A los 28 años, el actor escobarense logró dar un salto en su carrera al ser una de las nuevas caras de El Marginal. Expectante por las repercusiones de su personaje, le adelantó a DIA 32 el detrás de escena de la segunda temporada.

Atardecía en Isla Mujeres, Cancún, cuando Ignacio Sureda (28) recibió por WhatApps una de las mejores noticias de su vida: lo habían seleccionado para la segunda temporada de El Marginal, la serie ganadora del Martín Fierro de Oro 2017.

Recién se estaba aclimatando a México, tras un año inestable a nivel laboral, y ya tenía que volverse. Desde Argentina lo reclamaban para hacer el papel de “El Pantera” y sabía que no tenía más que definir: “Había dejado y vendido todo, ya me había ido, pero la decisión implicaba un antes y un después en mi carrera”, le cuenta a DIA 32 el joven actor escobarense, expectante por las repercusiones que tendrá su papel en El Marginal 2.

La precuela de la serie se estrenará en la pantalla de la Televisión Pública a mediados de julio: “El tiempo vuelve tres años atrás y cuenta el momento en que los Borges llegan al penal cuando los que manejaban todo eran el ‘Sapo’ Quiroga y su banda”, adelanta.

-¿Cómo se dio su llegada a la serie?
-El 2017 fue un año difícil, por eso pensé en México, donde suele haber laburo para actores. Mientras organizaba esta movida, me llamaron para el casting de El Marginal 2. Aunque tenía el proyecto del viaje avanzado, laburé un personaje tipo “guachiturro” y fui. Les gustó y me convocaron de nuevo. En el segundo casting ya estaban los directores: Adrián Caetano y Alejandro Ciancio. Me hablaron de un personaje, la mano derecha de “Roly” Serrano, y me pidieron que improvisara un asesino tartamudo. ¡En mi vida había hecho un tartamudo! Me indicaron que le busque una postura física, tipo felino. Me senté en cuclillas arriba de una silla, me hicieron un interrogatorio y desde el personaje les respondí. Después fui a un tercer casting y pidieron verme una cuarta vez… Ya no podía. Mi representante me insistió, pero le respondí que no porque viajaba. En diciembre de 2017 me fui a Cancún y me olvidé de todo. Cuando me dijeron que había quedado volví, me puse a entrenar como un desquiciado y arranqué a grabar a mediados de enero.

-¿Cómo fue el primer día de grabación?
-Llegué tostado y entrenado para hacer al “Pantera”, mi personaje. Me puse el vestuario que me habían indicado y cuando el director me ve, me pregunta: “¿Qué hacés Pantera? ¿vos vas así?” Le respondí que las chicas me habían armado la ropa. Entonces me miró de arriba y abajo y me dijo: “Sacate la chomba, arremangate el pantalón y vas en cuero, vos sos salvaje”. Y fue así, toda la serie.

-¿La parte física siempre fue una prioridad para vos?
-Soy estético, aunque no meramente. Para mí es importante, va de la mano conmigo y con mi carrera. Pasé por gimnasia artística, natación, vóley, fútbol, taekwondo, kung fu. Para mí el deporte es una terapia y entendí que era importante para mi imagen como actor. Siempre me identificaba con galanes, pero era un flacucho. Entonces arranqué y le di fuerte.

-¿Cómo fue el trabajo para lograr tu personaje?
-Me preparé mucho para los castings, en casa, frente al espejo, trabajé mucho el tartamudo, y la mirada… la postura física de felino desde el primer día. Soy muy sangriento, soy el sicario del “Sapo”, el líder del penal, y el que le cuida la espalda también. Laburar ahí adentro, en la cárcel de Caseros (Parque Patricios), aunque hoy no funcione, te da una energía densa, oscura, que vas absorbiendo. La solidez del personaje la fui encontrando a medida que íbamos grabando. Es un proceso, una búsqueda muy intensa.

-¿Cuál fue el desafío más grande?
-Claramente la tartamudez, estás en una línea muy delgada entre quedarte corto o sobreactuarlo. Hay que hilar muy fino para que esté bueno.

-¿Cómo te sentiste en este clima de cárcel?
-Lo fui encontrando ahí. Muchos de los extras de El Marginal son chicos que originalmente viven en villas u otros que estuvieron presos realmente. Y se vive la experiencia de conectar con el otro, conversando, conociendo y metiéndote vos en un nuevo mundo. Es tal la vorágine y la intensidad que cuando terminé de grabar se me quedó “el Pantera” adentro. Me encerré en casa, un poco enroscado, no quería ver a nadie.

-¿Cómo fue tu experiencia con el equipo y con los directores?
-Espectacular. Marcan poco, pero cuando lo hacen le dan en la tecla. En El Marginal aprendí a laburar con la cámara: se trabaja como si fuera cine, a nivel imagen, producción, calidad en general. Es muy distinto a una tira diaria. Además del plus de estar en un lugar real y no en un estudio.

-¿Generaste un vínculo con las grandes figuras de la serie?
-Sí, de hecho es fundamental este punto en la actuación, para que los vínculos de la ficción se vean reales. Fui buscando momentos en los recreos, los almuerzos o los tiempos muertos, durante el maquillaje… Y se fue dando un vínculo particular, tanto con “Roly” como con toda la banda. Para mí era importante generarlo.

-¿Qué es la actuación para vos? ¿Y qué implica El Marginal en tu carrera?
-Es, primero, una pasión. Y después es un camino. Yo pasé por muchos laburos: remisero, vendedor de ropa, de turismo, promotor, etcétera. Pero siempre el foco era la actuación, lo otro era para pagar el bondi y la formación. Aunque esta profesión no tiene certezas, yo siempre supe que iba a laburar de esto, tenía la convicción. El Marginal para mí, en este sentido, es un momento bisagra. Tengo mucha expectativa, me sirvió mucho para mostrarme como actor.

-¿Hay algo del pibe de barrio escobarense en el personaje?
-Sí, totalmente. Si hay algo que tengo yo es que soy de acá, no me voy. Yo elijo vivir en Escobar y soy ese pibe de barrio. El personaje tiene mucho de esto, y de mí, aunque potenciado y desquiciado. “El Pantera” deja fluir esa violencia y agresividad que uno contiene, lógicamente, para no andar a las trompadas con todo el mundo.

PERFIL ACTORAL

De sus primeros pasos en el Girona a la televisión

Nació en 1989, el mismo año en que su abuelo, el entrañable Edberto Ulises Sureda, inauguraba el recordado Teatro Girona sobre la calle César Díaz. Prácticamente aprendió a caminar en ese escenario. Y a los 5 años ingresó a su primer taller de actuación, aunque duró poco porque lo echaron.

A su profesor no le importó que se tratara del nieto del dueño del teatro donde daba clases. “Nacho” no se lo cuestiona; al contrario, lo comprende. De hecho, se define como un tipo “eléctrico, intenso, nervioso” y señala que el deporte fue una gran ayuda para bajar la ansiedad.

Su primera experiencia en las tablas fue en la obra Sentido contrario (1994), dirigida por su padre, el también actor Fernando Sureda, quien lo recibió en las clases que daba para adultos. Más tarde lo aceptaron en aquel grupo del que lo habían echado, y fue aprendiendo el arte con distintos profesores.

A los 12 años siguió su formación en Capital y fue seleccionado para participar de la exitosa serie Los Simuladores, donde su padre representaba a uno de los cuatro miembros de la Brigada B. Fue su debut en la pantalla chica.

Sin terminar el colegio secundario, a los 17 empezó a trabajar como RR. PP. en boliches, lo que le permitía en la semana hacer castings y seguir con su entrenamiento actoral. De 2008 a 2010 estudió con Raúl Serrano, experiencia que le brindó más seguridad en el escenario.

A los 22 participó de la serie de Pol-ka Sos mi hombre, en el papel de Javier “el Pibe” Dos Santos, como boxeador y hermano menor de Luciano Castro: “En ese entonces tuve que renunciar a un trabajo que tenía como vendedor de una reconocida marca de ropa. Y ahí me acostumbré también a la inestabilidad económica que tiene esta carrera”, cuenta.

Sin embargo, nunca abandonó el ritmo del teatro y en 2016, mientras trabajaba como promotor en Tecnópolis, fue seleccionado para Los ricos no piden permiso, asumiendo el desafío de interpretar a Cándido, un campesino, mano derecha del intendente y algo así como un taxi boy.

Ese es el camino de Ignacio Sureda hasta esta convocatoria para El Marginal 2, que lo llena de expectativa e ilusiones para seguir creciendo en lo que ama y lleva en sus genes: la actuación.

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