Cómo se puede vivir sin electricidad?”, suele ser la pregunta que todos nos hacemos cuando empresas como Edenor cortan el suministro cada dos por tres. Esa incógnita bien podría ser respondida por los habitantes de la isla de Ta’u, el primer lugar del mundo cubierto íntegramente por energía solar.
Ubicada sobre el Océano Pacífico, alrededor de 6.400 kilómetros alejada de la costa oeste de los Estados Unidos, esta pequeña población insular solo cuenta con 600 habitantes. Antes, toda su superficie era abastecida por más de mil litros diarios de diésel que alimentaban los generadores y, justamente, no eran una ganga; hoy, gracias a la innovación, los paneles cumplen esa función.
“Estamos haciendo historia. Esto ayudará a reducir la huella del carbono en el mundo”, opina envalentonado Keith Ahsoon, uno de los vecinos del lugar. “Recuerdo haber crecido usando la luz de las velas y ahora, en 2016, todavía estábamos experimentando con los mismos problemas”, agrega en un comunicado de la empresa Solar City, una de las impulsoras del proyecto.
La compañía estadounidense de energía renovable llevó a cabo la implementación de los paneles solares junto a la fabricante de baterías Tesla. Ambas forman parte del emporio del magnate y filántropo sudafricano Elon Musk, dueño de una fortuna considerable y férreo defensor del medioambiente y la implementación de soluciones alternativas ante el calentamiento global.
En la isla se colocaron 5.328 paneles solares junto a 60 baterías Powerpack, que se cargan en tan solo siete horas y pueden abastecer a la ciudad durante tres días seguidos en que no haya sol. Aunque suene raro, este fue un gran avance para los lugareños.
“Cuando quedaba poco diésel, intentábamos ahorrar utilizando la electricidad solo durante las mañanas o las tardes”, revela Ahsoon. Al consumir tanto combustible, los habitantes dependían de un barco que regularmente llevaba miles de litros para que los generadores abastezcan los hogares, las escuelas y el centro de salud.
“Los sistemas de agua usan bombas que requieren electricidad, todos en el pueblo usan y dependen de eso. Es difícil vivir sin saber qué va a pasar”, acota el vecino mientras rememora aquella etapa.
Ta’u se encuentra en el territorio correspondiente a Samoa Americana, una dependencia estadounidense sin voz ni voto, como tantas otras. Sin embargo, la Agencia de Protección Ambiental y el Departamento de Interior fueron algunos de los organismos que financiaron el proyecto, que tardó un año en terminarse y funciona desde noviembre pasado.
Con esto no solo se abastece a la población, sino que también se combaten los efectos nocivos de la contaminación: ya no son necesarios los más de 400 mil litros anuales de diésel y la erosión en las playas de la zona disminuye notablemente.
“Cuando se vive en una isla se experimenta el calentamiento global de primera mano. Varios cambios notables son parte de la vida aquí y constituyen un problema serio. Este proyecto será un buen ejemplo para todos los demás”, sostiene Ahsoon.
Es inquietante conocer los motivos por los cuáles Elon Musk decide transformarse en una suerte de Robin Hood contemporáneo colaborando con una de tantas comunidades atrasadas, pero su historial, intachable hasta el momento, no permite ninguna objeción.
Keith Ahsoon tiene un comercio en la isla y celebra la nueva implementación, al igual que el resto de los lugareños: “Ahora voy a dormir tranquilo, sabiendo que podré servir a mis clientes”, afirma.
Mientras tanto, de este lado del mundo los cortes de luz, los piquetes y los reclamos sin respuestas son parte de la vida cotidiana. Como para que más de uno pueda estar pensando ahora en emigrar a Ta’u, la isla del sol.