Nació en 1803 y falleció a los 85 años. Era una mujer criolla, madre de once hijos, trabajadora y generosa. En 1877 remató ochenta manzanas de su propiedad aledañas a la estación de Belén de Escobar. Así nació la principal localidad del distrito.

En un aniversario que pasó prácticamente inadvertido, el martes 4 de marzo se cumplieron 122 años del aconteci­miento que marcó el nacimiento -simbólico- de Belén de Escobar. Fue cuando María Eugenia Tapia de Cruz loteó y remató ochenta manzanas de su propiedad, ubicadas en escuadra con las vías del ferrocarril, con lo que promovió el trazado original del pueblo y, a la vez, la radicación de un significativo número de nuevos habitantes. “Era una mujer de talla mediana, tez morena, inteligente, trabajadora, emprendedora y, sobre todo, muy cariñosa, en grado superlativo, con sus nietos”, la describen Alfredo Melidore y Rubén Decima en un libro dedicado a la fundadora de Belén que se publicó en 1989.

De su generosidad con el terruño abundan pruebas, como la donación de dos manzanas para espacios verdes -una es la actual plaza San Martin y la otra es la comprendida por las calles Travi, Bemardo de Irigoyen, Alberdi y 25 de Mayo, que finalmente resultó edificada- y de la capilla construida en madera que hoy se conoce como la cocatedral Natividad del Señor.

Tapia de Cruz nació en 1803 y a los 18 años contrajo enlace con José Antonio Cruz, con quien tuvo once hijos. En 1938, al fallecer su esposo, se hizo cargo de las tierras que pertenecían a la estancia y en 1864 adquirió los derechos de la propiedad heredada, que hizo mensurar y remató domingo el 4 de marzo de 1877.

“Este hecho dio inicio al proceso de urbanización de un sector de las tierras ubicadas sobre territorios que a mediados de ese siglo probablemente, fuesen ya conocidos como los de la Cañada de Escobar”, señala Juan Pablo Beliera en uno de sus varios libros sobre la historia local, publicado junto a su primo Aldo Beliera en 1997.

El nombre del pueblo, por otra parte, se debe a su profunda fe católica y significa la traducción al castellano de la voz hebrea “Beth-Lahem», que sería “Casa de Cristo”, a entender de ambos estudiosos.

La artífice de la actual ciudad cabecera del distrito de Escobar falleció el 15 de agosto de 1888. Cincuenta años después, sus restos fueron repatriados de su Pilar natal al atrio del templo parroquial que ella fundó. Fue por iniciativa del entonces director del ya extinto periódico El Imparcial, Francisco Lauría, quien en sus páginas editoriales de aquella época la recordaba como “una dama virtuosa, altruista y buena, que todo cuanto tenia lo daba a manos llenas en pro del pueblo que tanto amó”.

El recuerdo de doña Eugenia, pese al paso del tiempo, se mantiene vigente día a día en el nombre de la principal avenida de la ciudad.

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