Aunque quizás muchos crean que es más contemporáneo, el básquet sobre silla de ruedas nació en 1946, en Estados Unidos. Lo inventó un grupo de soldados que habían quedado paralíticos o amputados tras la segunda guerra mundial, buscando una manera de seguir jugando su deporte favorito más allá de su discapacidad.
En California se jugó el primer Mundial -no oficial- y a partir de 1960 entró como actividad paralímpica y fue parte de los Juegos disputados en Roma. Así fueron los inicios de esta disciplina adaptada, que es de las más conocidas dentro del deporte integrado y casi no tiene diferencias con la versión convencional.
En Escobar, el básquet sobre silla de ruedas comenzó hace veinte años, bajo la intendencia de Luis Patti, quien le dio su merecido lugar a los deportistas especiales. Su primer entrenador fue Carlos “Beto” Rodríguez, pero al poco tiempo el reconocido atleta minusválido se alejó del cargo y desde entonces el profesor Alejandro Baldelomar tomó la posta.
“Me fui perfeccionando, hice el curso de entrenador nacional de básquet en el CeNARD y acá sigo después de tantos años”, explica el DT a DIA 32 en un alto de las prácticas del equipo, que entrena los lunes y jueves por la tarde en el gimnasio del polideportivo Luis Monti. “Esto tiene un trasfondo social, más allá de que a todos nos guste ganar y poder ascender, sirve para la reinserción de las personas. Acá se hacen nuevos amigos y eso suma mucho”, señala.
A nivel nacional, el básquet adaptado tiene tres divisiones: primera, segunda y tercera; en esta última juegan los dirigidos por Baldelomar. Cada categoría tiene 12 equipos divididos en zonas y a Escobar este año le tocó compartir grupo con Río Negro, Central Córdoba (Rosario) y Almirante Brown. Los dos primeros clasificaron a los playoff por el ascenso.
Ya se disputaron dos fechas todos contra todos, una de ellas en Matheu, donde los escobarenses no pudieron ganar (cayeron 36-37 ante Río Negro, 36-45 frente a Brown y 21-45 contra Córdoba) y quedaron relegados de la pelea; ahora jugarán un repechaje y algunos amistosos.
“Anduvimos bastante bien, pero tuvimos malos cierres y perdimos varios partidos en los últimos segundos”, sostiene el entrenador, mientras sus jugadores hacen un picadito para despuntar el vicio, en una fría tarde de invierno.
La base del platel la componen los históricos Carlos Lovo, Roque Paúl y Fabián Bustos, quienes están hace más de quince años y tienen experiencia de sobra. Durante esta temporada se sumaron jugadores más jóvenes, en los cuales hay mucha expectativa de cara al próximo torneo. “Ya hablamos que tenemos que pelear sí o sí por puestos de ascenso, hay mucho compromiso”, confiesa Baldelomar.
El equipo de una actividad adaptada lo van conformando personas que sufrieron un problema determinado de salud junto a otras que han nacido con imposibilidad de movilizarse por sus propios medios. La actividad los junta y así van sacándose las inhibiciones, esa es la principal función del deporte en sí.
“Muchos nunca habían jugado básquet siquiera y, aunque al principio eran reticentes, ahora son amigos y nos juntamos a comer o a ver recitales. También aprendieron a hacer valer sus derechos. Le hacen frente al problema y ven la posibilidad que se les abre de hacer una actividad saludable. Y, de paso, recorren el país, porque viajamos a Mendoza, Córdoba, Río Negro, Neuquén y Mar del Plata”, apunta el entrenador, mostrando la pasión que siente por esta disciplina y la gran relación con sus jugadores, que lo tienen como apoyo y confidente.
Historias de vida
Roque Paúl tiene 50 años y hace quince que juega al básquet sobre silla de ruedas en Escobar. En 2000 estaba haciendo su trabajo de repartidor, entró a un supermercado de Matheu y en un robo dos ladrones lo balearon al creer que era un vigilador privado. Uno de los dos tiros le pegó en la columna, dañando una vértebra que, a su vez, comprimió la médula ósea. Esa lesión es la que no le permitió caminar nunca más.
“Cada uno tuvo su mala experiencia en la vida, pero es fundamental la constancia y el compromiso para venir a entrenar y jugar. Hay que salir adelante más allá de la problemática que cada uno tuvo”, declara Paúl, infaltable en los entrenamientos semanales y marcando el ejemplo ante sus compañeros.
“Yo no hacía básquet, me gustaba el fútbol. Después de lo que me pasó probé con el vóley, conocí a Alejandro (Baldelomar) mientras trabajaba en un mercado y me contó del básquet sobre silla. Desde entonces me enganchó y no dejé más. Asimilé rápido lo que me había pasado”, afirma el alero del equipo.
La historia de Carlos Lovo es muy distinta: él sufrió la amputación de su pierna derecha de la manera más inesperada. Mientras jugaba un partido de fútbol con amigos recibió un golpe en su rodilla que lo dejó muy dolorido. Al seguir con el malestar decidió ir al médico y los estudios descubrieron que tenía un tumor en el hueso. Para peor, estaba tan avanzado que no hubo más alternativa que amputarle el miembro inferior, a la altura del muslo.
“Mi familia sufrió mucho, pero yo me hice más fuerte y salí adelante. No me costó nada reinsertarme en la sociedad. Hasta que empecé con el básquet pasaron como veinte años, hoy tengo 61 y arranqué a los 45”, comenta Lovo, quien practicaba natación cuando conoció al DT, que lo convocó para hacer básquet.
“Esto es una familia para nosotros, nos vamos conociendo, hacemos amigos, salimos, la pasamos muy bien. Por eso quiero que aquel que haya sufrido algún accidente y haya quedado con secuelas venga, lo invitamos a hacer deporte. Vale la pena y te fortalece mucho”, asegura el más experimentado del equipo, muy querido por todos.