Siglos atrás, un pirata encalló en los mares del Caribe. Cuando logró llegar al continente, se encontró con un monasterio de monjes belgas que le enseñaron a hacer cerveza. Un día escribió la fórmula que lo hizo tan exitoso y la enterró en una botella. Tiempo después, ese tesoro fue a parar a manos de unos aprendices del arte de hacer cerveza en Belén de Escobar.
Esta leyenda es parte de la mística que envuelve a BarbaRoja (así se llamaba aquél pirata), el complejo turístico ubicado sobre la ruta 25 -a metros de Temaikén- que reúne un restaurant, una tienda de regalos y un parque tallado por un especialista de Bariloche que delineó maravillosas figuras sobre los troncos de árboles quemados.
Pero lo más atractivo de BarbaRoja es su cerveza artesanal, que se fabrica dentro del predio a razón de unos 30 mil litros mensuales.
La idea en su conjunto nació a partir de los viajes que uno de sus mentores, Antonio Mastroiani, realizaba por negocios a República Checa. Más precisamente a Praga, donde existen encantadores lugares en los que se come y se toma la cerveza artesanal que fabrican ahí mismo. Así nació BarbaRoja, en el año 2001.
“El know how lo compramos en República Checa. Allí estuvimos seis meses con nuestro maestro cervecero y un traductor. Fue muy costoso, pero nos sirvió para aprender”, cuenta a DIA 32 Mastroiani. Y explica que la cerveza, junto con el vino, es una de las bebidas más complejas de realizar. “Pasamos por varias etapas. En el inicio tiramos litros y litros porque, por una cosa u otra, nos salía mal. Luego fuimos corrigiéndonos y conseguimos asesores que saben de este arte. Ahora podemos decir que realmente sabemos cómo hacer, de punta a punta, una excelente cerveza”.
BarbaRoja para todos los gustos
BarbaRoja comenzó fabricando cinco variedades y hoy tiene doce: la de limón, la de frambuesa, la de naranja, la frutada y dos opciones de cerveza negra que se destacan entre otras que completan una carta tan atractiva que se hace difícil elegir. Además, cuenta con una malta, que no tiene alcohol porque es una clase de cerveza que no llega a fermentar y sale mucho entre las embarazadas por su gran contenido de ácido fólico, calcio y vitamina D.
La inquietud por realizar este tipo de cervezas saborizadas surgió a partir de que mucha gente evita el dorado elixir porque su amargor le resulta agresivo al paladar. “Esa misma cerveza pura pero con frambuesa, naranja o limón es otra cosa, y aunque las que más las piden son las mujeres, a los hombres también les atraen”, señala el empresario. Y aporta otro dato: “Una BarbaRoja debe tomarse a un promedio de 8 grados”.
Una de las variedades que más satisfacciones le dio a la marca del pirata fue la Strong Red Ale, ahumada y añejada, que ha sido rankeada 22 entre las mejores 25 cervezas del mundo por la Wine Enthusiast Top 25 Beers, en 2010. Un reconocimiento que, según Mastroiani, no tiene antecedentes en Latinoamérica.
Pero la más llamativa de todas las variedades es la Floral, un sabor que hicieron pensando en emparentar la marca con Escobar y su ícono de Ciudad de la Flor. “Habíamos escuchado que hay flores comestibles, entonces hablamos con especialistas y estuvimos como dos años haciendo pruebas que, al principio, salían asquerosas. Hasta que logramos el punto justo y después de aprobarla internamente, hicimos degustaciones que arrojaron muy buenos resultados”.
Cual alquimistas, lograron un perfecto macerado de flores y de hierbas que la hacen algo dulzona y muy aromática. Pero Mastroiani prefiere no revelar cuáles son exactamente las especies que la componen, dice que lograron un producto único en el mundo, que tiene mucha aceptación y que siempre hay maestros cerveceros preguntando cómo se hace. “No es que sea como la fórmula de la Coca Cola, pero intentamos guardarla bajo siete llaves”.
Industriales vs. artesanales
Aunque todavía no surgió un gran auge por este tipo de bebida, al menos en Argentina, es una tendencia que aparece a partir del hueco dejado por la cerveza industrial, que busca grandes ganancias sacrificando la calidad.
Hace unas tres décadas, en países como Inglaterra, se dieron cuenta de que la cerveza casera de antaño solía ser mucho mejor que la que fabrican las gigantes multinacionales. Y así se inició la fabricación de cerveza artesanal. Los pasos para elaborarla son muy distintos a los de las industriales, que utilizan adjuntos como arroz y maíz para estirarlas y terminan deformando el producto. Además, le incorporan estabilizantes, acelerantes y conservantes que permiten acortar los tiempos del proceso: mientras que una cerveza artesanal requiere de unos 30 días para completarlo, una industrial solo necesita 48 horas.
Sin embargo, el avance de las tradicionales sobre las industriales es casi imperceptible en los volúmenes de ventas. “Si tenemos en cuenta que, por ejemplo, Quilmes produce 8 millones de litros por día, nosotros somos un grano de arena en el desierto”, señala Mastroiani.
No obstante, la BarbaRoja tiene sus adeptos que vienen de lejos a buscarla o la encargan para que se la envíen a provincias donde todavía no se comercializa. Actualmente se la puede encontrar en Ushuaia, Salta y Tucumán, entre otras ciudades del interior, y en todas las sucursales de las cadenas Jumbo y Walmart. Además, se exporta a Estados Unidos, Italia, España, México, Chile y Uruguay.
En el complejo de BarbaRoja todo está dado para que los escobarenses se acerquen a pasar un buen momento. Y hasta una buena noche, si los que vienen de más lejos se animan a pernoctar en alguna de las seis cabañas que componen la escenografía de un tren donde al día siguiente lo despertarán con un delicioso desayuno.