande del delito, principalmente del delito seguido de sangre. Y Garín no estuvo ajeno a eso.
Noto un dejo de tristeza en su percepción. Evidentemente, el Garín de hoy no le gusta para nada…
Cuando yo tenía 18 años íbamos a bailar a Escobar y volvíamos a las 4 de la mañana tomando el Chevallier, que nos dejaba en El Curvón. De ahí, caminábamos solos a nuestras casas, atravesando campos y calles, y nunca nos pasó nada. O sea, Garín era un lugar tranquilo y seguro. Se podía ir a la casa de un amigo y volver a cualquier hora sin ningún problema. ¡Cambió tanto todo! Uno iba caminando y saludaba a los vecinos, y si venía a alguien que no era de acá, también se lo saludaba, porque era una costumbre. Era un pueblo del interior, a pesar de estar en el Conurbano. El dejo que usted notó es porque uno siente nostalgia de aquel pueblo rural que se transformó en una ciudad muy heterogénea. Y digo heterogénea porque no tiene un perfil definido.
Yendo a temas más relacionados a su actividad, ¿qué opina del sistema de salud que tiene el distrito?
Ha crecido, aunque quizás no siguió el ritmo de crecimiento poblacional y por eso todos los centros asistenciales están desbordados. El hecho de que exista una amplia franja de población que necesita la asistencia médica gratuita, incluso con la posibilidad de obtener medicación, hace que estos servicios públicos no den abasto. No sé lo que va pasar con el hospital (del Bicentenario), que es todo un tema, porque está ubicado en una zona donde los accesos son deficitarios. Tendrían que cambiar y mejorar muchísimas cosas para poder habilitarlo y que sea funcional. Creo que el sistema se podría mejorar porque está en crisis y es total y absolutamente insuficiente, incluso abarcando la asistencia médica privada.
Si tuviera la posibilidad de pedirle o comentarle algo al Intendente, ¿qué le diría?
Que busque gente que realmente conozca de la materia y que esté capacitada para poder organizar y poner a funcionar las cosas como se deben. Y que priorice las necesidades de la gente.
Jugando con la terminología científica, ¿se podría hacer un paralelismo entre el partido de Escobar y un paciente psiquiátrico?
Sí, yo creo que sí. Tiene mucho de incoherencia, de falta de lógica y de razonabilidad; de doble discurso; de contradicción. Yo no termino de darme cuenta cuál es realmente la solución integral para la crisis que estamos viviendo. Pienso que debe ser una solución bastante compleja, donde hay que poner algunas cosas básicas: honestidad, capacidad y gerenciamiento.
FICHA PERSONAL
Horacio Adolfo Dupuy nació el 27 de septiembre de 1950 en San Isidro y a los 6 años se mudó con su familia a Garín, donde reside hasta la fecha. Hijo del querido y respetado médico Horacio Argentino Dupuy, está casado desde hace 38 años con Sara Castilla, tiene seis hijos e igual cantidad de nietos. En 1982 se graduó en la UBA y se convirtió en el primer médico psiquiatra y legista de la ciudad. Dueño de una prolífera carrera, trabajo en el hospital Erill y durante más de una década atendió enfermos mentales en el Borda, entre otros lugares. Actualmente, reparte las horas entre su consultorio privado, la Fundación Apex -es el director médico- y la cuchillería artesanal, su principal hobbie.