Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web
En el ambiente del básquet Rubén Runke (36) es uno de esos personajes intocables: querido como pocos, buen tipo, generoso, gran jugador y ultra ganador. En más de veinte años de trayectoria ganó amigos por todos los clubes que pasó. “Mi mujer se ríe porque cada vez que salimos me encuentro con alguien conocido. Una vez estábamos en Buzios y me crucé con un jugador, el básquet es así”, cuenta el “Toro” a DIA 32.
La historia deportiva de este pivote de 1,96 metros de altura y brazos tallados se inició en Campana, su ciudad natal. “Desde los 8 a los 13 jugué al fútbol en Puerto Nuevo, de zaguero central, hasta que un profesor me preguntó si no quería hacer básquet, por mi altura”. Así llegó a Siderca, donde empezó su romance con los aros.
A los 18 años pasó al Campana Boat Club para jugar un Regional, después volvió a Siderca y en 1998 llegó por primera vez a Sportivo Escobar -junto a Germán Género, a quien conocía de Campana-, donde empezó a escribir una historia que ya lleva varios y felices capítulos.
Ganador 100%
En el albiceleste se hizo profesional y encontró su lugar en el mundo. “En 2000 se produjo algo muy importante para nosotros que fue el primer ascenso. Jugamos los play off con un plantel reducido por problemas económicos. No me voy a olvidar nunca que éramos seis mayores, un juvenil, un cadete y tres infantiles”. Ese grupo logró la clasificación al Torneo Nacional de Ascenso (TNA) tras superar en la final a Estudiantes de Formosa, pero luego el club resignó la plaza por sus elevados costos.
Su destino seguiría en Capital: Náutico Hacoaj lo contrató para jugar en la Liga B, donde se reencontró con su amigo Germán Género. El club de la colectividad ganó un ascenso al TNA, pero él pasó a Sportivo Pilar junto a otro “hermano” del básquet, Fernando Bruckner, a quien conoció en el gimnasio Oscar Larghi y con el tiempo se hicieron inseparables.
En 2005 regresó a Escobar. “Salimos campeones del Provincial. Para la Liga B de 2006/07 volvimos a juntarnos con Andrés Lopresti, Bruckner y Género y logramos un ascenso al TNA, igual que siete años atrás, increíble”, relata el experimentado jugador, con una memoria admirable y rememorando épicas hazañas, donde se cansó de cortar redes.
Después recaló en Vélez Sarsfield, “uno de los clubes más profesionales de mi carrera”. Allí estuvo otros dos años jugando Liga B para luego retornar a Sportivo. Formó una familia, fue padre de Josefina y se instaló de nuevo en la capital de la flor. Ese equipo perdió las semifinales del Provincial y él se fue a Gimnasia de Villa del Parque, logrando un nuevo ascenso al TNA.
Su posición es la más buscada en el básquet. Jugadores fuertes físicamente, altos y con técnica no abundan, por eso su carrera lo hizo pasar por tantos clubes, buscando un bienestar económico y desafíos deportivos. “Lo que se cobra en TNA y Liga B es lo mismo, y en mi posición escasean jugadores. No hay grandotes con jerarquía, por eso los que tienen buen juego están bien cotizados”, detalla.
En la fusión Derqui-Monterrey ganó el torneo local, salió campeón del Provincial en Bahía Blanca y ascendió al Torneo Federal (ex Liga B). Pero como el club no jugó el certamen, optó por volver a Escobar, “con tantos recuerdos y los brazos del club siempre abiertos”, sostiene el señor de los ascensos. “Logré siete, por eso hago esa cantidad de piques antes de tirar los libres, para relajarme”, revela.
El presente lo tiene como una de las figuras del equipo que interviene en el Provincial, con una gran campaña y ya clasificado a la siguiente fase. “Con el retiro de Bruckner soy el último de la dinastía. Lo importante es saber volcar lo que viví a los chicos que vienen atrás. Tienen que saber que se juega por la gloria, que no todo va en lo económico. Ese es mi desafío: que sientan lo mismo que yo, por más que pasen los años”.