Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar
Quizás el ex secretario de Transporte de la Nación hubiera preferido que la tragedia de Once sea más o menos así. Cuando aún no se habían contabilizado las víctimas fatales del accidente, Juan Pablo Schiavi tuvo el desatino de decir en voz alta, en conferencia de prensa: “Si hubiera ocurrido ayer (en referencia al feriado del 21), no hubiera sido tan grave”. De alguna manera, casi un mes después y ya alejado del cargo, un nuevo siniestro sobre rieles demostró cuánta razón tenía: el 18 de marzo no fue feriado, pero era domingo. Por lo tanto, no más de 40 personas viajaban en el tren de la línea Mitre que se prendió fuego cuando iba de Matheu a Maquinista Savio. Esta vez, el episodio no trascendió más allá de algunos medios locales.
Eran exactamente las 12.26 cuando el tren empezó a prenderse fuego. Diez minutos fueron suficientes para que la locomotora y los tres vagones se desintegraran consumidos por las llamas, cuyo origen es aún materia de pericias. No hubo heridos.
Los pasajeros escaparon sin más asistencia que la que pudieron darse entre ellos mismos. Quedaron varados en unos pastizales entre Matheu y Savio, a la espera de una ayuda que nunca llegó. El recuerdo de los 51 muertos de Once todavía estaba caliente, pero TBA -según los testigos- ni siquiera preguntó si había heridos.
A poco de partir de la estación de Matheu en horas del mediodía, quienes viajaban en el tercer vagón sintieron un humo espeso que les dificultó la respiración. Al ser alertado, el maquinista detuvo el tren. Más tarde les contaría a los bomberos que en ese momento vio cómo una llamarada pasaba por debajo de los tres coches.
Los pasajeros entraron en pánico y se amontonaron en el segundo furgón, buscando una vía de escape. Pero como el fuego se acercaba rápidamente, alguien les indicó que corrieran hacia el primero y bajaran “cómo puedan”.
“Los pastos nos llegaban a la cintura y había muchas criaturas”, recuerda Paula Acuña, una de las pasajeras del convoy, que iba al cumpleaños de su tía. Ella viajaba con su madre, sus cuatro hermanos y su pequeña hija, de 6 meses. “Estábamos en el segundo vagón y el humo empezó a venir hacia nosotros. Fue desesperante. Agarré a la beba y buscamos por dónde bajar”.
Una vez fuera de peligro, los pasajeros se encontraron librados a su suerte. “Esperamos ahí como media hora, porque no sabíamos si volver para Matheu o caminar hacia Savio. Teníamos miedo de caminar con los chicos por las vías porque había que atravesar dos arroyos: el primero tenía un puente, pero en el segundo había que pasar sobre los durmientes haciendo equilibrio”, cuenta Acuña.
La gente empezó a irse sola, caminando por las vías al rayo de un sol que ese día había elevado la temperatura por encima de los 32°.
“Nadie se comunicó para decirnos que nos iban a buscar. Cuando el maquinista hablaba con los de TBA lo único que le preguntaban era cómo estaba el tren. Nunca le preguntaron por las personas ni si había heridos. Al final nos fuimos. Mi hermano cruzó los arroyos con los chicos, de a uno por vez. Una de las señoras no se animaba, estaba re descompuesta, pero al final pasó”, relata.
Tras caminar 25 minutos encontraron un paso a nivel y salieron a una calle, en Savio. Le preguntaron a un patrullero dónde estaban. “Era el barrio Amancay, ahí le pedimos agua a los vecinos, para tomar y para mojarnos la cabeza, porque no podíamos más. Llegamos caminando al cumpleaños”.
Acuña también recuerda que en el camino se toparon con los bomberos, “pero no nos preguntaron ni si estábamos bien”.
Otra pasajera de esa formación era Rosana Paz. “Gracias a Dios no era un día normal donde viaja la gente para ir a trabajar, porque hubiese sido trágico. Nosotros terminamos de bajar y tardó minutos en incendiarse todo el tren”, publicó en Facebook.
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Misión imposible
Ese día tampoco fue fácil para los servidores públicos del cuartel de Maquinista Savio. Al no haber accesos directos a las vías del tren, debieron caminar tres kilómetros transportando las mangas de forma manual. Llegaron casi una hora después y se encontraron con la formación completamente destruida.
“Los vagones están fabricados con fibra de vidrio, goma espuma y cuerina en los asientos, todos materiales muy inflamables. Eso, sumado a la imposibilidad de acceder al lugar rápidamente, hizo que los tres vagones se consumieran en forma total en tan solo diez minutos”, explicó el jefe de Bomberos de Savio, Mario Quiroga.
Aunque no hubo que lamentar víctimas entre los pasajeros, tres bomberos se descompensaron debido al calor y al gran esfuerzo que se vieron obligados a realizar. Colaboraron en el operativo más de 40 hombres pertenecientes a las dotaciones de esa localidad, Matheu e Ingeniero Maschwitz.
Por su parte, la empresa concesionaria de la ex línea Mitre se llamó a silencio ante los reiterados intentos de DIA 32 por recabar más información y explicaciones sobre este grave suceso.
Gracias al instinto de supervivencia, la gente logró salvarse. Esta vez, los que no se salvaron fueron los deplorables vagones. Podría decirse que por suerte. Así, quizás, los repondrán por unos nuevos, aunque más probable es que a causa del siniestro TBA siga disminuyendo la frecuencia de los servicios, algo ya usual en el ramal que une Capilla del Señor con Victoria. Como sea, la vida humana no debería ser el precio a pagar por librarse de lo que son trampas mortales rodantes.
Rescisión
A raíz de la tragedia de Once, el concejal José María Rognone presentó un proyecto que alienta la rescisión del contrato con TBA en los ramales de la ex línea Mitre. Su intención, a través de esta iniciativa, es que el Concejo Deliberante le solicite formalmente esa medida al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido.
El documento, con fecha 28 de febrero, advierte sobre la falta de inversión de la empresa concesionaria. Reclama, entre otras cosas, renovación, mantenimiento y modernización de los vagones y la refacción y adecuación de las vías. También pide una mejora en lo relacionado a los horarios y al estado de las estaciones.
Antecedente
Hace casi dos meses, otro tren de TBA había tenido problemas al descarrilar en Loma Verde. Alrededor de 40 pasajeros fueron trasladados a la estación de Belén de Escobar, donde no recibieron ninguna respuesta por parte de la empresa. Luego de tres horas, un colectivo trasladó a los pasajeros a destino, pero quienes viajaban con sus bicicletas no pudieron subirlas y debieron pagar $10 para dejarlas en el depósito de la estación.